Noviembre 27, 2024

Con voluntad de poder

Chile necesita de una expresión vanguardista que se ofrezca como alternativa y marque diferencia  de la centro derecha  y del centro izquierdismo.  Las expresiones políticas representadas actualmente en el Gobierno o el Parlamento se favorecen de un sistema electoral que los privilegia y han administrado, por igual, los intereses económicos  que los grandes empresarios e inversionistas extranjeros les delegan en uno de los países más desiguales de la Tierra.

 

 

Genuflexos ante el imperio de un sistema económico sólo viable en cuanto existan muchos pobres y unos pocos multimillonarios, cuanto una mano de obra barata, sin organización y representación política,  gremial y sindical.

Prácticamente la mitad de los mayores de edad no manifiestan interés en formar parte de los registros electorales y, entre quienes sufragan, más de un 25 por ciento  lo hizo por los candidatos escindidos de los dos referentes favorecidos por el sistema electoral binominal. Es evidente, entonces, que falta en el espectro político una fuerza que integre a ese gran mundo de expresiones dispersas que en más de dos décadas no ha podido, ni podrá, ganar representatividad en el Parlamento o el Gobierno, salvo que se conforme con las miserables migajas que se les arroja desde el banquete del poder.

Ciertamente un cúmulo disperso de expresiones que ideológicamente tienen mucho más identidad y vigencia que quienes se rotan en los curules legislativos y los cargos cuoteados por el Poder Ejecutivo. Expresiones que comparten las mismas críticas respecto del capitalismo sacralizado, que coinciden en la necesidad de recuperarle al estado más responsabilidad en la economía y la gran tarea educacional, como en la propiedad y supervisión sobre nuestros recursos estratégicos y defensa del medio ambiente. Grupos que coinciden en la necesidad de avanzar a una democracia genuina en la que exista, desde luego, diversidad informativa y libertad de asociación. En la firme resolución por fundar una Asamblea Constituyente, en refrendar soberanamente  una nueva Constitución Política en que los tres poderes del Estado sean realmente autónomos. Múltiples organizaciones de probada adhesión a los Derechos Humanos, que reconocen la legitimidad de las demandas de nuestros pueblos autóctonos y que abogan porque se respete la dignidad de todas las minorías. Centenares o miles de pequeños referentes que mantienen su vocación latinoamericanista y tercermundista y que están asqueados del servilismo de nuestra política exterior hacia la potencia imperial, cuanto de una política militar que visualiza siempre enemigos internos, que desprecia la integración con los pueblos hermanos y que se hace cómplice de la paulatina pérdida de soberanía nacional en nuestro territorio,  subsuelo,  altas cumbres, bosques, Océano y manantiales. En un país en que aún se enseñorean oficiales desleales y cebados con la sangre de sus compatriotas,  al buen abrigo de recursos robados al cobre y al erario nacional, al aporte abnegado y cotidiano de los millones de trabajadores que carecen de un sueldo digno.

Todo un acervo doctrinario consolidado en miles de luchas reivindicativas, idearios, aciertos y autocríticas en que sus referentes, sin embargo, se demuestran todavía dispersos  y sin posibilidad de irrumpir con éxito en la política y la movilización social que el pueblo requiere para subvertir el orden injusto. Una infinidad de expresiones marcadas, desgraciadamente, por el afán de protagonismo de sus minúsculos dirigentes, como por una gran cantidad de infiltrados que desde la política oficial son instados y financiados para perpetuar su  atomización.  Que ante cualquier evento electoral reparten dádivas y promesas para captar su apoyo que luego traicionan una y otra vez desde el gobierno o el Poder Legislativo, donde duermen las reformas democráticas comprometidas y desde donde  aplica hasta la Ley Antiterrorista para ahogar sus demandas y organizaciones. Como lo obrado por gobiernos que, incluso, se arrogaron el apelativo de socialistas

La rampante desigualdad interna, la crisis del capitalismo mundial, la conciencia que el pueblo por si mismo viene adquiriendo, sin grandes medios de comunicación y organizaciones,  exige un acto de generosidad de la llamada izquierda extraparlamentaria , tras lo único que ahora parece viable después de tantos intentos de quiebres y refundaciones: la completa disolución y convergencia en una nueva expresión política en que todos sean iguales y se demuestren dispuestos al ejercicio de un genuino proceso democrático interno. Es decir, donde sus dirigentes resulten espontáneamente y por sus méritos más allá de donde vengan y de sus posiciones de antaño. Una organización en que se visualicen los jóvenes y los líderes sociales, en el que se entone un réquiem a ese pasado de denominaciones que se avienen más con los dos siglos anteriores que con el actual. Es decir, con los horrores de las conflagraciones mundiales y de la Guerra Fría , los fundamentalismos políticos y los vacíos caudillismos.

No en vano la izquierda que se ha consolidado y mantiene alta vigencia en América Latina es la que ha surgido de las cenizas, ni siquiera de las brazas, de los antiguos partidos y organismos sindicales. Desde la revolución cubana hasta el desarrollo del PT, en Brasil;  de la Izquierda Unida , en Uruguay;  del alzamiento indígena en Bolivia. Como lo sucedido en Ecuador, Venezuela y otros países donde fueron desplazados exitosamente los antiguos partidos políticos y dirigentes. Dejemos, incluso, que la inmensa figura de Allende descanse en paz en nuestra historia e ilumine, él como otros, al conjunto de una nueva expresión para que se cumpla, por lo demás, con el deseo expresado en sus últimas y conmovedoras palabras. Que su ejemplo no sea manipulado más por el oportunismo de algunos o la hipocresía de quienes juran su nombre en vano y, cuando llegan al poder, se arrodillan ante el pragmatismo o el miedo.

Una sólida expresión política con voluntad de poder donde confluya la conciencia y la lucha de las demandas sectoriales que pueblan la acción de tantos combatientes que creen que “otro mundo es posible” pero deben ganar conciencia de que la suerte de sus propios afanes está condicionada al triunfo de una plataforma ideológica y política mayor. Con el surgimiento, sin duda, de un partido que marque diferencia nítida con lo prevaleciente y no se avenga a acuerdos tácticos ni estratégicos con quienes se corrompieron vergonzosamente  en la política cupular, medrando de la institucionalidad pinochetista y, para colmo, a punto de sepultarse, ahora,  en la más patética reyerta interna.

Escribe: Juan Pablo Cárdenas S.

 

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