Desde fines del año 2010, algo curioso sucede en el más importante organismo monetario del mundo, el Fondo Monetario Internacional. Su Director Gerente, el francés Dominique Strauss-Khan, se ha declarado en guerra contra la desigualdad. Leyó bien. Hasta el FMI promueve la disminución de la desigualdad, esgrimiendo además tanto motivos éticos como utilitarios. En su paso por Singapur el pasado 1 de Febrero, Strauss-Khan señaló:
“Hay abundantes motivos éticos y sociales por los cuales nos debemos preocupar por la desigualdad de ingreso, pero hay también razones macroeconómicas. La desigualdad puede desalentar la economía, pues los pobres tienen menos acceso al crédito. Puede llevar a las personas hacia actividades improductivas. Puede también hacer a los países más vulnerables a los shocks, pues cuando pocas personas ahorran para un día de lluvia, son más los que sufrirán al llegar la tormenta. La desigualdad puede incluso hacer más difícil la recuperación luego de los shocks: las sociedades más iguales tienden a crecer por mayores períodos de tiempo.”
Chile es hoy más papista que el FMI. A pesar de estar entre los 44 países más desarrollados del mundo, es por el contrario uno de los 15 más desiguales, según el PNUD. Además, posee un nivel de impuestos agregados cercano a la mitad de “sus pares” de la OECD (19% contra 36%). Y en relación a esos mismos países, la gigantesca brecha en cuanto a equidad no se da al comparar la situación antes de los impuestos sino que después de éstos. Los países desarrollados mejoran su equidad principalmente vía el gasto público. Por lo tanto, y para derribar un mito de uso frecuente, es justo señalar que el gasto público chileno es insuficiente mucho más que ineficiente en el combate contra la inequidad.
¿Y por qué el gobierno -desde mucho antes que asumiera el Presidente Piñera- no ha tomado cartas para superar este escandaloso problema? ¿Por qué entre los temas de la última elección presidencial no fue protagónica la apuesta por reducir la inequidad? ¿Queda alguien que en su sano juicio todavía piense que el crecimiento y la equidad son tareas secuenciales, una después de la otra? O en el peor de los casos ¿puede alguien creer que aún no ha llegado a Chile la hora de la equidad?
Un Presidente chileno reciente hizo su campaña bajo el slogan “crecer con igualdad”. Pues bien, logró lo primero y falló en lo segundo. Desde entonces hasta hoy día nuestra economía sigue creciendo cada año, un poco más o un poco menos, pero el problema de fondo sigue ahí. La mayoría de los niños y jóvenes chilenos siguen yendo al colegio a “los 12 juegos” (años de mala educación) que nos cantaron Los Prisioneros a mediados de los 80 en “El baile de los que sobran”, donde a unos pocos les enseñan “secretos que a ti no”. Son 8 juegos de educación básica más 4 juegos de educación media. En total 12, salvo que se endeuden en una mala Universidad privada, donde ahora los juegos pueden llegar a ser 18 antes de “patear piedras”.
Curiosamente, la clase política tradicional se declara sorprendida por la baja participación electoral de los jóvenes, directa y cronológicamente egresados de la “Revolución Pinguina” de 2006, que muy clara y sensatamente planteó esta misma encrucijada.
Estimados amigos de la Concertación y de la centroizquierda toda, hubo avances importantes en 20 años, pero aquí está la prueba no superada y a la vez la amalgama de la unión amplia para un futuro urgente. Devolver las oportunidades a los vastos sectores de la sociedad chilena viviendo en el limbo de la pobreza y la exclusión social, es la meta. Modificar paulatinamente nuestro sistema tributario para convertirlo en uno de características progresistas, es el camino. Seguir mejorando la eficiencia del gasto público y social, ayudará pero no es de por sí la solución.
¿Eso significa elevar impuestos? Sí claro! Si todo el mundo así lo hace, así lo ha hecho y con buenos resultados. La mayoría ciudadana y social respaldará ese camino, pese a que la mayoría económica pudiera no simpatizarle.
La “chilean way” nos puede haber llevado a promedios relativamente aceptables de desarrollo, pero a la vez esconde una gran verdad bajo la alfombra: una desigualdad indigna e indignante.
El FMI ya entendió el mensaje de Los Prisioneros. Ahora nos toca a nosotros.
Felipe Melo R.
Movimiento Nueva Izquierda
Viernes 4 de Marzo 2011