Noviembre 8, 2024

El Pucara de Chena, un Centro Ceremonial Inca ignorado

pucara

pucaraEs el único Monumento Nacional, Monumento Histórico y Centro Ceremonial de los Pueblos Indígenas, de carácter precolombino existente en toda la Región Metropolitana. El día del Patrimonio Nacional, nadie lo visita, ni se acuerda, está cerrado.

  

 

 

El Pucara de Chena se ubica en el lado sur poniente del cordón de los Cerros de Chena. Es un cerrito que se presenta un tanto aislado de las estribaciones del cerro principal. Hoy separa las aguas de las Municipalidades de San Bernardo y Calera de Tango. Posee una flora dominada por el espino que coexiste con la maravilla, el huañil, el guayacán y algunas cactáceas columnares.

 

Pareciera que a la sociedad chilena le importa un comino el tema indígena y menos aún lo inca. En todo caso, “Pukara” en lengua quechua y aymara quiere decir fortaleza. Los primeros antecedentes que hemos encontrado sobre el Pucara de Chena, se remontan a marzo de 1579, cuando el capitán Alonso de Miranda toma posesión de las tierras del ex- fundo Catemito (Ginés de Lillo).

 

Se dio a conocer en 1925, ante la novedad de una pequeña Colección Arqueológica privada de la familia Valdez (piezas de cerámica excavados en un cementerio Inca ubicado en sus terrenos), en San Agustín de Tango, al poniente del Pucara de Chena. Pero solo en 1957 se avivó el propósito científico por investigar el lugar, con el profesor R. P. Schaedel y otros expertos del Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad de Chile, que iniciaron un proyecto de, prospección superficial de las ruinas del Pucara y sus alrededores. Schaedel, concluyó que el cerro cumplía la función de una fortaleza o protección para la población de mitimaes incas instalados en el sector, antes de 1540.

 

Sin embargo, en 1975 Rubén Stehberg, en su tesis de grado, fue quién realizó excavaciones serias y sistemáticas en las antiguas ruinas. Los resultados fueron: reconocer la construcción con una gran plaza rectangular en la cima, rodeada de recintos rectangulares con sub-recintos en su interior y pasillos que los intercomunican; recolección de abundante material cultural y la elaboración una nueva hipótesis de la construcción arquitectónica.

 

La “fortaleza de Chena”, es un conjunto de 9 recintos situados en la cumbre del cerro y dos muros de circunvalación a modo de trincheras defensivas. El primero se halla a unos 190 m. de la cumbre y la otra a otros 80 m. más abajo. Son pircados de piedra que circundan el cerro por sus faldeos y más o menos a un nivel ascendente hacia el lado norte.

 

Las excavaciones arrojaron un abundante material lítico y especialmente cerámico. Fueron halladas una flauta de combarbalita, piedras de moler talladas con forma de “bateas” portátiles, restos óseos (llama) y otros. La gran cantidad de fragmentos cerámicos rescatados, resultaron de factura inca. Estas se clasificaron en dos tipos: no decoradas y decoradas. Las primeras, correspondían a piezas de aribaloides y otros objetos globulares. La cerámica decorada resultó mayor, Stehberg clasificó 43 fragmentos entre los de más significación por su tamaño, pudiendo ser: platos, aríbalos, ollas, jarros, escudillas, etc. Algunas contenían figuras antropomorfas (máscaras humanas, aves y otras expresiones). Los fragmentos tienen decoraciones pintadas con diferente combinación de colores según estilo y diseño, ya cuzqueño o diaguita-incaico, figurando en ellas franjas, reticulados, figuras geométricas, paralelas, quebradas y clepsidras. Finalmente se han hallado conchas de moluscos marinos y una hoja de hacha de cobre, material íntegramente clasificado por el Museo Nacional de Historia Nacional (MNHN), donde se hallan depositados desde 1970.

 

La conclusión del investigador, es que todos esto elementos estaban asociados con el papel que desempeñaban los actores de la ocupación inca en la zona (soldados guardianes del Pucara, actividades agrícolas de los mitimaes y su relación con los cementerios). También se hallaban vinculados con las otras “fortalezas indígenas” o pucaras como de Aconcagua, Cachapoal, Collipeumo, Chocalan, Lampa, Marga-Marga, Mauco, Molaca, La  Muralla, Yaquil y otros.

 

Respecto a los cementerios, “en 1925 durante faenas de apertura de un canal de regadío, arrojó osamentas humanas orientados de oriente a poniente, con ajuar consistente en vasijas dispuestas alrededor del cráneo. Los enterratorios, uno de ellos múltiple con por lo menos ocho esqueletos, se hallaban en bóvedas a casi un metro de profundidad. El segundo cementerio, ubicado a unos 600 m. al poniente del anterior es muy similar, pero potencialmente más rico” (Stehberg 1976. P, 19) Este contenía 22 tumbas con 60 ceramios en total. 30 de ellos fueron fotografiados y descritos (MNHN), unos 10 no pudieron ser registrados por estar repartidos entre la familia Valdés. Las 20 piezas restantes (12 huacos decorados, 4 escudillas, 2 platos decorados y 2 jarro-pato), fueron rematadas en la Casa Ramón Eysaguirre de Santiago, el 27 de mayo de 1972.

 

En el asentamiento “Los Valientes”, sector sur de la Comuna de San Bernardo, que se exhumaron 28 sepulturas pertenecientes al período inca-local, del que se recogieron además de los restos óseos unos 100 objetos cerámicos, los que permanecen en el MNHN y están íntimamente ligados a las funciones en torno al Pucara de Chena. Por lo que Stehberg, afirma “categóricamente que la fortaleza de Chena, fue intensamente ocupada por los incas. Las notables semejanzas en las formas y decoración cerámica, permiten vincular estrechamente su ocupación con los cementerios incaicos de la zona central” (Stehberg, 1976. P, 29).

 

¿Cuál era la función que cumplían las construcciones emplazadas en la puntilla de este cerro? El cronista del siglo XVI, Cieza de León, refiere que los incas para ir asegurando sus conquistas, ordenaban “hacer sus fuertes, los cuales eran en cerros o laderas, hechos en ellos ciertas cercas altas y largas con sus puertas cada una, porque perdida la una pudiesen pasarse a la otra y de la otra hasta lo más alto” (De León, C. Lima 1967: página 53)

 

Sin embargo, transcurrido más de 30 años desde la prospección arqueológica en la cima del Pucara de Chena, han aparecido nuevas versiones. Muchos historiadores, antropólogos y arqueólogos a partir de 1940, imbuidos por el positivismo y el racionalismo, se quedaron dormidos en el indigenismo y “los indios” siguieron considerados como “minorías”, y que debían “asimilarse” a la sociedad nacional. Pero a finales de 1970 apareció el indianismo, surgen organizaciones, profesionales y líderes indígenas interesados en contar su propia historia y cultura. En este contexto plantean el carácter astronómico de la cultura andina. Dicen que cada ciudad, poblado, templo y pucara, eran construidos bajo determinados patrones culturales, estelares y geodésicos; hablan de “huacas” y la sacralidad de algunos hitos geográficos.

 

Tal como Sacsayhuamán fue construido para realizar observaciones astronómicas, lugar sagrado para celebraciones y como centro de difusión de la cultura inca, también el pucara de Chena, habría cumplido similares objetivos. Así lo han venido demostrando las organizaciones indígenas de Santiago desde hace unos 15 años a la fecha, han reconocido al pucara como su “huaca”, lugar sagrado de gran trascendencia, y en la cual realizan festividades y ritos en su cumbre: Inti Raymi (fiesta del sol, el 21 de junio en el solsticio de invierno), la Chakana (Cruz del Sur, el 3 de mayo), la fiesta de la “Pachamama” en el mes de agosto, y lo utilizan como foco difusor de su cultura. Además el equipo de arqueo-astrónomos Intijalsu, ha estudiado y comprobado que el Pucara de Chena es un observatorio astronómico, está vinculado con el cerro El Plomo, el Aconcagua y otros centros cultistas en la región (http://www.oocities.org/intijalsu/)

 

Según la visión de la cultura andina, el diseño de la “geografía sagrada” fue trazado por el sol y construido por la mano humana, dotándolo de un valor simbólico. El complejo arquitectónico del Pucara, bajo este principio, representa la figura estilizada de un puma mítico hermafrodita mirando hacia el norte, los pasillos internos y la disposición de los pequeños recintos internos, constituye un espejo del “camino solar y lunar”, señalan las direcciones de los rayos solares de solsticios y equinoccios, del norte geográfico y magnético y los “seques” regionales. La disposición de las puertas, ventanas y muros señalan rumbos hacia los otros centros ceremoniales, a los Apus (montañas) y puntos estelares. Expresan la dualidad, la trilogía y la cuatri-partición de la cosmogonía andina. Los muros perimetrales de los faldeos del cerro, tendrían además la protección del Centro Ceremonial, expresan los tres niveles del mundo cosmogónico inca, el mundo inferior o subterráneo, el mundo humano y el mundo superior del mítico puma dibujado por el sol. 

 

En consecuencia el pucara de Chena fue instituido por los astrónomos, arquitectos y sacerdotes incas como una “huaca”, hace más de 500 años, cumplía la función de fortaleza, pero más que eso era un Centro Ceremonial y observatorio astronómico, un lugar habitado por hombres sabios, de astrónomos desde el cual observaban el movimiento planetario y estelar, y de sacerdotes que dirigían las ceremonias sagrados a la divinidades. Que vivieron en paz y que al morir fueron enterrados en el cementerio local (llamado después San Agustín de Tango).

 

El 28 de agosto de 2011, los descendientes de Pachacutec y Tupac Amaru, de Santiago, celebran su fiesta a la Pachamama en la cumbre del Pucara de Chena. Pero sigue siendo una pena que este legado de “alta Cultura” precolombina que nos dejaron los Incas, sea segregada, discriminada o más bien despreciada por la sociedad santiaguina, ya que en la actualidad este lugar, no dispone de agua potable, de servicios higiénicos, ni infraestructura mínima que valga la pena para un Monumento Nacional.

 

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *