
En el mes de abril,
En este número, Anales toca un tema que forma parte del mito fundacional de los chilenos: la eterna lucha entre las serpientes Caicai y Trentren. Cuenta el mito, que cuando la primera despertó de su sueño, se enojo por lo mal agradecidos que habían sido los humanos por lo que les daba el mar. Usó su cola para golpear el agua, iniciando un cataclismo que empezó a inundar el territorio, para llevarse toda la vida terrestre al fondo del mar. Tretren, decidió ayudar a los humanos, ayudó a escapar a los habitantes y a los animales a los cerros, sobre ella; a los que se ahogaban los transformó en peces y mamíferos marinos; a los que eran atrapados por las olas los convirtió en aves para que escaparan volando.
Este primer número, se toca un tema que, como pueblo, nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia. Como dijo Sonia Montecinos, directora de la revista, “es un asunto estructural, que siempre nos ha acompañado y que nos acompañará indefectiblemente, pese a nosotros, se trata de nuestro habitar en medio de fallas geológicas y fracturas, de terremotos, maremotos y temblores. Una condición que nos remece y que ha sido hablada como el país de la tierra inquieta en palabras de Benjamín Subercaseaux, y que sin duda constituye un tema insoslayable, un campo de acción y reflexión transgeneracional, simultáneamente genealógico y geológico”.
Una de las conclusiones importantes de este número de Anales, es que lo que realmente se sacudió esa madrugada del 27 de febrero no fueron solamente las estructuras, sino que fueron los fundamentos de los lazos sociales de los habitantes de las regiones afectadas por la catástrofe. En febrero, me toco realizar la cobertura de la conmemoración del terremoto en terreno, viajando y haciendo entrevistas a los habitantes de Dichato, Cobquecura, Concepción y Talcahuano. Pude constatar personalmente, que el mayor dolor no solo estaba en la pérdida de la casa, sino que en la destrucción de los recuerdos, de las fotos y de la pérdida de familiares y/o amigos. Supe de un coro de Talcahuano, que junto con perder sus casas, perdieron sus partituras, sus ensayos lo que les provocaba una sensación de angustia, soledad, abandono y sentían el dolor de las ausencias.
Cada catástrofe que asola nuestra tierra, sirve para que el Estado asuma su rol frente a la sociedad y mejora la institucionalidad que funciona bien, hasta el próximo terremoto.
Lo importante es saber que nosotros seguiremos viviendo terremotos, erupciones volcánicas y maremotos a lo largo de nuestra vida. Lo interesante, es aprovechar la experiencia para crecer como personas, porque cuando se viven momentos tan difíciles, se produce un reordenamiento de los valores y del instinto de supervivencia porque tal como dice Faride Zerán en su artículo “Literatura sísmica para leer entre replicas”, la oportunidad de no morir, exige examen de conciencia.