Noviembre 6, 2024

¿Chile se olvidó de los chilenos?

marcha6

marcha6Se preguntaba un profesor en una conocida emisora de radio hace algunos días. Y lo decía a propósito de las enormes dificultades que tenemos la mayoría de los chilenos para acceder a bienes sociales fundamentales como educación, salud, vivienda, pensiones adecuadas, o un medio ambiente no contaminado.

 

 

 

 

Ese profesor se lo preguntaba  porque no lograba comprender cómo  una sociedad y sus instituciones, se mostraban incapaces de satisfacer el acceso igualitario  a esos bienes comunes a niveles de humana dignidad para todos sus ciudadanos, tan chilenos unos y otros. Y esto después de tantos años de prédica ideológica a favor de los ricos, del crecimiento, las multinacionales y el chorreo.   O, dicho de otra forma, por qué esos bienes sociales tienen que quedar al acaso del impersonal mercado y las posibilidades de  ingreso de cada  bolsillo ¿ .  Y lo decía a propósito de un caso concreto de estudiantes que se endeudaban para seguir  odontología en la U. de Chile,  y que a sus treinta años ya tenían una deuda  entre 30 y 40 millones de pesos. O del dato de que en Chile, el aporte familiar para financiar la educación superior es del 73% del total. En cambio, en la tan mentada OCDE,  ese aporte llega al 16%.

 

La verdad de las cosas es que uno podría decir que sí, que es muy posible que durante cierto tiempo una buena parte de la sociedad chilena se olvidó del destino y la suerte de los otros.  ¿Motivos? Variados de seguro. Temor, miedo a perder el trabajo, sufrimientos familiares, pero también la interiorización del consumismo y el egoísmo individual, de la competencia por el brillo externo  y el supuesto ascenso social,  la privatización de su existencia personal y  cívica promovida por el ideologísmo neoliberalista y los  medios de comunicación. Eso terminó por afectar seriamente el vínculo social.  

 

La novedad de los movimientos del presente, entre otras cosas, reside justamente en la lenta recuperación de la conciencia ciudadana y protagonista de una buena parte de la sociedad civil que, al parecer, vuelve a  percatarse que –más allá o acá de representaciones varias-,   ella es el soberano final en la toma de decisiones que afectan el destino de los asuntos comunes, y no lo que diga el mercado bursátil o las transnacionales.     Y entonces, lentamente, empieza a exigir un lugar más importante en la dirección de la vida en común. 

 

También, además del modelo económico concentrador,  se ha olvidado de los chilenos  el novedoso modelo “democrático-restringido ”, supuestamente representativo y  acomodado desde antes del año 90 a los intereses del poder dominante.  Un modelo  que se ha mostrado incapaz  -hasta ahora-  de garantizar el acceso más o menos igualitario  a derechos sociales básicos.  Pero no solo eso. Dentro de los márgenes del mercado autorregulado de base capitalista que  gobierna , se deja muy poco tiempo para dedicarse a la vida cívica, y muy pocas cosas para  decidir en conjunto.  Afectándose de manera fundamental las posibilidades reales de un ejercicio ciudadano democrático. Esta situación se ve confirmada por ejemplo en los resultados del último Informe Anual de Latinobarómetro (2010). Cuando allí se pregunta si las privatizaciones han sido beneficiosas para los países, sólo un 36%  en promedio general responde afirmativamente: un 34% para los chilenos; un 30% para los argentinos.  Cuando se indaga por la satisfacción con los servicios públicos privatizados, sólo un 27% de los chilenos contesta por la afirmativa. Cuando se pregunta si la distribución  de la riqueza es justa o muy justa, sólo un 12 % de chilenos y argentinos contestan positivamente. Y sin embargo, las derechas dentro y fuera del gobierno   sigue equivocando su diagnóstico respecto  a lo que está pasando y hacen oídos sordos: se trata de “inútiles y subversivos”; de “endemoniadas y pollerudos”; del país de “las barricadas y la violencia”, versus  el país de los que “trabajan y son tan pacíficos, buenos  y dialogantes”, de “sacar a los militares a la calle”, y un largo rosario

 

Es el desierto de los argumentos y las razones. Y cuando ello sucede entonces la política se esfuma y queda el poder desnudo, con su cuota diaria de violencia, manipulación y amenaza.   Las minoritarias elites de poder económico-político han construido un país y una legalidad para ellas mismas, a su medida; al resto nos queda arreglárnosla como podamos para sobrevivir. Y si no somos suficientemente útiles  o muy “caros”,  entonces se importara a  quienes necesiten trabajar por cualquier paga desde otros países.  Para esa elite  nacional-transnacional, somos ciudadanos “desechables”.  Por eso mismo la reacción de las derechas y los poderosos no va más allá de la descalificación,  la represión o la manipulación mediática. Porque, como dijera  Primo Levi  “El privilegio, por definición, defiende y protege al privilegio”.

 

 

 

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