Hoy por la mañana alguna prensa, -no encontrando nada que decir a propósito del enésimo descalabro de las Bolsas planetarias-, tituló: “La economía estadounidense creó 117 mil empleos en julio”. ¿Y ahí? Si se trataba de encontrar algo que le levante el ánimo a Piñera y a Larraín, su ministro de Hacienda, se quedaron cortos.
Como suelo repetir que las Bolsas y la economía sólo tienen una lejana relación, no voy a decir que esto es un acabo de mundo. No lo es. Sin embargo, la Bolsa de Londres cayó ayer en un -3,43%. Para no ser menos la de Frankfort se zambulló de un -3,40%, el índice CAC40 de París bajó en un -3,90%, el madrileño IBEX35 fue de culo en un -3,89% y el de Milán en un patético -5,16%. Wall Street, que suele aminorar los efectos de las Bolsas ancilares (del latín Ancilla: esclava, sierva), esta vez también se fue de espaldas porque el Dow Jones reculó en un sólido -4,31%, el índice S&P de un -4,78%, y el Nasdaq, que acoge las tecnologías de punta, perdió nada menos que un 5,08%. Es impresionante como reina la confianza en el eficiente mundo neoliberal, que hace y deshace con la economía occidental.
Como el jueves negro no hace sino continuar una tendencia de varias semanas y el día de hoy no trajo sino más caídas (París: -1,26%, Frankfort: -2,78%, Tokio: -3,72%, Hong Kong: -4,29%, Nasdaq: -2,39%, Dow Jones: -1,30%) uno concluye que la credibilidad de Barack Obama, la del presidente de la FED Ben Bernanke y la de Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, andan por ahí con la de un cierto Sebastián Piñera que comienza seriamente a inflárselas a sus aliados de la
Ben Bernanke, -conocido como “Helicopter Ben” porque en un discurso que pronunció en 2002 anunció que la solución para la deflación consiste en tirar billetes de US$ 100 desde un helicóptero-, es tratado de payaso (clown) por los analistas yanquis. Entre otros porque desde su “helicóptero” solo le tiró dinero a Wall Street. Criticar al pobre Jean-Claude Trichet sería como dispararle a una ambulancia: baste con saber que se trata de un cretino patentado. En cuando a Barack Obama, se está poniendo al nivel de Piñera: si sigue así, pronto vamos a echar de menos a George W. Bush.
En fin, que el jueves fue negro no sólo por lo de las Bolsas, sino también por la miopía del gobierno de los empresarios que sucedió a los gobiernos de los palos blancos. Una de las más grandes demostraciones de espíritu cívico que hayan hecho los chilenos en 38 años (dos manifestaciones y una sonajera de cacerolas) fue reprimida con saña. Si Hinzpeter quería explicar las razones de la eliminación de los cursos de educación cívica por parte de la dictadura, aplicó a la letra eso de “la letra con sangre entra”. Uno se pregunta dónde va a aprender esas cosas este Hinzpeter, y no osa imaginarlo bajo pena de excomunión.
Lo que ningún jungführer percibe es que lo único que logran es darnos la razón: esta institucionalidad no da para más. Todas sus maniobritas cortas de vista ponen en evidencia que quienes han mangoneado el país de 1973 en adelante, y hasta el día de hoy, están convencidos de que el pueblo chileno forma parte del paisaje.
Se equivocan gravemente. La única fuente legítima del poder y de las instituciones reposa justamente en el pueblo que desprecian. Ellos lo saben. Por esa razón, de 1973 a 1989, y luego de 1990 a nuestros días, unos y otros han hecho lo imposible para alejarlo de las decisiones que le conciernen. Represión primero, consensos de cogobierno luego, represión de vez en cuando y de cuando en vez, sordera, arrogancia, autismo y menosprecio siempre.
Pero la física y los pueblos tienen eso de diferente con el cuentito para subnormales que es la economía: que las mismas causas generan siempre los mismos efectos. De ahí que llegásemos, una vez más, a un Black Thursday.
¡Quien hubiese imaginado que Piñera iba a ser nuestro Napoleón III…!
Quieras que no, la única salida es la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Para que el pueblo de Chile se represente a sí mismo y decida soberanamente de las leyes que quiere darse. Comenzando por una Constitución democrática.