Las trágicas fotografias de los anacrónicos esfuerzos japoneses para controlar con agua de mar vaciada de helicópteros y camiones bombas la descontrolada fisión nuclear en los reactores de la planta nuclear de Fukushima-Daiichi, ilustran meridianamente los serios y limitantes problemas de seguridad que conlleva esta manera de generar energía industrial.
Una de las naciones más desarrolladas del planeta, con la tercera economía del mundo y un gran desarrollo industrial, científico y tecnológico, ha quedado en pocas horas prácticamente inerme y de rodillas frente a las fuerzas de la naturaleza, a pesar del heroismo de sus trabajadores. Primero, por la destrucción provocada por la fuerza telúrica de un terremoto y maremoto, y después por una serie de incontroladas fisiones nucleares que están contaminando la biósfera con una variedad de elementos radioactivos, cuya actividad afectará negativamente la vida de los humanos y animales expuestos a ellos por generaciones, no solo en el Japón sino que también en el mundo.
Como de costumbre, en un esfuerzo para intentar minimizar el impacto de los efectos dañinos que la radiación tiene para todos los seres vivientes, el público es bombardeado con información gubernamental, de las empresas propietarias de los reactores nucleares y de la prensa generalmente proclive a estas últimas, que en ningún momento discute seriamente los negativos efectos biológicos presentes y futuros de la radiación generada por los elementos radioactivos escapados de manera accidental de estos reactores. De esta forma, somos inundados con información que nos habla de dosis permitidas e inofensivas, expresadas en las más variadas unidades como milisieverts, milicuries, bequereles, rems y otras, las cuales miden los efectos físicos, químicos y biológicos de la radiación. Pero, por supuesto, toda esta información fracasa en describir y analizar de manera directa y prudente el impacto que la fuga de estos elementos radiactivos tendrá sobre el ambiente, incluyendo las poblaciones humanas del Japón y del mundo.
Este nuevo y avallasador tsunami de información, hasta cierto punto irrelevante, envuelta en una jerga pseudotecnológica, parcial y tendenciosa, tiene como ya dijimos el objetivo de empequeñecer la gravedad de la situación y velar los aspectos más dañinos y relevantes que la radiación escapada tiene sobre los procesos biológicos de los organismos vivientes. Por ejemplo, en esta información es difícil encontrar una discusión acerca de que los efectos biológicos de la radiación carecen de umbral, es decir, que toda radiación por pequeña que sea siempre generará efectos biológicos negativos y que por lo tanto la existencia de dosis inofensivas de ella es una fantasía. Que además estos efectos son acumulativos, o sea, que los efectos biológicos deletéreos de la radiación se suman, y que el daño producido será proporcional a la dosis total de ella recibida. Tampoco se discute que un número importante de las alteraciones producidas por la radiación en el material genético se heredan, transmitiéndose de manera constante a generaciones futuras, que los más afectados por estos efectos dañinos serán los niños, nacidos y por nacer y los jovenes en edad fértil. De ningún modo se aclara de que los efectos de la radiación son más serios cuando esta sucede por ingestión y inhalación de partículas radiactivas que por exposición externa a ella.
Tangencialmente se menciona que estos efectos incluyen un aumento de la frecuencia de leucemias, cánceres óseos, tiroídeos, pulmonares y otros, pero sin profundizar en los números reales en que estos cánceres futuros serán producidos por estos escapes de radiación, y que sin lugar dudas ya estarán probablemente en el orden de miles de casos. Por ejemplo, algunos cálculos publicados por
Se minimiza también el hecho de que estos desafortunados fenómenos se producen como resultados de los esfuerzos de la industria nuclear para aumentar sus utilidades, abaratando los costos en la prevención de accidentes, y por su constante lubricación monetaria de la maquinarias politicas y de los medios de opinión en los países en que la industria se desarrolla. Siendo el objetivo de esta permanente lubricación monetaria, la neutralización de los procesos democráticos que mayoritaria y racionalmente cuestionan el peligroso desarrollo de la industria, y también la obtención por parte de ella de los subsidios y de los respaldos gubernamentales indispensables para su sobrevivencia. Esto último, porque dado los inconmesurables riesgos y potenciales daños para la salud pública y la biósfera que la industria representa, hacen prácticamente imposible de que ella acceda a seguros para pagar por estos potenciales perjuicios y daños de parte de compañías aseguradoras privadas. Esto explica también, por ejemplo, por qué el gobierno japones esté ahora hablando de nacionalizar a la compañía propietaria de Fukushima y otras centrales nucleares y por qué las acciones de ésta ya han perdido 80% de su valor.
Por estas razones económicas, no es sorprendente que en nuestro país, un país al igual que el Japón sísmico por excelencia, la industria nuclear ya cuenta con adelantados y paladines en las altas esferas, dispuestos a romper lanzas en defensa de los intereses de esta riesgosa industria, a espaldas de cualquier proceso democrático que pudiera questionar este desarrollo. De esta manera, el putativo delfín del Presidente Piñera, el inefable Sr. Golborne, Ministro de Minería, ha postulado recientemente que las personas que se oponen al desarrollo de le energía nuclear en Chile tendrían una “visión medieval de las cosas”. El Sr. Ministro aquí se equivoca, ya que el discutir ampliamente acerca de los riesgos de la industria nuclear y de los riesgos sísmicos del país y de su relevancia para la industria, es indudablemente la posición técnica, moderna y democrática. Esta posición naciente parece estar muy alejada de aquella miope e interesada favorecida por el Sr. Ministro, y que se caracteriza por aceptar de manera dócil arbitrios nocivos impuestos por autoridades inexpertas y por lo tanto irresponsables, y sin un análisis y discusión de sus proyecciones, como si todavía fueramos súbditos de monarcas absolutos de
Se habría esperado del esclarecido y moderno Sr. Ministro, que además manifiesta ambiciones presidenciales y cuyo conocimiento acerca de la energía nuclear y de la sismología, dado su experiencia educacional es al parecer inexistente, la apertura y el liderazgo de un debate amplio y nacional al respecto para proteger la salud de la población y la integridad del territorio nacional. Esta tarea podría haber comenzado con la creación de comisiones compuestas por físicos, químicos, biólogos y médicos expertos en energía nuclear y de sismólogos y de geólogos expertos en sismología, para educar y asesorarlo a él, a otras autoridades pertinentes, y para educar al gran público respecto de estos problemas. La ausencia de estas iniciativas pareciera indicar que el presuntuoso lema “el gobierno de los mejores”, al igual que el concepto de que existen dosis inofensivas de radiación es un infundado ofuscamiento.
Los intentos gubernamentales de mantener la discusión de estos tópicos alejados de un ámbito amplio y nacional es también facilitada por una prensa que al igual que en el Japón, oculta y minimiza la información, limita los parámetros de la discusión y es subserviente a los intereses de corto plazo del gobierno y de la industria nuclear. De otra manera, uno no se explica que el decano de la prensa nacional presentara en su sección Reportajes del Domingo 20 de marzo un pseudo y restringido debate acerca de este problema, cuya pobreza de contenidos es una injuria a la inteligencia de los participantes, a la de los lectores del diario, y al interés amplio de la población. De la misma forma El Mostrador del 16 de marzo trae un artículo sobre la opción nuclear del Ministro Golborne, carente de todo análisis serio del problema, y al parecer dirigido a ensalzar los supuestos atributos técnicos del ministro respecto a él; los cuales por lo discutido solo al parecer existen en la cabeza de los editores y de los periodistas de dicho diario.
En un país como Chile, cuya costa prácticamente en su totalidad descansa, al igual que la del Japón, en el anillo de fuego del Pacífico, pareciera necesario iniciar un debate serio acerca de la irracionalidad de instalar centrales nucleares en el país para producir energía. Es indudable, que una primera fase de él, debiera ser, definir la capacidad del país para predecir y afrontar exitosamente un terremoto y maremoto de la intensidad experimentada por el Japón o superiores, y esto debiera ser hecho por los competentes y experimentados sismólogos del país con colaboración internacional. Como pareciera obvio que las instalaciones de las centrales nucleares en uso están mal preparadas para tolerar terremotos y maremotos de alta intensidad, la pregunta siguiente podría ser qué frecuencia de morbilidad y mortalidad por cánceres la población chilena experimentaría y estaría dispuesta a tolerar, para favorecer la creación de fuentes de energía de este tipo en condiciones tan inciertas. En este análisis debería también proyectarse qué porcentaje del territorio nacional podría quedar inhabitable por cientos de años por un accidente en una central nuclear y cómo un accidente de este tipo efectaría negativamente a la agricultura, la ganadería, la pesca, la vitinicultura, la acuicultura, la industria de alimentos y el turismo.
Importante también es definir quién sería responsable de compensar a la población y a las actividades comerciales por el daño producido por una probable contaminación y por la limpieza de ella. Es indudable que la experiencia internacional, y lo que hasta ahora hemos visto en el país, indican que los análisis y decisiones respecto a la materia deben ser adoptadas por amplios segmentos de la población con acceso a información fidedigna para mantenerlas alejadas e independientes de la influencia contaminante y corrosiva del dinero. A propósito de este problema se puede terminar diciendo como recientemente lo ha hecho el experto en radiación Dr. C. Busby citando al escritor Joseph Conrad “Después que se acaban el escándalo y los gritos nos quedamos solamente con el terrible silencio de los hechos”