Mientras que las elites binominales comienzan a vivir la crisis de legitimidad, el movimiento estudiantil y el de los trabajadores subcontratistas del cobre desarrollan la unidad en la acción y son portadores de soluciones promisorias.
El dirigente estudiantil de la ACES, Alfredo Vielma, expresó que marcharían juntos. La idea —manifestó— “es pedir que más recursos obtenidos por la explotación del cobre se destinen a mejorar la educación”.
Y para hacerle honor a la Historia (la de las luchas sociales), a este tipo de alianza táctica para acumular fuerzas, allá por los 60, la llamábamos la Unidad Obrero-Estudiantil. Hoy vemos cómo, de la manera más natural, en momentos de exigencias democráticas y de oposición a las políticas neoliberales del Gobierno de Piñera, reaparece el estribillo: “Adelante, adelante, trabajadores y estudiantes …”
La idea de esta marcha es valiosa. Ahí hay un propósito claro, firme y orientador: para financiar la educación pública y gratuita hay que renacionalizar el cobre. Y para hacer cambiar las cosas y la vida, hay que reagrupar fuerzas transformadoras.
Y son ideas como éstas las que hacen avanzar a las sociedades. Propuestas simples, salidas de la percepción de los actores socio políticos con vocación y voluntad de cambio remecen directamente las formas de hacer política de las elites dominantes, de la partidocracia binominal, de las cúpulas sindicales y de “cierta” izquierda que no constata el potencial transformador de los que producen la riqueza social inmersos en relaciones sociales capitalistas de explotación.
El discurso de la” transversalidad progresista” y de las Terceras vías” considera al movimiento trabajador y sindical como un sujeto sociopolítico más en la transversalidad y pluralidad de sujetos políticos que luchan por el “reconocimiento”.
Capitalismo tardío, sociedades postindustriales o postmodernas, para el caso da lo mismo. Sin trabajo humano, ni producción, ni plusvalía acaparada que se inscribe en los mecanismos de la explotación capitalista misma no hay ni mercancías, ni riqueza, ni ganancias. De ahí que el olvido del potencial transformador de la clase trabajadora en un análisis serio de la situación política es un grave error que conduce a desilusiones y a callejones sin salida.
Sobre todo, si nos declaramos anticapitalistas, es grave.
Y si ésta no se” indigna”, como los otros movimientos, hay que tratar de entender los motivos. Y en cada país son diferentes. En Egipto Y Túnez, por ejemplo, los trabajadores estuvieron y están ahí. Y desde antes.
Lo importante de estas propuestas y alianzas sociales de impacto táctico y con perspectiva estratégica (como la de los trabajadores del cobre con los estudiantes) es que retoman el hilo histórico de la lucha por la emancipación. Y las razones para reivindicarla, bien lo sabemos, hoy no faltan. Todo lo contrario, son de más peso que antes, pese a los anuncios del Fin de la Historia. La de ellos. No la nuestra.
Muchos son los factores que impiden que la clase trabajadora juegue un rol en los procesos de cambio en el país.
Un somero análisis no puede ignorar lo siguiente. El primero, lo sabemos es el neoliberalismo. Éste es más que un modelo económico autoritario que le entrega todo el poder a las empresas y a los mercados. El neoliberalismo es un proyecto político ofensivo para aplastar al movimiento sindical y trabajador. De manera sistemática y permanente con el objetivo de recomponer las tasas de ganancias y/o aumentarlas. Chile es un ejemplo clásico, de manual de Economía Política 101.
Es la razón que explica el tipo de leyes laborales que existen hoy y que buscan individualizar el trato empresario-individuo trabajador. Y cada vez que la clase empresarial quiere imponer sus criterios de “flexibilidad” y “productividad” busca impedir también la organización sindical. Y el sistema de subcontrataciones tiene por objetivo debilitarla y, al mismo tiempo, aumentar las tasa de ganancias. Podríamos seguir …. basta con leer los informes de la OIT o de cualquier federación o central sindical.
El neoliberalismo es un instrumento político que busca atomizar y doblegar la capacidad de resistencia a la explotación de los trabajadores. Además de Impedir sus luchas por mejores condiciones de vida. Incluso las “negociadas” con los empresarios. No obstante, va más lejos: intenta frenar toda iniciativa que los transforme en un movimiento político con capacidad transformadora.
El otro factor, menos evidente porque se da aires de certeza intelectual sociológica, son las teorías que plantean que debido a que los trabajadores, ya sea porque están integrados al sistema, o son manipulados por las jerarquías sindicales o debido a su falta de organización (lo que es una tautología) ya no son actores promotores de cambio social ni de revoluciones. De ahí que se les invisibiliza sistemáticamente. E ignora también el factor producción. Y al hacerlo se legitima al capitalismo como único sistema posible.
En este sentido, uno de los mecanismos que usa el capital y la clase patronal para lograr tales objetivos es favorecer la emergencia de cúpulas sindicales funcionales que desvirtúan las luchas y obstruyen el desarrollo de la capacidad organizativa de los trabajadores, con el fin de impedir la aparición de la consciencia de clase.
Ahora bien, hay momentos en que las luchas de los trabajadores (subcontratistas del cobre en este caso) y de los otros movimientos sociales (como el estudiantil), se articulan y convergen hacia objetivos políticos superiores. Cuando pasa, estamos viviendo acontecimientos extraordinarios.