Se preguntaba un profesor en una conocida emisora de radio hace algunos días. Y lo decía a propósito de las enormes dificultades que tenemos la mayoría de los chilenos para acceder a bienes sociales fundamentales como educación, salud, vivienda, pensiones adecuadas, o un medio ambiente no contaminado.
Ese profesor se lo preguntaba porque no lograba comprender cómo una sociedad y sus instituciones, se mostraban incapaces de satisfacer el acceso igualitario a esos bienes comunes a niveles de humana dignidad para todos sus ciudadanos, tan chilenos unos y otros. Y esto después de tantos años de prédica ideológica a favor de los ricos, del crecimiento, las multinacionales y el chorreo. O, dicho de otra forma, por qué esos bienes sociales tienen que quedar al acaso del impersonal mercado y las posibilidades de ingreso de cada bolsillo ¿ . Y lo decía a propósito de un caso concreto de estudiantes que se endeudaban para seguir odontología en
La verdad de las cosas es que uno podría decir que sí, que es muy posible que durante cierto tiempo una buena parte de la sociedad chilena se olvidó del destino y la suerte de los otros. ¿Motivos? Variados de seguro. Temor, miedo a perder el trabajo, sufrimientos familiares, pero también la interiorización del consumismo y el egoísmo individual, de la competencia por el brillo externo y el supuesto ascenso social, la privatización de su existencia personal y cívica promovida por el ideologísmo neoliberalista y los medios de comunicación. Eso terminó por afectar seriamente el vínculo social.
La novedad de los movimientos del presente, entre otras cosas, reside justamente en la lenta recuperación de la conciencia ciudadana y protagonista de una buena parte de la sociedad civil que, al parecer, vuelve a percatarse que –más allá o acá de representaciones varias-, ella es el soberano final en la toma de decisiones que afectan el destino de los asuntos comunes, y no lo que diga el mercado bursátil o las transnacionales. Y entonces, lentamente, empieza a exigir un lugar más importante en la dirección de la vida en común.
También, además del modelo económico concentrador, se ha olvidado de los chilenos el novedoso modelo “democrático-restringido ”, supuestamente representativo y acomodado desde antes del año
Es el desierto de los argumentos y las razones. Y cuando ello sucede entonces la política se esfuma y queda el poder desnudo, con su cuota diaria de violencia, manipulación y amenaza. Las minoritarias elites de poder económico-político han construido un país y una legalidad para ellas mismas, a su medida; al resto nos queda arreglárnosla como podamos para sobrevivir. Y si no somos suficientemente útiles o muy “caros”, entonces se importara a quienes necesiten trabajar por cualquier paga desde otros países. Para esa elite nacional-transnacional, somos ciudadanos “desechables”. Por eso mismo la reacción de las derechas y los poderosos no va más allá de la descalificación, la represión o la manipulación mediática. Porque, como dijera Primo Levi “El privilegio, por definición, defiende y protege al privilegio”.