Las declaraciones del presidente de
Junto con admitir las falencias que exhiben algunos abogados en el ejercicio práctico de la profesión, hay que terminar con el problema de fondo e introducir cambios que permitan contar con profesionales bien formados, integrales, que tengan como principios de vida, la honestidad, la integridad, la moral y la justicia.
Tanto en Chile como en otros países existe un amplio número de estudios de Derecho y, algunos piensan que las ofertas laborales no están en la misma proporción y que el escenario para los estudiantes es nefasto y su futuro más certero será engrosar las listas de cesantía. Pensar de esa manera es un error y lo es, porque esta profesión ofrece un amplio espectro de posibilidades. Esto, porque el ejercicio del Derecho no sólo implica litigar, sino que los profesionales se pueden dedicar, por ejemplo, a la docencia, a la investigación y a trabajar como asesores en la empresa pública y privada.
Una de las propuestas que se ha vuelto a plantear para garantizar la formación de los nuevos abogados, es el establecimiento de un examen nacional al que se tendrían que someter los licenciados. No soy partidaria de que se aplique un examen al final de la carrera, porque ¿de qué sirve que después de cinco años a un egresado se le diga que no está en condiciones de ejercer? Lo ideal, a mi juicio, es que desde los primeros años de estudio se evalúe a los estudiantes y se vayan adoptando medidas remediales que permitan ir superando falencias y, así, lleguen a quinto año los que verdaderamente cuentan con la formación y las herramientas necesarias para insertarse óptimamente en el mercado y sean idóneos para la representación de personas y de sus intereses.
Tampoco soy partidaria de que
En la enseñanza del Derecho, se requiere una exigente formación de pregrado que contenga aspectos doctrinarios y prácticos. Y aquí cabe preguntarse, ¿qué formación tienen los docentes que imparten clases en las distintas Escuelas de Derecho?
Si bien, las pruebas de evaluación desde los primeros años serían un paso significativo, otra vía para mejorar la enseñanza y asegurar que los programas de estudio que se imparten en las distintas universidades, pese a sus diferencias, entregan los conocimientos imprescindibles, es el proceso de acreditación que certifica la calidad de la educación y la eficiencia institucional.
La acreditación debiera ser un requisito para las Escuelas de Derecho. La acreditación, como se sabe, forma parte de un propósito más alto como es el aseguramiento de la calidad de la carrera de Derecho. Por aseguramiento de la calidad, como lo explica
La discusión en torno a la formación y calidad de quienes serán los nuevos abogados del país debiera centrarse en estos dos aspectos que abordan el tema de fondo y no quedarnos en una discusión estéril y sólo de forma.
Por: Ángela Cattan Atala. Decana de