Así denominaba el gran R. Matta aquello que iba más allá de los hechos medibles físicamente, o físicamente conformados. Es decir, lo que pudiera llamarse hoy “relato” o la metafísica del poder.
En el presente, vemos que el gobierno no quiere ir más allá de la física del poder, es decir, del uso de la fuerza, como principal sinrazón custodia del orden establecido. La represión del día jueves 4 de agosto nos retrotrae a tiempos oscuros del país: están en juego niños y jóvenes. Y aunque pudiera pensarse que están equivocados, no merecen este trato de parte de las fuerzas policiales. Los niños no son solamente objetos del mundo mercantilizado para su “día”. Merecen consideración y respeto siempre.
Decimos orden establecido, y no necesariamente legal, porque la represión de la expresión ciudadana organizada u espontánea, su acceso a las calles públicas, estaría garantizada en la propia Constitución. Sin embargo, el poder político usa la fuerza y el amedrentamiento para no escuchar razones y con esa fuerza cae sobre jóvenes que hasta hace poco eran el presente y futuro de Chile. Y ahora son pues, cuasi delincuentes. Casi como en aquellos viejos tiempos añorados por algunos del pinochetismo.
Todos aquellos que se oponen al orden establecido; aquellos que quieren ejercer sus derechos ciudadanos, son sospechosos. Es el problema de la derecha chilena: su apego incondicional a su propio orden de cosas y su propia interpretación de ese orden, en cuanto los favorece, y si no, atenerse a las consecuencias. Es decir, cada vez que el soberano quiere recuperar una parte importante de su protagonismo, entonces se pone en peligro el tinglado actual y frente a ello, el recurso es la fuerza o la intimidación. Al parecer lo que necesitamos frente a lo que está pasando es más democracia, y no menos (tendríamos que aprender de lo sucedido en Noruega).
Da la impresión que eso es lo que están demandando distintos sectores en el país. El problema es que más democracia para la elite en el poder, puede implicar ceder cuotas importantes de ese mismo poder. Con lo cual vuelve a quedar en claro que de un modo u otro el sistema político nuestro tiene sus limites en los intereses de los más poderosos, y no, en los deseos, necesidades y demandas de los ciudadanos.
La patafísica de este gobierno y la derecha es muy limitada: orden, autoridad y tranquilidad por sobre todo. Que no exista cuestionamiento, ni critica ni conciencia social. Que no exista participación de parte de la gente, sino que se dediquen a trabajar en lo que puedan y que no se quejen si sus condiciones de vida no son buenas o adecuadas, lo que importa es el crecimiento económico. La patafísica de la elite de poder es el orden natural de las cosas sacralizado. Es decir, la sacralización de las desigualdades; de la concentración de los poderes; de las jerarquías y el paternalismo como discurso político y acción moralizante: los dueños del país somos nosotros (y por supuesto, no los estudiantes). Cuando esa retórica no funciona entonces viene atrás la represión. Por eso hemos dicho que no tenemos aun una democracia real, republicana e igualitaria, donde la palabra de los ciudadanos organizados sea la última palabra valida para dirimir los principales temas y cursos de acción que nos afectan a todos.
Si la educación es un bien público y social, como lo es, y no uno de consumo, entonces su diseño, su orientación normativa, sus formas de financiamiento tendrían que ser deliberados y decididos por el conjunto de la ciudadanía en función también, del tipo de sociedad en la que desean vivir. Sin embargo, la elite de poder no está dispuesta a poner en discusión esos temas más estructurales (aunque la voz de las encuestas le sea enormemente adversa). Por eso lo que ellos llaman “ democracia” es en realidad, el orden (promovido por ellos mismos) que protege sus intereses particulares.
Tengo la impresión que, demandas más o demandas menos, esto es lo que está tras la conciencia ciudadana crecida y expresiva en estos meses. No tanto asuntos de organización o de recursos técnicos, sino el deseo traducible en derecho de ser protagonistas en la definición de los rumbos que se quieren para nuestra educación general. La aspiración de que sus propuestas respaldadas mayoritariamente (por ejemplo, mediante plebiscito vinculante), sean las asumidas por el gobierno.
Por aquí va la “solucionática” que a veces algunos lectores nos reclaman. Es decir, no hay soluciones preestablecidas sacadas de algún sombrero mágico que ya lo sabe todo de antemano. Una democracia real, republicana e igualitaria es la “solucionática”, no en el sentido de saber ya todo lo que hay que hacer, sino en tanto y cuanto abre los espacios adecuados para una deliberación conjunta de los ciudadanos, de su razón y su corazón, en torno al tipo de país y sociedad en que queremos vivir, y por tanto, de cual es el modelo educacional y formativo más adecuado para lograr el ideal al que se aspira: ¿la tecnología al servicio de la política? Así es. ¿La economía orientada por la política?. También. ¿Las instituciones al servicio del interés general?, Como no. Es decir, necesitamos otra patafísica, una que tenga a la decencia, la justicia y el bien común como sus nortes primordiales y subordine a ellos mediaciones y realizaciones. ¿Será esto mucho pedir o algo subversivo?.