Francisco Carmona Soto, Presidente honorario y creador del centro Chileno Venezolano de Cooperación Cultural Simón Rodríguez, nos dejó el domingo 29 de mayo que recién pasó.
Su vínculo con Venezuela nace tras el golpe de Estado de 1973, país que lo recibió junto a su familia por cerca de 10 años.
Allá se contactó y conoció a miles de chilenos que habían partido al exilio, participando en la Casa Chile y en múltiples actividades para impulsar el retorno a la democracia.
Junto a su esposa Liliana Schönffeldt, abrieron las puertas de su hogar para recibir solidariamente a muchos chilenos que llegaron a Venezuela. En su casa se compartían largas jornadas de conversación, rica comida y el vino Carschön que Pancho preparaba, basado en una receta que hicieron algunos italianos durante la II Guerra Mundial.
Aunque forjó muchas amistades y conoció sus lindas playas, le costó acostumbrarse a Venezuela por lo que vivió con las maletas listas para poder a volver a Chile.
A fines de 1984, decide junto a su familia, regresar al país que tanto amaba. La travesía para volver la realizan en auto y en un viaje que se prolongaría por un mes, pasando por Colombia, Ecuador y Perú, antes de llegar a Chile que estaba en plena dictadura.
Tras su llegada, sufre la detención por parte de la CNI, la policía secreta de Pinochet que lo mantiene cerca de una semana bajo torturas en algún lugar desconocido, sin que nadie supiera de su paradero.
La presión de las autoridades y amigos desde Venezuela, de sus amistades en Chile y de la labor su esposa Liliana, permitieron que pasara a la Cárcel Pública donde optó por quedarse con los presos comunes, antes que los presos políticos, ya que para él era acusado injustamente por pensar distinto.
Tras quedar en libertad, participa de lleno en la formación del Centro Chileno Venezolano de Cooperación Cultural Simón Rodríguez, entidad que dirigiría durante años, labor por la cual fue nombrado su presidente honorario.
En esta institución organizó actividades solidarias, artísticas, homenajes y encuentros donde se fortalecieron vínculos entre ambos países y se potenciaron amistades de muchos de los que participan hoy en el Centro.
Al igual que las puertas de su casa, que siempre estuvieron abiertas para recibir a quien acudiera, en vida agradeció las puertas que le abrió Venezuela para recibirlo, vivir y soñar, no sólo a él sino a muchos chilenos que tuvieron que salir del país durante la dictadura.