Enero 2, 2025

El “Dieciocho Brumario” de los muchachos de Chacarillas

piera_longueira500

piera_longueira500Acabo de leer el artículo de mi amigo José Bengoa y comparto plenamente su indignación respecto al atropello de la memoria histórica de élites en el poder. Es indignante que los “niños de la escuela de Pinochet” hayan tomado, por medio de un golpe de timón, el poder, casi absoluto, del gabinete ministerial. Esta situación es la resultante de la miserable traición de aquellos que dirigieron la Concertación y se confabularon para co-gobernar con los herederos del tirano Augusto Pinochet.

 

 

 

Nuestro “Napoleón el  pequeño” para parafrasear a Carlos Marx, el actual presidente tuvo también su Dieciocho Brumario, pero al revés: los coroneles-arzobispos de la iglesia fascista, a la española, se confabularon para copar los cargos más importantes del gabinete ministerial; desde comienzos de este período de sucesivas transacciones – 1989 hasta hoy – la trilogía – Joaquín Lavín, Andrés Chadwick y Pablo Longueira – profesaba una marcada antipatía al supuesto liberalismo de Sebastián Piñera y de  la llamada “patrulla Juvenil”.

Nuestro Napoleón criollo, como su congénere francés, le hubiera gustado gobernar sin los partidos e, incluso, crear su propia corte imperial, dirigida por su gran amigo, Rodrigo Hinzpeter, y un grupo empresarios, gerentes del retail y su compañero de la “patrulla”, Alberto Espina. Al final, este gabinete ideal, con metidas de pata a raudales y un populismo exacerbado, iba a terminar, como en realidad ocurrió, en una debacle política, que se expresa en una crisis de representación y niveles jamás vistos de rechazo popular.

Los coroneles-arzobispos de la UDI fueron preparando, con mucha paciencia, el golpe de gracia, que les permitiría tomar el poder del  gabinete. No era difícil combatir a los tecnócratas – cabeza de huevo- con un gobierno más solitario que “Toribio el náufrago” y con un jefe de Estado megalómano y “lacónico”, que no soportaba que alguien le hiciera sombra, encontrarse de la noche a la mañana convertido en un presidente, propio de la república parlamentaria – “una piedra en el camino”- como se les motejaba en la república plutocrática (1891-1925).

Muchos sospechan que Pablo Longueira, producto de este “Dieciocho Brumario” al revés, se convirtiendo en el propietario del poder: una especie  de primer ministro, donde el presidente de la república es una figura decorativa. En el presidencialismo se conocen pocos casos en que un ministro tenga más poder que el monarca de turno. Recuerdo a Diego Portales, quien hacía lo quería con el vicepresidente José Tomas Ovalle: “el uno cubiletea y, el otro, firma no más”, como decía un Diario caricaturesco e la época. Es de esperar que su Excelencia no sea sometido a semejante situación.       

Los partidos de derecha, por su carácter individualista, tienden a dividirse en fracciones personalista, razón por la cual están muy mal preparados para gobernar en democracia. Tanto Jorge Alessandri, como Sebastián Piñera, despreciaron  a sus partidos de apoyo: el primero, a liberales y conservadores y, el segundo, a Renovación Nacional y a la UDI. A partir de este “Dieciocho Brumario”, la situación ha cambiado radicalmente: el presidente de la república se convierte en subordinado del partido más orgánico y autoritario del esquema político chileno- la UDI -.

A pesar de haber fracasado en la cartera de Educación, al igual como le ocurrió en la municipalidad de Santiago y en la candidatura a senador por V Región, Joaquín Lavín, uno de los miembros de esta “santísima  trinidad, sigue siendo el candidato de la UDI para las presidenciales de 2014, protegido por el “todopoderoso” prohombre, Pablo Longueira.

Con tanto bonapartismo de “chaqueta roja”, comenzábamos a olvidar que, al fin y al cabo, los partidos políticos de apoyo terminan por dominar al presidente de la  república. Esta realidad fue una constante en el Chile republicano (1938-1973); por ejemplo, el CEN radical hacía lo que quería con Pedro Aguirre Cerda, con Juan Antonio Ríos y con Gabriel González Videla – algo similar ocurría con los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende- por cierto, los partidos estaban relacionados con la sociedad civil y no divorciados, como en la actualidad.

Más allá de la apariencia, en el período de la Concertación, el eje PS-DC ha tenido un dominio notorio en los diversos gobiernos de este conglomerado, a pesar de que están prácticamente divorciados de la sociedad civil y su militancia ha disminuido al mínimo.

La experiencia de un gobierno, bajo el estado de derecho, dirigido por un partido de carácter autoritario y  un líder populista, dotado de audacia y decisión, es bastante inédita en nuestra historia política. La vuelta, ahora maduros,  de los muchachos de Chacarillas, sobre todo en un cuadro de crisis política y de representación, puede conducirnos a una regresión autoritaria, esta vez recubierta de un populismo, muy similar al falangismo español, de Primo de Rivera. Nada peor que el matrimonio entre el Opus Dei y el populismo de derecha.     

Rafael Luis  Gumucio Rivas

21 07 2011

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