No es una extrapolación caprichosa de los activistas en los dos lugares comparar a la plaza del Capitolio en Madison, capital de Wisconsin, en Estados Unidos, con la plaza Tahrir, de El Cairo. Las une mucho más de lo que las separa: la identidad universal del ser humano, el amor a la libertad, el ansia de justicia social y democracia, los derechos de los trabajadores, la solidaridad entre los que luchan no importa dónde.
El ingeniero Muhammad Saladin Nusair levantó una pancarta en la plaza Tahrir, ya famosa entre los manifestantes de Madison, que decía: Egipto apoya a los trabajadores de Winsconsin –un mundo, un dolor. En Wisconsin se enarbolan éstas: De Egipto a Wisconsin nos levantamos; gobernador Walker, nuestro Mubarak. Cuenta la luchadora estadunidense Medea Benjamin que luego de informar a los estudiantes que ocupan junto a los trabajadores el Capitolio de Madison sobre las prácticas que observó en la plaza Tahrir, comprobó al día siguiente que al igual que en ésta, los de Madison limpiaban hasta dejar relucientes los pisos de mármol de la legislatura estatal. Aprendemos rápido, le dijo una estudiante.
En la plaza Tahrir continúa la lucha por la liberación de Egipto, que es mucho más que la salida de Mubarak, el viernes después de la oración la veremos llenarse de nuevo. En Madison los trabajadores del sector público del estado de Wisconsin pugnan por impedir la aprobación por la legislatura estatal con mayoría republicana de una iniciativa de ley del gobernador Scott Walker (del Tea Party) que suprimiría el derecho del sindicato de empleados públicos a la negociación del contrato colectivo de trabajo salvo en cuanto a salarios, y recortaría sus sueldos y pensiones. Anteriormente Walker disminuyó los impuestos a los ricos y corporaciones privando a las arcas públicas de ese sustancial ingreso y ahora pretende cubrir el déficit a costa de suprimir miles de puestos de trabajo y de aumentar las contribuciones a la salud y al retiro de los maestros, médicos y enfermeras, trabajadores de salubridad, policías y bomberos. Amenaza, además, con usar la Guardia Nacional si los sindicatos ponen obstáculos a su iniciativa. El atropello que intenta el gobernador ha levantado una ola de solidaridad y movilización de los estudiantes universitarios, de secundaria y preparatoria, trabajadores del sector privado, organizaciones religiosas y comunitarias en casi todos los distritos de Wisconsin y luego se ha ido extendiendo a todo el país. Este estado, con antiguas tradiciones progresistas y el primero donde el sindicato de empleados públicos ganó el derecho a la negociación colectiva en 1959, ha visto, como muchos otros en los últimos años, esfumarse el american dream: cierre de miles de empresas, alargamiento de la jornada laboral, aumento imparable del desempleo, empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría y la reducción a la nada de las expectativas de la gente común.
Lo que se juega en Wisconsin es mucho más que un asunto laboral de carácter local. Es allí donde el movimiento sindical ha decido decir ¡basta ya! a la guerra de clases contra la clase obrera iniciada hace tres décadas bajo la presidencia de Ronald Reagan y sostenida desde entonces por los ocupantes, republicanos o demócratas, de la Casa Blanca. El ejemplo más reciente es el presupuesto antipopular presentado por el presidente Barak Obama al Congreso, que empobrecerá aún más a los de abajo y continuará otorgando jugosos contratos al complejo militar-de seguridad-industrial y cuantiosas ganancias a Wall Street. Paradójicamente los trabajadores de Wisconsin han contado con el apoyo del Partido Demócata y de Obama puesto que las contribuciones económicas de los sindicatos y el voto de sus miembros es necesitado desesperadamente por los demócratas para las elecciones de 2012.
El hecho es que el movimiento iniciado en Wisconsin se ha extendido ya a Ohio, Indiana, Pensilvania y otros estados donde gobernadores republicanos tienen en cartera similares iniciativas. Incluso en grandes estados con astronómicos déficits presupuestarios, como California y Nueva York, gobernados por demócratas, se preparan medidas un poco más benignas del mismo corte. Noam Chomsky comentó al programa Democracy Now (David Brooks, La Jornada, 17 de febrero) que lo que ocurre en Wisconsin tal vez es el inicio de lo que verdaderamente necesitamos aquí (en Estados Unidos): un levantamiento de democracia, ya que la democracia aquí ha sido casi eviscerada