
En la oración del Salve, se hace alusión a este paso por el mundo terrenal como un “valle de lágrimas”, una forma metafórica de referirse a los sufrimientos terrenos que sin embargo serían compensados en la supuesta salvación. La reciente visita a Chile de Barack Obama en cambio me lleva a pensar en otra figura metafórica, quizás más brutal, pero muy realista y también centrada en un fluido corporal: lo baboso que se han mostrado todas nuestras elites políticas y sociales ante la visita del inspector de colonias.
Uno bien puede decir que en esto se ha transitado entre lo ingenuo y lo ridículo, y de algún modo casi todos han sido partícipes del patético evento. Pero el galardón se lo llevan nuestras elites. A propósito de esto vinieron a mi memoria las frases iniciales de un curso que dictaba uno de los más controvertidos profesores que tuve en el otrora glorioso Pedagógico de la Universidad de Chile por allá por finales de los años 60. El profesor de Filosofía Juan Rivano, que eventualmente perdería mucho de su atractivo entre sus estudiantes por sus vueltas políticas, inició aquel curso con una frase que para siempre quedó grabada en mi memoria: “Ah, nuestras elites, esa caterva de monos amanerados y ridículos…”
Desde nuestros próceres políticos – no sólo de la coalición gobernante sino también de la oposición – hasta la mayor parte de los comunicadores y por cierto gran parte del público en general, corrieron para “ponerse en la foto” junto a Obama o su señora. El presidente de la mayor potencia mundial es una celebridad y como tal es sujeto de importancia no sólo para el periodismo político, sino también para el farandulero. Algo parecido a lo que ocurre con los personajes de la realeza británica. Excepto por el hecho que el presidente de Estados Unidos ejerce un poder efectivo que puede ser letal; en los mismos momentos en que sonreía, bebía y departía con los políticos y celebridades chilenos enviaba órdenes para bombardear Libia y en lo posible asesinar a su gobernante. Todo eso en medio de sonrisas y brindis. Posiblemente algo muy parecido a lo que pudo haber ocurrido hace ya muchos años (tantos que algunos lo han olvidado completamente) cuando Henry Kissinger – conocido por ser un bon vivant – pudo haber ordenado que hicieran “aullar la economía chilena” bajo el gobierno de Allende, mientras departía en alguna reunión diplomática con algunas encantadoras damiselas, bebiendo un buen whisky y saboreando algunos bocadillos. La frivolidad y la toma de medidas que más serios efectos pueden tener sobre otros seres humanos muchas veces se entrelazan.
Recolectando sobre lo más ridículo de la jornada debo admitir que una vez más puede haber sido un episodio protagonizado por nuestro presidente, más específicamente cuando durante el brindis en La Moneda, en referencia al tipo de relación entre Chile y Estados Unidos mencionó algo de 2.0, para luego ser más explícito: Chile y Estados Unidos en una relación de iguales. Obama debe haber sentido un dejo de sarcasmo cuando se enteró de la demanda chilena mediante el audífono que le proporcionaba traducción simultánea: “¿relación de dos iguales?” habrá pensado para sus adentros Obama, “pero si ni siquiera a Rusia que, venida a menos como está, todavía tiene unos cuantos proyectiles nucleares apuntando a mi país la tratamos como un igual y este hombre quiere que a su shitty country lo tratemos como un igual…” El presidente estadounidense debe haber seguido sonriendo para sus adentros: “quizás qué le ponen a este vino los chilenos pero por lo menos a Piñera lo hace decir puro bullshit…”
Eso de que Chile quiera tener una relación de igual a igual con la mayor potencia del planeta en las palabras de Piñera debe haber sido el chiste malo de la noche, pero suficiente para traer otras imágenes y hasta versos, como los del poema de Nicolás Guillén a propósito de Puerto Rico y su status como estado asociado a Estados Unidos. ¿Chile también como “socio, asociado en sociedad”? Por de pronto el presidente chileno hizo méritos ofreciendo su apoyo a los bombardeos que en esos mismos días Obama (Premio Nobel de la Paz) había ordenado en contra de Libia. (Quizás Piñera podría haber ofrecido mandar a los militares chilenos a pelear allí también, a ver cómo se las arreglarían los “valientes soldados”en una guerra de verdad, pero estoy divagando…)
En conclusión, la visita del presidente Obama ha servido no sólo para poner toda una mise en scène adecuada como relaciones públicas, inaugurando lo que muchos quieren ver como un giro en la aparente indiferencia con que la administración Bush trató a América Latina, sino además para retratar de cuerpo entero la actitud de gran parte de los personajes de nuestras elites, cada cual más cocoroco en querer aparecer junto al importante visitante extranjero. Algunos haciendo lo posible por mostrarse amables hasta la obsecuencia, como aquel diputado socialista, Fidel Espinoza – cuyo padre fue asesinado por la dictadura militar – que ante al emplazamiento a que el presidente estadounidense se disculpara por el rol de su país en promover el golpe de estado de Pinochet, manifestó su desacuerdo. El argumento de Espinoza fue que Obama no tenía nada que ver con ese hecho. Por cierto que no, ese no es el punto. El emplazamiento no se dirigía a él en cuanto persona (muy joven a ese momento) sino a Obama en cuanto jefe de estado. La responsabilidad de Estados Unidos en el golpe chileno – bien documentada hasta por la propia comisión del congreso de ese país dirigida por el senador Church – es una responsabilidad como estado, por lo tanto permanente e independiente de quienes sean las autoridades actuales que administran ese estado. En cierto modo es similar a las demandas de excusas que organizaciones de la población negra han estado haciendo para que Estados Unidos, en cuanto estado, se excuse por el verdadero crimen que fue todo el proceso de la esclavitud africana. Obviamente no se trata de asignar una culpa colectiva a los dirigentes políticos blancos de hoy día que obviamente no tienen nada que ver en el asunto y muchos de los cuales han promovido políticas reparativas para con la minoría negra, sino de exigir una toma de posición del estado norteamericano reconociendo la esclavitud como un hecho vergonzoso y en última instancia criminal.
Naturalmente una tal excusa o al menos un reconocimiento oficial de parte del propio Estados Unidos como estado en el golpe chileno, conllevaría el reconocimiento de algo que algunos círculos en Chile (y al parecer incluso algunos en la Izquierda misma) ven como altamente incómodo: admitir que el golpe no fue un hecho pensado, planeado y desarrollado por chilenos, en respuesta a situaciones complejas y conflictivas de ese momento, como al parecer se quiere hacer creer y se trata de vender como historia oficial estos días, sino una bien planeada acción de alcances estratégicos que se planeó en Washington desde el momento mismo en que Allende y la Unidad Popular obtuvieron la primera mayoría en las elecciones de 1970.
Curiosamente sin embargo, no falta algún pequeño detalle que por lo menos ayuda a revelar que todo lo que se dijo fue al final un buen montado escenario para un show que, afortunadamente, no todos tragan. En el noticiero de TVN emitido por su señal internacional, un reportero interrogó al azar a gente en la calle, preguntándole por qué ellos creían que Obama había elegido a Chile para hacer su discurso para las Américas, y uno de los entrevistados dijo quizás lo más cierto de todo lo que se dijo esos días: “a lo mejor porque nosotros somos los más ingenuos…” (y claro, “ingenuo” es una expresión suave, un calificativo más fuerte y criollo hubiera mejor retratado la actitud de esa caterva de buscadores de oportunidades de fotos con Obama, pero posiblemente de haberlo dicho así el agudo y muy acertado entrevistado no hubiera salido en la tele).