Es importante en períodos de movilizaciones sociales conversar francamente acerca de los diversos pensamientos de Izquierda. Este intercambio de ideas sin tapujos políticos con Salvador Muñoz Kochansky, Presidente del Partido de Izquierda, busca aclararnos entre quienes queremos construir una auténtica alternativa de Izquierda para Chile.
Leopoldo Lavín Mujica: Salvador, tienes 25 años y eres cientista político. Fuiste Coordinador de la campaña presidencial de Jorge Arrate…
Sí, con Arrate empezamos a trabajar cuando con un grupo de estudiantes nos tomamos la sede del PS –el 2008- en protesta por la aprobación de la Ley General de Educación (que es lo mismo que la LOCE) de parte del gobierno socialista de Bachelet y de todos los diputados socialistas. Marcelo Schilling (entonces Secretario General del PS) ordenó nuestro desalojo –de sus propios militantes- y terminamos más de 40 estudiantes universitarios detenidos. Arrate nos fue a ver a la Comisaría y desde ahí empezamos a trabajar juntos.
LLM: Salvador, has sido el Coordinador más joven de la historia electoral de Chile…
“Así dicen. Estuve con Arrate desde cuando la campaña no era oficial, hasta el 13 de diciembre. Nunca ondulé hacia otros candidatos. Mi trabajo por y con Arrate fue movido por la convicción de que era el mejor (y, en los meses finales, el único) candidato de la izquierda. Desde el término de la primera vuelta, sin embargo, hemos tomado caminos distintos. Hoy en PAIZ seguimos trabajando por (re) construir una Izquierda que sea capaz de levantar un nuevo bloque histórico para transformar radicalmente el Chile construido por Pinochet, los Chicago Boys y los gremialistas del Opus Dei”, afirma el joven dirigente
LLM: Bueno, vamos al grano con tu experiencia reciente. ¿Qué pasó en la campaña anterior donde muchos tuvimos la impresión que el debate de cómo actuar ante la Concertacion y Frei en segunda vuelta no fue hecho democráticamente en las bases o asambleas? Todo generó la impresión de que el objetivo hubiera sido capturar votos de izquierda en primera vuelta para que Jorge Arrate le endosara electorado de izquierda a Frei para segunda vuelta. También pareció que esa decisión fue apresurada y sin poner claramente encima de la mesa los puntos programáticos que el mismo Jorge Arrate había representado. Quedó la sensación definitiva de que nuevamente se retrocedía como izquierda a pesar de un hombre de la experiencia política de Jorge Arrate. ¿Cómo reaccionaste? Eso de “todos contra Piñera” o contra la derecha, pareció entregarle de facto entregarle un cheque en blanco al concertacionismo neoliberal ..
SMK: Pienso parecido a ti. Creo que esa decisión –quizás la más importante de la campaña si ésta no era concebida como un fin en sí mismo- no tomó en consideración a muchos sectores que participaron de la campaña. Fue una decisión tomada únicamente por la dirección actual del Partido Comunista y algunos ex socialistas. No sé si esta decisión estaba tomada previamente a la primera vuelta o qué motivaciones tuvieron para hacerlo como lo hicieron. Lo que sí sé es que se hizo de la peor forma que pudo haberse hecho. Producto de la decisión de apoyar obsecuentemente al candidato concertacionista, todo el trabajo por levantar una alternativa a las derechas que se hizo antes del 13 de diciembre, lo hemos tenido que empezar casi de cero después de la segunda vuelta. Un pilar fundamental para las fuerzas políticas que están emergiendo en este nuevo ciclo es la credibilidad. El 14 de diciembre la Izquierda hipotecó gran parte de su credibilidad.
LLM: ¿Por qué participan en Asamblea de Izquierda, qué es?
SMK: Participamos en la Asamblea de Izquierda junto con los compañeros de BRISA, G80, Unidad MPT, Red Ecológica y MAP porque pensamos que todo lo que podamos hacer nosotros solos es tremendamente insuficiente para conseguir nuestros objetivos. Necesitamos trabajar con otros grupos. Pero sólo juntar a los distintos grupos políticos tampoco resuelve nada. Necesitamos organizar a más personas y darle un espacio de participación a quienes quieren colaborar como independientes. Estamos en la Asamblea de Izquierda porque entendemos que el primer paso de (re) construcción política es con nuestros pares. Hemos tenido una buena experiencia de trabajo y ya estamos en condiciones de organizarnos y articularnos con más organizaciones sociales, territoriales y sectoriales. Tienen una plataforma o programa.
L.LM: Sin embargo en lo que respecta a declaraciones de principios teóricos (que tarde o temprano surgen), Salvador, te puedo decir con franqueza que en la Asamblea de Izquierda hay apreciaciones algo confusas. Hay quienes no ven al Estado como el instrumento político fundamental donde reside el poder de las clases dominantes. Es como si el poder político fuera algo difuso. Idea que me parece cercana de los movimientistas o posmodernistas. Y hoy vemos cómo el Estado se ha convertido en una correa de transmisión de los intereses monopólicos de los lobbys y las mineras, que reprime con sus organismos policiales las manifestaciones ciudadanas contra HidroAysén. Y les aplica la Ley Antiterrorista a los luchadores mapuche. Además, en todo bloque por los cambios, el rol de los trabajadores asalariados organizados es fundamental. El movimiento sindical es un sujeto clave en un proceso de transformaciones anticapitalistas, y éstas, cuando son realizadas en pos de un proyecto de desarrollo solidario e igualitario, inevitablemente conducen a enfrentarse al Estado puesto que éste mismo es el que ataca cuando ve amenazado el poder de la clase dominante en el plano político, social y económico (como en el golpe militar de 1973) (y hoy lo viven los compañeros mapuche). Y ya vemos lo que sucede cuando los trabajadores no están organizados en centrales democráticas y por consiguiente es la cúpula sindical colaboracionista la que impone su política, o cuando se encuentran amarrados a una ley laboral que les impide negociar realmente con el Capital. De ahí su estado actual de impotencia, pero eso no implica que los trabajadores no sigan siendo el motor del cambio, por supuesto en alianza con otros movimientos sociales anticapitalistas, ecologistas, feministas, estudiantiles y, en Chile con el pueblo y nación mapuche. Pero quienes tendrán un poder fundamental de decidir organizados qué tipo de sociedad construir, sin el Estado de clase actual y creando llegado el momento órganos de doble poder contrahegemónicos, como dicen Uds, son los trabajadores y trabajadoras en un sentido amplio y no restrictivo. Ya se hizo durante la Unidad Popular. En la época hubo un aprendizaje real de la democracia. Basta con ver ese documento fílmico extraordinario de Patricio Guzmán, La Batalla de Chile, para darse cuenta que, como dice el mismo director, Chile fue una Atenas proletaria porque vivió momentos extraordinarios que la historia oficial contada por los dominantes oculta y los renovados y reformistas prefieren obviar ese pasado de democracia de los abajo que nadie cita y que irrumpieron en la escena política a partir de la mitad de los sesenta. Me parece que son debates que hay que dar dentro de la izquierda, así como el de plantear un Gobierno de los Trabajadores como lo hace el Partido Igualdad. No son puro lujo o una pérdida de tiempo estas cosas. Pero estos debates hay que hacerlos con tesis y con tiempo; de manera documentada y democrática y en buenos términos entre quienes lo hacen para sacar lecciones de la historia. Porque sin ese ejercicio de debate contradictorio, a veces todos nos creemos propietarios de la verdad y acusamos a los otros. Y hoy puesto que un nuevo ciclo de luchas comienza, donde hay otros sujetos sociopolíticos con potencial de cambios conviene que la izquierda se fortalezca unida con debates bien hechos. Si se hacen bien, no hay que tenerles miedo…
SMK: Estamos de acuerdo con todos los puntos. Para empezar, ningún proceso de transformación social se puede gestar sin una de las principales fuerzas vivas de la sociedad: los trabajadores y las trabajadoras. Aunque hoy esa fuerza se encuentra adormilada por la inercia del modelo y una política de desmovilización sistemática que empezó en el año 1988, no es posible pensar en un sujeto transformador de la sociedad sin los/as trabajadores/as. El bloque contrahegemónico que estamos construyendo supone su concurso protagónico. Y para eso es necesario (re)crear un movimiento sindical que hoy no existe. Parte importante del brazo social de un proyecto de izquierda exige la reconstrucción del sujeto sindical.
También concordamos en que la transformación del Chile de Pinochet y la Concertación no es una tarea estrictamente de clase. Es una tarea de bloque histórico. Hoy estamos ante un bloque dominante sustancialmente más poderoso en lo económico, lo político, lo cultural y lo militar que el que se opuso y derrotó a la Unidad Popular. Para resistir su embate, primero, para disputarle espacios de poder, después, y para subvertirlo, finalmente, necesitamos articular en un único frente contrahegemónico a todos los actores que hoy son sometidos, arrinconados, marginados, acallados y subalternizados por este Chile hecho a medida de minorías concentradoras. La izquierda sólo puede ser una alternativa si alcanza a articular en un solo bloque al actor sindical, al estudiantil, al feminista, al de liberación gay, lésbico y transexual, a los pueblos originarios. Y quizás podríamos ir más lejos: el Chile actual se sustenta también en un modelo cultural de raíz confesional. Quienes no la comparten, las minorías religiosas, también son parte del bloque sometido. Mientras respeten las demandas de los otros actores sometidos, las minorías religiosas también serán bienvenidas en un bloque histórico contrahegemónico.
Finalmente, respecto a los modelos alternativos de democracia practicada por los sectores populares antes de 1973, no hay mucho más que pueda aportar que lo ya dicho y mencionado en la pregunta. Urgen formas alternativas de participación y autodeterminación para que la propia sociedad se gobierne. Eso supone revertir la política gremialista, consagrada en la Constitución de Pinochet y Lagos, de despolitizar a la sociedad, a las mayorías, algo que parece posible sólo con la celebración de un nuevo pacto sociopolítico a través de una Asamblea Constituyente.
LLM: ¿Qué análisis haces del primer año de Piñera?
SMK: El primer año de Piñera no ha traído ninguna sorpresa. Todo lo que ha hecho Piñera también lo habría hecho Frei si él hubiera sido electo. O MEO o cualquier otro candidato de los grupos económicos. En efecto, la arremetida privatizadora del actual gobierno, más que una obsesión del piñerismo, es una necesidad del sistema. Cada vez que ha ocurrido una crisis de acumulación se ha recurrido a más libre mercado y más privatización para revertirla. Ocurrió en el gobierno de Frei y ocurrió con Pinochet. Más allá de los distintos “estilos” y de las distintas “personalidades” de Ministros, Intendentes y Presidentes/a, en los últimos 30 años (al menos) ninguna política ha tenido una orientación diferente, no ha habido cambios institucionales estructurales y el modelo económico sólo se ha profundizado.
Lo que ha desnudado este primer año piñerista es el mito del cambio. Estos últimos días, Longueira y Pérez Yoma se han encargado de develarlo. Piñera ha tenido más de continuidad que de cambio respecto a los gobiernos concertacionistas, así como éstos también tuvieron más de continuidad que de cambio respecto a la dictadura pinochetista. Hidroaysén, la utilización de la ley antiterrorista contra los Mapuche y el Transantiago son quizás las tres políticas más públicamente escandalosas que muestran cómo una misma orientación ha trascendido los últimos seis gobiernos. Otras menos mencionadas por los medios de comunicación pero igual de perjudiciales para nuestro pueblo como el sistema de AFP´s, el sistema de ISAPRES, el Código del Trabajo o nuestra política internacional pro Estados Unidos y anti Latinoamérica, son también muestras de continuidad.
En síntesis, el primer año de Piñera sólo ha sido más de lo mismo; más de exactamente lo mismo que hizo la Concertación, que a su vez fue más de exactamente lo mismo que hizo la dictadura.
LLM ¿Y qué análisis haces de la Concertación?
SMK: La Concertación dejó de ser útil en el gobierno para los grupos económicos. Confiada en que su situación de privilegio iba a ser perpetua, se despreocupó de sus bases de apoyo y, de hecho, rompió casi todos sus vínculos con ellas. Hoy está pagando las consecuencias. Y hasta donde se puede ver, las va a pagar por mucho tiempo. Probablemente de forma definitiva. Dijeron que no había que promover medios de comunicación democráticos y hoy reclaman que los medios del pensamiento único ya no les dan la misma tribuna que cuando eran gobierno.
La Concertación es una coalición electoral que fue producto del fin de la dictadura. En más de un sentido se podría decir que, por el ordenamiento institucional, también fue producto del diseño de la transición elaborado por la dictadura. La Concertación hoy sólo sobrevive gracias a los lazos institucionales creados por la dictadura, fundamentalmente por el binominal.
El binominal mejora las posibilidades de los partidos de la Concertación de volver al poder. Fuera de ella, disminuyen. Eso es lo que la cohesiona y la mantiene viva en la actualidad: la lejana, casi espuria posibilidad de volver a ser gobierno. La Concertación no existe ni se mantiene porque tenga un proyecto que ofrecerle a Chile, que, por lo demás, no lo tiene. Existe porque el binominal mejora la posibilidad de ser gobierno de los cuatro o cinco partidos (tampoco se sabe hoy a ciencia cierta) que la componen. Sin binominal no habría Concertación. Con Constitución democrática y con nueva ley de partidos políticos ninguno de sus partidos tendría el poder que hoy tiene.
Cualquier proyecto que se proponga llegar a las grandes masas de ciudadanos/as descontentos y apáticos con el sistema político-institucional no puede pretender hacerlo con una parte de los vestigios más rechazados del sistema. Además, ellos no tienen voluntad real de transformar la institucionalidad pues saben que con ninguna otra institucionalidad tendrían los privilegios que ésta les otorga. Esperar que la Concertación vaya a proponer transformar la institucionalidad actual por una verdaderamente democrática es tan iluso como esperar que la derecha de la
Recalcaría un sólo dato respecto a la verdadera vocación de cambio de la Concertación: el sistema binominal, por su lógica de asignación de escaños, tiende a igualar la representación de las dos fuerzas o bloques principales. A menos que haya doblaje, en elección tras elección los dos escaños de casi todos los distritos y las circunscripciones se distribuyen entre las dos fuerzas principales, independientemente de las distancias electorales entre ellas. Eso significa que la segunda fuerza, la que obtiene menos votos entre las dos principales, es recompensada con mayor porcentaje de parlamentarios que su porcentaje de votos. Y viceversa. La fuerza que tiene más votos suele ser castigada con menor porcentaje de parlamentarios que su porcentaje de votos. Hasta las parlamentarias de 2005, la Concertación fue la fuerza castigada porque era la que tenía mayor porcentaje de votos. Pero a partir de las parlamentarias de 2009 pasó a ser la recompensada, pues, al convertirse en la segunda fuerza de Chile, tras el oficialismo, obtiene más porcentaje de escaños que su propio porcentaje de votación. En otras palabras, en la Cámara pasa a ser la fuerza premiada, la sobrerepresentada. Si cambia el binominal, acabaría con ese privilegio y sólo lograría perjudicarse a sí misma. Y si en algo se ha hecho experta la Concertación en estos últimos 20 años es en proteger sus intereses aún a costa o en contra de la democracia y de los intereses de las mayorías.
LLM: ¿Cómo describirías la situación de la izquierda?
SMK: La Izquierda tiene una oportunidad histórica –ahora sí- de levantar el proyecto de un Chile distinto. El sistema económico, político y social de la dictadura y de la Concertación opera en base a una lógica clara e implacable: la simultánea concentración de beneficios y privilegios, de un lado, y la socialización de los costos (sociales, económicos, culturales y ecológicos) del proceso de creación de beneficios concentrados, del otro. Esa lógica está entrando en crisis por dos motivos. Primero, está entrando en crisis de operatividad. El proceso de acumulación económica en el marco de la estructura económica y productiva chilena está cerca de llegar a su límite. Sin terremoto de 8,8º, la economía chilena ya no está en condiciones de crecer a más del 5%. El efecto dinamizador del terremoto en la economía podrá durar dos, a lo sumo tres años. Pero no más que eso. Una vez que se acabe, y de no mediar algún cambio nacional o global de proporciones, Chile probablemente va a volver a sus mediocres tasas de crecimiento del 3% ó el 3,5%. El modelo económico parece haber tocado techado. Todavía le queda la posibilidad de depredar (aún más) la naturaleza, los bienes públicos o el trabajo. O sea, todavía puede extremar un poco más la lógica de producir beneficios y privilegiados concentrados mientras socializa, universaliza los costos de ese proceso. Pero en un plazo más corto que largo es claro que el crecimiento y la acumulación en Chile habrán alcanzado su límite estructural. Y un Chile con crecimiento de menos del 5% ya no le sirve ni siquiera a los grandes grupos económicos.
La segunda crisis es de legitimidad. Después de mucho tiempo de silencio, apatía y desmovilización, empieza a sentirse cada vez más el hastío ciudadano con el Chile de la dictadura y la Concertación. O eso es lo que se puede ver en las calles. Hidroaysén es una muestra clara. Pero también se ha visto por otros motivos. El hastío ciudadano se ha hecho sentir contra el montaje del “Caso Bombas”, contra la prisión política de los comuneros mapuche, contra el modelo neoliberal de la educación.
Ambas crisis le presentan a la izquierda condiciones muy favorables para levantar un nuevo proyecto de sociedad. La ciudadanía está propensa a nuevas propuestas y a nuevos referentes. Los actores del sistema no encuentran salidas a su crisis y el sistema económico ya no puede profundizarse más para revertir su actual crisis de acumulación.
Como todo nuevo contexto, el cuadro que resulte del escenario actual dependerá de la capacidad de capitalización política que tengan los distintos actores en disputa. Mientras para los protectores de la institucionalidad de Pinochet y del neoliberalismo las condiciones para defenderlo son cada vez más adversas, nosotros estamos frente a una gran oportunidad histórica. Si seremos, como Izquierda, capaces de estar a la altura de las circunstancias históricas es nuestro gran desafío. Para hacerlo debemos ser capaces de romper con nuestra propia historia, pues hasta ahora son muchas más las veces que no hemos estado a la altura de las circunstancias.
LLM: Ese proyecto entonces, al cual te refieres ¿no pasa por desarrollar, propulsar, levantar y agitar esa idea y proyecto creador que es el llamado a una Asamblea Constituyente que entusiasma a todos y a todas las que quieren darse nuevas instituciones que satisfagan las necesidades sociales y los derechos colectivos así como garanticen la igualdad y las condiciones sociales que permitan su realización?
SMK: Definitivamente. La Constitución de Pinochet y Lagos es el principal amarre institucional del modelo chileno de concentración minoritaria de beneficios y socialización mayoritaria de costos. Las aberraciones antidemocráticas que conserva a pesar de cambios de maquillaje o sustitución de firmas, aberraciones que han sido brillantemente desnudadas por Pablo Ruiz-Tagle en una crítica a Ricardo Lagos, impiden el ejercicio de la soberanía popular. La única forma de contrarrestar un proyecto autoritario y sus vestigios es con democracia. Y la Asamblea Constituyente es el procedimiento por excelencia que permite la construcción democrática de una institucionalidad política. Podríamos recurrir a una comisión de expertos constitucionalistas, como proponen la mayor parte de quienes han tomado partido por un cambio constitucional en la Concertación y algunos sectores de la izquierda. Pero eso sería replicar la comisión Ortúzar que redactó la Constitución de Pinochet y Lagos. Y en verdad no creemos que la Concertación se haya enamorado tanto de la dictadura como para imitar hasta su política constitucional. La Asamblea Constituyente es el mecanismo democrático por excelencia que usa una comunidad políticamente organizada para darse una institucionalidad política. Cualquier otra forma, no respeta la soberanía popular; no es democrática.
LLM: ¿Cómo está el PAIZ, cuál es su política ?
SMK: PAIZ tiene un proyecto a largo plazo con un objetivo claro: (re) construir una fuerza política contrahegemónica. Queremos esa fuerza política no para obtener una buena posición negociadora de migajas del poder. La fuerza contrahegemónica que estamos construyendo tiene el propósito de llevar nuevamente a un proyecto de izquierda a La Moneda para transformar el Chile creado y profundizado por Pinochet, sus civiles y sus herederos de estos últimos 21 años. Parte de la pavimentación en pos de ese proyecto consiste en crear recursos contrahegemónicos en todos los campos. En este momento, por ejemplo, nos encontramos levantando medios de comunicación propios; estamos iniciando un programa amplio y ambicioso de formación política; nos estamos insertando en los territorios de base y sobre todo estamos haciendo algo que no muchos se han dignado a hacer en estos últimos 15 meses: oposición.
En materia de medios de comunicación, no nos limitamos a levantar medios propios; también colaboramos y aportamos con los pocos que no comulgan con el pensamiento único, pues sabemos que la construcción de fuerza no sólo es electoral o social, sino también ideológica. Y puesto que hoy uno de los principales aparatos de reproducción de este sistema de acumulación son sus medios de comunicación, muchas de nuestras prioridades apuntan a reforzar los medios contrahegemónicos.
En PAIZ tenemos plena conciencia de que la (re) construcción de una fuerza política de izquierda pasa necesariamente por (re) construir el tejido social y organizativo de nuestra sociedad. Ese es el sentido de nuestro trabajo territorial.
Nos esforzamos en hacer una oposición que sea inteligente. No nos oponemos a un gobierno, un personaje o una fuerza en particular. Nos oponemos al modelo heredado de la dictadura y a quien quiera que lo administre. Por lo tanto, no hacemos oposición en contra de Piñera por ser Piñera representante de algunos grupos económicos y de determinados sectores políticos. Hacemos oposición a Piñera por la misma razón que hicimos (y haremos) oposición a Bachelet (o Velasco; a estas alturas ya no se sabe): porque son los simples administradores de turno del modelo. Nuestra oposición es contra el modelo; y por default contra su administrador de turno. Hacerle oposición a Piñera para sembrarle el camino a otro/a presidente/a concertacionista que va a continuar (y que no puede no continuar) con el modelo no es lo nuestro. Para eso está la Concertación. Cualquier proyecto de Izquierda que se pretenda serio debe trabajar en función de transformar el modelo y excretar del sistema político a todos/as los funcionarios y operadores de los grupos económicos, locales o extranjeros.
LLM: Volvamos al tema de la campaña pasada. ¿Qué balance haces de la campaña pasada de Jorege Arrate, qué lecciones sacaron, qué habría que evitar?
SMK: La campaña me permitió conocer gran parte de Chile y me dio la posibilidad de conocer a los/as chilenos de manera mucho más profunda. Además, trabajar directamente y todos los días con una persona como Jorge Arrate también es una experiencia que recuerdo de muy buena manera. Su erudición, su simpatía y su amistad son de lo mejor que recuerdo de la campaña. Lo mismo con Roberto Pizarro, el jefe programático. La campaña fue una gran escuela política para mí.
En lo político también hay un balance positivo. Se evidenció que cuando se abren pequeños espacios de expresión para nuestras ideas éstas no son minoritarias y hacen sentido en parte importante de la ciudadanía. Se desnudó además que las otras tres candidaturas eran distintas expresiones de una misma mirada del mundo. Los tres coincidían en todo lo medular. Lo que nos deja un margen de crecimiento enorme. Esa es una buena noticia pero es también un enorme desafío.
No obstante, la campaña también evidenció falencias que como Izquierda no estamos en condiciones de repetir. No nos podemos dar ese lujo. La inexistencia de una agenda política común a todos los grupos no comunistas que participamos en la campaña –e incluso los que no participaron- hizo que finalmente toda la Izquierda se haya visto absorbida por la agenda del PC.
Por otra parte, la inexistencia de una fuerza política con articulación nacional también hace que mucho del apoyo regional y local generado no se haya traducido en crecimiento e inserción política. Si realmente queremos transformar el país no es suficiente tener sólo el voto de quienes nos apoyaron. Tenemos que poder aportarles capacidad de organizarse y vincularnos en el tiempo. La campaña pilló a la Izquierda sin organización y sin mirada estratégica. Ambos problemas no pueden persistir.
Por último, la falta de una lectura más certera del Chile actual y de los intereses que resguardan las distintas fuerzas políticas hizo que todo lo trabajado antes de la primera vuelta se perdiera al haber apoyado obsecuentemente la candidatura concertacionista. Una Izquierda que no lee el país en el que se desenvuelve es una Izquierda que tiene su fracaso asegurado. Plantear que Piñera era el candidato de los grupos económicos es simplemente no conocer los verdaderos y transversales vasos comunicantes entre la clase política chilena toda y los grupos económicos. Asimismo, plantear que la tarea de la Izquierda es constituirse como una tercera fuerza política es no entender cómo funciona y qué persigue la institucionalidad política. La institucionalidad ha sido diseñada para que sean viables dos y nada más que dos fuerzas. De hecho, trabajar para la construcción de una izquierda que sea una “tercera fuerza” a la larga puede ser contraproducente, porque se pueden terminar agotando recursos, motivaciones y expectativas en un objetivo inviable por haber sido pensando para un Chile, el de los tres tercios, que el diseño político-institucional se ha encargado de que sea imposible. Y para qué hablar de la tesis de un “gobierno de nuevo tipo”… Jaime Guzmán diseñó el Chile de la dictadura y la Concertación para que, según decía, diera lo mismo quien gobernara, pues siempre se iba a gobernar de la misma forma y en favor de los mismos intereses. Así ha ocurrido en los últimos 21 años. Y, en el marco de la actual institucionalidad política, no hay forma de que se pueda gobernar de otra forma. No hay forma de crear “un gobierno de nuevo tipo” junto a quienes protegieron por 20 años el legado dictatorial. ¿Alguien ha percibido que en este último año el Parlamento haya sido de “nuevo tipo”?
8. LLM: ¿Qué piensas de la iniciativa de la Nueva Fuerza de Izquierda allí hay ciudadanos y compañer@s que quieren reagruparse y militar que son tan antineoliberales y anticapitalistas como los de la Asamblea de Izquierda? ¿Van a ir el 21- 22, serán partícipes y la Asamblea de Izquierda irá?
SMK: El 21 de mayo estaremos -como todos los años- marchando afuera del Congreso en Valparaíso, para manifestarnos en contra de los engaños y de las mentiras que va a anunciar Piñera. Ningún movimiento o grupo que se defina como contrario y en oposición al actual gobierno puede promover que ese día los ciudadanos y las ciudadanas organizados/as se encierren en un salón y no se manifiesten en la calle. El 21 de mayo es un día de movilización, no de encierro.
Conozco a varias personas que participan en la autodenominada “Nueva Fuerza de Izquierda”. De varios que conozco tengo una buena opinión política. Y eso es sin duda un piso importante para el futuro. Sin embargo, para avanzar hacia una mayor unidad, hay elementos centrales que deben definirse previamente y el mero voluntarismo no es suficiente. La unidad no se declara, la construcción de nuevas formas de hacer las cosas tampoco. Se practican. Si en los últimos 21 años la Izquierda no ha logrado ponerse de acuerdo en lo básico para avanzar en un proyecto colectivo, lo primero que un proyecto serio hace es preguntarse por qué. Es lo que estamos tratando de hacer en la Asamblea de Izquierda. Preguntándonos por qué se ha fracasado antes para no repetir los mismos errores. No poner los verdaderos proyectos sobre la mesa, declarar que se está por proyectos de largo plazo pero olvidarlo cuando hay que tomar decisiones que afectan las agendas propias (como las elecciones, las segundas vueltas), y tratar de imponer liderazgos que no surgen naturalmente desde los espacios colectivos, son prácticas políticas que nosotros hemos tratado de evitar en nuestro espacio.
Le deseo un buen futuro a la “Nueva Fuerza”. Toda iniciativa que permite un mayor crecimiento de la Izquierda es una buena noticia para todos/as nosotros. Pero por el momento no tengo expectativas en el desarrollo de fórmulas tantas veces fracasadas. La unidad de la Izquierda no se da en un momento, son procesos que se construyen de forma permanente.
He conversado con cuatro personas diferentes de la “Nueva Fuerza de Izquierda” y todos/as hacen una convocatoria a cosas distintas. Desde afuera se ven más agendas personales agregadas que un proyecto colectivo común. Como siempre mantenemos y mantendremos buenas relaciones con todos/as nuestros/as amigos de Izquierda. Pero esperaremos más definiciones para ver en qué tipo de trabajos o en cuáles territorios nos podemos encontrar.
El actual momento político-social requiere una Izquierda unida, con un discurso común y con referencias claras. En el resto del mundo el descontento social no ha esperado que la Izquierda se ponga de acuerdo para movilizarse y organizarse. En Chile, tampoco. Tenemos que ser maduros y responsables con el momento que vivimos. Sin definiciones claras y nítidas la ciudadanía no identificará a la Izquierda como una verdadera alternativa a las derechas. Por eso el desafío es mayor y como demostró la última campaña presidencial, al menos en el corto y mediano plazo, la historia no da segundas oportunidades…
LLM: Pero eso del “voluntarismo” es generalmente una crítica que siempre tiende a mantener formas de impotencia. ¿No son voluntaristas los ciudadanos españoles que hastiados de las elites dominantes tienen en jaque al Poder y al Estado? Hay que ser voluntarista creo yo, es decir hacer uso de la voluntad para actuar en pos de fines. El concepto de voluntarismo tal cual lo utilizas sirve para criticar el reflejo militante fundamental que es el de reagruparse y actuar con voluntad venciendo las poderosas tendencias a la fragmentación social que fomenta el neoliberalismo y el individualismo. Pienso que en ciertos momentos cuando los jóvenes y el pueblo quieren actuar, sobre todo cuando hay condiciones objetivas como ahora en que cientos de miles de estudiantes, ecologistas y anticapitalistas se movilizan aquí cansados de los políticos y del binominalismo y realmente cabreados con Piñera. Por lo mismo hay que darle un uso fecundo a la voluntad. Esta es una buena facultad que empuja a la acción y que gatilla esa pulsión de los que quieren transformar el mundo y la vida: reunirse para mediante el debate decidir cómo actuar, resistir y avanzar. Se requiere de todas las fuerzas políticas dispersas y débiles para levantar un proyecto y sobre todo a los jóvenes que no están ni ahí con los “políticos”. ¿No es acaso la desunión y fragmentación de la izquierda la que desalienta a los jóvenes. ¿No es la izquierda democrática, antineoliberal, anticapitalista, ecologista, de mujeres y decididamente no concertacionista la que tendría que darse instancias unitarias para incidir en el curso de los acontecimientos? En la Asamblea de Izquierda hay avances y errores y el encuentro de la Nueva Fuerza de Izquierda es un avance y una instancia donde tendríamos que participar todos porque si hay errores o problemas hay que rectificar con debates. Estoy de acuerdo que hay que evitar los acuerdos de cúpulas, pero eso sucede en todas la organizaciones si no hay reales mecanismos de democracia como los congresos, mandatos vinculantes de los dirigentes, donde se manda obedeciendo; posibilidad de revocar a los dirigentes, rendimiento de cuentas, organismos de control, educación política (como lo mencionas), derecho a minoría con presencia en la dirección, para evitar la burocratización de la organización y también derecho de las mujeres a reunirse aparte para defender posiciones de género.
SMK: Muchas ideas estimulantes planteas en tu pregunta. Trataré de hacerme cargo de todas ellas.
Para empezar, la voluntad, tanto individual como colectiva, es el móvil de la acción. Sin ella, no seríamos sujetos, sino meros objetos, cosas inmóviles. Y en la acción política la voluntad es más fundamental que en otros ámbitos. ¿Cómo lograr objetivos, alcanzar fines, materializar proyectos, sin voluntad? Pero bueno. La voluntad no actúa en el vacío. Debe enfrentarse contra condiciones que no controla, como, por ejemplo, otras voluntades. Ser “voluntarista” significa hacer caso omiso de esas condiciones que no se controlan en la definición de posibilidades y cursos de acción. Es intentar hacer las cosas por mera voluntad, sin aprovechar las condiciones que se controlan para contrarrestar a las que no se controlan. Lo que necesitamos es una izquierda “voluntariosa”, plena de voluntad, pero capaz de entender que siendo una condición necesaria para llevar a cabo un proyecto político, la voluntad no es una condición suficiente. De ser suficiente la voluntad, hace mucho tiempo que los voluntariosos del mundo habrían puesto fin a la explotación del neoliberalismo global. Pero no es el caso. Necesitamos canalizar y articular todas las voluntades individuales de transformación en una gran voluntad colectiva que se convierta en fuerza histórica.
Y ése es uno de los principales desafíos que está enfrentando la Asamblea de Izquierda. En esta instancia no sobra nadie. Me parece que todos los que tengan la voluntad de crear un proyecto de izquierda, y no un simple tinglado para organizar y disciplinar a las fuerzas dispersas de la izquierda para adosarlas luego a la Concertación, serán bienvenidos en la Asamblea de Izquierda. En este sentido, la pregunta que hay que responder no es por qué la Asamblea de Izquierda no participa en la Nueva Fuerza de Izquierda, sino al revés: ¿por qué la Nueva Fuerza de Izquierda no participa en la Asamblea de Izquierda, una instancia que tiene un proyecto claro, bien definido, nada ambiguo, con liderazgos no impuestos artificiosamente, sino legitimados por sus bases y sus contrapartes, con una estrategia de trabajo territorial y de coordinación democrático, con procesos de toma de decisiones en las bases? Si en verdad el objetivo es elaborar un proyecto unitario de la izquierda sustentado en un frente único de izquierda, ¿por qué la Nueva Fuerza de Izquierda no se integra a la Asamblea de Izquierda? ¿Por qué debiera ocurrir lo contrario?