Faltan las palabras. Hay palabras que fallan. Hay zonas oscuras por cuyos recodos las palabras que hay resbalan. Las palabras esperadas no se pronuncian. Hay voces mudas. Muchos actores supuestamente públicos y repúblicos callan o se acomodan a la torsión dominante, torsión que tiene convertidas las palabras políticas en una especie de sacacorchos triturado por la máquina moledora de carne.
Hoy y los días que van pasando y que vienen sentimos una agitación soterrada y profunda y poderosa, como un terremoto y marepoto, inquietud que conmueve nuestra actualidad más inmediata y particular de estudiantes y profes, de gente que está en el drama de lo que se llama educación en nuestro país de nombre Chile. Es tan sólo un aspecto, una cara, una esquina de las cosas que nos acosan en este recodo del espacio y del tiempo en el que parecieran exhibirse la inocultable purulencia, las vergüenzas podridas de nuestro amado país chileno en estado no sólo de corrupción política y moral, sino de mera, simple y cuasi natural putrefacción y pulverización.
Por cierto que resulta público, repúblico y notorio que lo que se llama educación en nuestro Chile se encuentra en estado de agonía. Este paro de la educación chilena es un paro cardíaco. Desde hace mucho, más de 40 años, los supuestos responsables públicos del tema han encontrado refugio en las poltronas de la irresponsabilidad política, hoy en día asegurada por un sistema corrupto aparentemente inamovible. Tales repúblicos sujetos pronuncian la palabra “educación” y hasta pueden ocupar el cargo de ministros del ramo, pero la desdicha palabra nadie sabe para dónde indica ni de qué con ella se trata y se retrata.
Palabras vaciadas de sentido, gorgorismos desdentados, sonoras gárgaras de elocuencia enmudecida. Tal la palabra cultura, así la palabra democracia; tal la palabra república, así la palabra justicia; tal la palabra estado, así la palabra derecho; tal la palabra igualdad, así la palabra educación. Palabras que suenan como tarro, tal como está sonando todo el país chileno, enteramente doblegado al neocapitalismo transnacional desde el régimen militar y su perfeccionada continuación en los gobiernos prostitutos de la concertación contra la democracia que culminan en el actual gobierno de los gerentes y suputados dueños de Chile, un hermoso país cuyos verdaderos dueños en realidad somos nosotros, los estudiantes y los profes, nosotros, los trabajadores y trabajadoras, todos los chilenos y chilenas, la nación, el pueblo, las naciones chilenas y mapuches, la cultura real, histórica y profunda que somos y que los suputados dueños de Chile pugnan por desplazar, destruir, extirpar, borrar de la faz de nuestra castigada faja de tierra.
Hay una puta palabreja resbalosa y sibilina que pareciera quedar instalada en una como ciudadela aparentemente inexpugnable, una palabrota mentirosa y vergonzante que suena como si significara un ejemplo ejemplar, un harmonioso esquema perfecto e intangible. Es la palabra “modelo”. Todos sabemos que con este vocablo perverso se mienta un régimen político-económico establecido por el régimen militar y perfeccionado, ampliado, extendido y consolidado por los llamados gobiernos transitorios que han prolongado esa tiranía criminal hasta el presente. El modelo que nos sujeta y amarra con sus leyes de amarre, que nos ahoga y sofoca en la desigualdad y la injusticia, en el abuso repúblico y la extorsión privada no es otro que la transnacionalización integral de Chile, la plenaria desnacionalización de nuestro país: la enajenación completa de sus recursos mineros y energéticos, forestales y pesqueros, acuíferos, comunicacionales y humanos. En el torbellino de la enajenación integral de nuestro país flota y reflota como una escoria el así llamado sistema de educación nacional. Sistema perverso y enteramente enajenado, alienado en la frenética carrera de la generación maníaca del beneficio lucrativo a base del abuso, la extorsión y la trata de una población cautiva y creciente de educandos cuyo único destino moral, cultural y profesional es la condición de deudores vitalicios.
Actualmente en Chile el sistema de educación nacional, en todas sus facetas, primaria, secundaria, superior, profesional, pública y privada, configura un mecanismo rudimentario cuyo principal rendimiento es la trata (similar a la trata de esclavos y a la trata de blancas) y la extracción y extorsión de fabulosas ganancias a costa de una población miserable condenada al analfabetismo, la televasión, la mediocridad, la sumisión y el consumismo.
¿Cómo se puede revertir tal perversión? Creo que sin el desmontaje del siniestro modelo, sin la renacionalización radical de Chile, sin la reconstitución del Estado y la República chilenos, sin la derogación de las leyes de amarre y la denuncia de la espuria Constitución Política que nos rige, sin el restablecimiento de la autonomía del Estado frente al poder omnímodo del neocapitalismo transnacional, sin la recuperación de la decencia pública y privada, sin la transformación radical y cabal del régimen perverso que nos estrangula, sin todo ello será muy difícil avanzar siquiera un palmo en la regeneración de un sistema nacional de educación que pueda fundarse en la justicia, la integridad y el imperio de la moral y la ciencia, la cultura y la técnica, el saber y la creación, el bien político, la libertad ciudadana y la decencia.
¿Contra qué bloque de hielo corremos a estrellarnos todos los pingüinos? ¿Quiénes son las autoridades autorizadas para administrar el agua, la energía, la electricidad que necesita la educación nacional de Chile? ¿Hasta dónde y cuándo, hasta qué límite puede continuar expandiéndose la corrupción, el abuso, la trata, el fraude, la compraventa prostibularia de futuros imaginarios que alhajan los infinitos pasillos que conducen a la fosa común?
En mi condición de ciudadano santiaguino, de profesor y escritor, de antiguo estudiante privilegiado por la educación pública chilena anterior al advenimiento del régimen actualmente imperante, sólo me cabe postular en esta impetración la transfiguración radical del sistema político-económico que nos mantiene cautivos, la emergencia de fuerzas sociales y políticas que asuman con inteligencia y coraje la reforma integral del orden predominante, con el propósito inquebrantable de iniciar la reconstitución y regeneración de nuestra república chilena actualmente enajenada y sometida a las acciones criminales del neocapitalismo transnacional.
MVN
Texto preparado y leído el (miércoles 15 junio 2011, U.ARCIS, en la víspera de la jornada nacional del jueves 16.