
Llama la atención en la intervención imperialista de
Todo parece indicar que el carácter y la magnitud de los bombardeos derivan de la decisión de amedrentar y golpear sobre todo a la población civil en los centros donde Kadafi tiene base (tribal o política) y de no desorganizar demasiado ni al ejército ni a la policía, para utilizarlos después en la reconstrucción política y material del país, a diferencia de lo que hicieron con el ejército y la policía baasistas en el Irak posSaddam Hussein.
Como se ve en la televisión, los antikadafistas no han recibido medios militares pesados de ningún tipo, como artillería de campo o tanques, y se desplazan en camionetas reacondicionadas para llevar ametralladoras o lanzacohetes. El armamento de sus milicianos consiste en piezas livianas, lo cual sugiere también que
Ésta –trascendió– tiene un plan que la prensa italiana ya hizo público: el mismo plantea convocar en ocho meses una constituyente y realizar elecciones generales en un plazo de 20 meses, que serán muy pocos porque estarán jaloneados por los juicios a los responsables de crímenes de guerra y de delitos económicos contra el país y porque en Libia jamás existieron partidos ni experiencias electorales y subsistirá el enfrentamiento intertribal. Para que pueda haber un mínimo de orden,
En realidad, les quedaría a los imperialistas la opción de negociar con Kadafi la intervención en Libia de fuerzas armadas árabes reaccionarias, como las de Qatar, que participan en los bombardeos de
El imperialismo piensa utilizar a ese país como instrumento para su política en todo el mundo árabe. Ni a Estados Unidos ni a Europa ni a Israel le convienen, en efecto, que caiga el gobierno de Bachir el Assad en Siria, que es una garantía de estabilidad para Tel Aviv y un freno constante a la lucha palestina (Assad declaró, por ejemplo, que los palestinos son sirios del sur
y siempre pretendió controlarlos). Tampoco les convienen regímenes semidemocráticos en Túnez y en Egipto, obligados a tener en cuenta la hipoteca de la movilización de las masas de desocupados que la crisis mundial estimula a la acción y la política racista y xenófoba de los gobiernos extranjeros deja sin otra salida que la lucha para cambiar la situación en sus respectivos países. La alianza europeo-estadunidense tendrá, por consiguiente, un activo papel contrarrevolucionario y colonialista en Libia y en la región. Los que desean conservar las dictaduras –de Yemen, de Siria, de Libia– como dique frente a este rebrote del colonialismo no sólo están condenados a un ignominioso fracaso sino que, además, pierden todo prestigio y toda posibilidad de colocarse junto a los pueblos en rebelión ofreciéndoles una alternativa anticapitalista.
La suerte de los dictadores está echada porque el imperialismo ya no los sostiene y sus pueblos harán de todo para derrocarlos. El problema actual es evitar que esos tiranos sean reemplazados por agentes directos de las grandes potencias colonialistas como sucedió en Panamá cuando Bush padre eliminó a su agente Noriega. En sociedades a las que la dictadura impidió organizarse y crear sus dirigentes, mediante libre vida política, la confusión es normal. Pero los acontecimientos obligan a encontrar soluciones urgentes y a recurrir a la autorganización. El papel de una izquierda que merezca ese nombre consiste en ayudar aportando ideas para la construcción de poder popular al mismo tiempo que se moviliza contra el intento de recolonizar esos países.