Lo reconozco. Tal vez solo hay una cosa más difícil que ser mapuche. Esto es ser mapuche y periodista. Hablaba en el post anterior de los estereotipos, aquellas construcciones que el racismo, la ignorancia o simplemente la torpeza han ido posicionando en el imaginario del chileno medio respecto de mi pueblo.
Dicha columna, sin ir más lejos, implicó un vendaval de comentarios racistas en diversos foros de Internet. Y si no racistas, digamos que bastante poco caballeros. Hay quien puso en duda incluso mi verdadera identidad mapuche. Y esto por dos razones: 1. Por viajar en avión (“a estos los indios apenas les alcanza para un caballo desnutrido”). Y 2. Por ser capaz de redactar una columna (“¿quién es el izquierdista hijito de papá que escribe por ellos?”). Pero bueno, a llorar a la FIFA, los lapidarios resultados del SIMCE me ahorran cualquier comentario extra. Para qué mencionar la tristemente célebre nula comprensión lectora del chileno. Un reciente informe del Ministerio de Educación señala que la mitad de los estudiantes no entiende lo que lee. Así que si este párrafo se le fue en collera, estimado troll, vuelva al inicio e inténtelo de nuevo: “L con O: Lo”…
Hablaba de ser mapuche y periodista. Menudo desafío. No tanto por uno, más bien por el entorno. Y es que mis colegas, en su afán por (des)informar a la población, no descansan ni siquiera los días de Semana Santa. Anoche no podía creerlo. Lo de TVN fue realmente de antología. Y es que tras cuatro horas de maratón con las parábolas y vicisitudes del “Jesús de Nazareth” de Franco Zeffirelli (dicho sea de paso, notable Jesús interpretando a Robert Powell), 24 Horas Central nos regaló la siguiente joya noticiosa: “Encapuchados incendian banco en Estación Central. El ataque ocurrió a las nueve de la noche y el objetivo era protestar por el trato que han recibido los 10 comuneros mapuches que hoy cumplen 60 días en huelga de hambre por la aplicación de la Ley Antiterrorista” ¿Ya vieron el video? Entonces continúo.
Tanto que decir. De partida, sorprende que se vincule tan livianamente el atentado a la sucursal bancaria con los mapuches. Lo afirma el periodista pero las propias imágenes que acompañan la nota lo desmienten. Tanto los panfletos hallados como el testimonio tijereteado de la “transeúnte” dan cuenta del santiaguino “Caso Bombas”. Qué decir del primerísimo primer plano que cierra la nota. Y perdone colega mi francés, pero hay que ser muy pelotudo. La huelga mapuche no lleva 60 días; ayer cumplió 38. Y tampoco son diez los comuneros en ayuno: son cuatro y permanecen recluidos en la cárcel de Angol. ¿Ha oído hablar de Google? ¿O Wikipedia? Colega, le recomiendo y a ojos cerrados el Periodico Azkintuwe. Me han contado que es buenísimo.
¿Por qué suceden estas cosas? Hace años, siendo un imberbe estudiante de periodismo, tuve la oportunidad de entrevistar al lingüista norteamericano Noam Chomsky. Si bien me sentía como un trekkie escuchando embobado a William Shatner (el capitán Kirk), cumplí dignamente mi objetivo de articular al menos una pregunta coherente ante el maestro. Y esta fue, ¿por qué diantres los medios masivos mienten o desinforman tanto en la actualidad? ¿Dónde quedó aquello del “cuarto poder”, los “guardianes de la democracia”, la “voz de los sin voz”? Recuerdo que me miró con una ternura infinita. Y acto seguido y fiel a su estilo, me brindó una clase magistral sobre el poder de las corporaciones multimediales, citó tres o cuatro ejemplos de campañas de propaganda mediática, concluyendo que si en verdad quería estar informado, apagara cuanto antes la tele y dejara también de leer periódicos. “O bien lea prensa extranjera. Es muy probable que se informe mejor de lo que sucede en su propio país a través de los medios internacionales”, agregó.
Cuanta razón la de Chomsky. Anoche, tras la lamentable nota de 24 Horas Central recordé sus palabras. Y googleando unos minutos encontré un notable reportaje de la BBC de Londres. Se titula “Chile / Mapuches: La resistencia más antigua de América Latina”. Lo realizó a comienzos de este año su corresponsal para el Cono Sur, Valeria Perasso y es una muestra de cómo hacer que periodismo rime con rigurosidad, y no precisamente con sensacionalismo o crónica roja. Es triste reconocerlo, pero muchos de mis colegas en el sur compran, y muy barato, el discursito aquel del “terrorismo mapuche”. No estoy negando que existen acciones violentas. Tampoco abogando porque no sean sancionadas judicialmente. Pero de allí a querer hacernos creer que Temuco es “Fallujah” o que los “rebeldes mapuches” trasladan peligrosamente sus “atentados” a la capital del país, no resiste ningún análisis. Pero sucede, y más a menudo de lo que ustedes creen. Inclusive en días de Semana Santa. Que feo, estimado Amaro. Convengamos que aquello no fue muy cristiano.
* Publicado originalmente en www.elpost.cl