Una soleada mañana de Octubre cruzando “el charco” que separa Buenos Aires de Montevideo, subí a la cubierta del “Buque-Bus” para matar las últimas horas de un largo viaje que se había iniciado meses antes en el Trópico. La brisa suave y cálida me hizo entrar en una grata ensoñación.
Interrumpió mi estado amniótico las palabras de una hermosa muchacha, de piel bronceada, ojos almendra y extraño acento “Ten cuidado…si te duermes puedes caer al agua”- me advirtió solidaria. Noté que en su cuello portaba un extraño adorno. Tal vez una medialuna de plata. Pero lo que cautivó mi atención fue una de sus manos, En ella descansaba un libro del extraordinario poeta turco Nazim Hikmet, a quién había leído motivado por un poema que le dedicara el salvadoreño Roque Dalton.
El barco-barquichuelo navegaba tranquilo esa mañana de Octubre y otros pasajeros se animaron a subir a cubierta. Algunos de ellos fumaban o se fotografiaban teniendo como telón de fondo los edificios porteños o las terrosas aguas del Mar del Plata. Zahira, que todavía no sabía que se nombraba Zahira me preguntó de donde provenía. Le pedí que me aclarara su pregunta “¿De dónde vengo o de dónde soy?” Sonrió con mi confusión y sus blancos dientes iluminaron su bronceado rostro. Contestó mi inquietud “Yo soy de Palestina pero vengo de Túnez” Ahí comencé a entender. Fue entonces que mal recité un poema escrito por unos niños palestinos refugiados “El gato tiene casa, los pájaros tienen casa, el perro tiene casa, los niños palestinos no tienen casa” Ese sencillo, casi naif poema, golpea con una dura realidad y no he podido olvidar esas palabras que leí hace años. Zahira me escuchó en silencio y silenciosos fueron sus ojos húmedos esa mañana de sol viaje a Montevideo. Fue así como comenzó una hermosa amistad. Me contó que trabajaba en Túnez pero que había estudiado medicina en Francia y que se había unido a “Médicos Sin Fronteras” y vivió varios años en Centroamérica donde aprendió el “español” Cuando le pregunté como era Túnez me dijo “Un país con una economía dependiente…algún día alcanzará su independencia” También me narró como todas las mañanas cuando viajaba al Hospital donde trabajaba, antes que saliera el sol veía al muecín subir al minarete de la mezquita de la Medina de Túnez, a cumplir con la llamada a la oración o “adhan” Recordé las películas donde la cámara hace un paneo sobre los techos de las mezquitas, ya sea en las madrugadas con las primeras luces filtrando la arquitectura inspiradora del hermoso arte mudéjar, mientras se escucha el singular canto del muecín llamando a una de las cinco oraciones del día. Fue inevitable conversar con Zahira de la causa del pueblo palestino y su justa demanda a tener territorio. Le dí mi opinión: Mientras no se solucionara el reconocimiento del Estado Palestino no habría paz en Oriente Medio. Zahira estuvo de acuerdo pero me contó que el conflicto era más profundo, que atravesaba al pueblo árabe y también a los pueblos africanos. Que el conflicto no era en blanco y negro: Israel contra palestinos y las potencias alineadas con uno y con otro “bando”
En el Sur del Sur del Mundo veo la TV las noticias nos van mostrando, sesgadamente, con determinados enfoques, los levantamientos sociales de los pueblos de Túnez, Egipto, Argelia, Yemen, Libia (sí, Libia quiere poner fin a 42 años de Gobierno de Gaddafi); el pueblo Saharui en el Sahara Occidental y el pueblo palestino comienza a soñar en una nueva Intifada, al tener noticias de esa gran humanidad en esta noche, casi de madrugada, recuerdo ese viaje cruzando el Mar del Plata con Zahira.
Egipto, país insignia para la cultura occidental por los faraones y pirámides, los cocodrilos del Nilo, la excelente calidad de su algodón, desiertos y caravanas de camellos, la importancia en la cultura cristiana y la santa Biblia; además de sus gobiernos obsecuentes con Gringolandia y el Estado de Israel, es el más poblado de los países árabes y, hoy por hoy, una pieza significativa en la historia y en el ajedrez internacional en que las potencias convierten a nuestros pueblos en peones sacrificables. La rueda de la historia gira y gira y rara vez se detiene y esta vez inició su rodar en Túnez luego en Egipto y las muchedumbres comienzan a mirar la luz del sol y éste no las ha cegado, como les mintieron por años. Cuando veo las imágenes de las grandes movilizaciones de los pueblos árabes, la violencia desatada en las calles, al amanecer de estos días en el Sur del Sur del mundo, en silencio, rezo por mi amiga Zahira, su familia y su pueblo: “Allahu Akbar, Allahu Akbar”
Por Rodrigo De Los Reyes Recabarren