Febrero 5, 2025

Haití: respetemos lo que hay

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haitiHaití vive una aguda crisis en medio de su larga crisis histórica. El país se formó en los siglos XVII y XVIII en base al brutal traslado de esclavos que los esclavistas franceses hicieron desde las costas de Guinea Occidental, en África, a la isla La Española

en el Caribe.

 

Cientos de miles de mujeres y hombres engrillados y tratados como animales fueron transportados en barcos que obedecían a París.

Los primeros haitianos no llegaron a tierras de América en busca de oro y plata o de tesoros escondidos de la India o a la conquista de tierras y de seres para sus coronas. Ellos fueron traídos por la fuerza para seguir trabajando como esclavos o para empezar a serlo tras dejar sus tierras africanas.

Esa formación histórica constituye uno de los tantos crímenes de Occidente y el germen imborrable de las crisis venideras. Haití nació de una matanza prolongada, de un verdadero genocidio.

A fines del siglo XVIII y principios del XIX los esclavos se liberaron e independizaron. Occidente entero los castigó. No hubo allí las inversiones y el comercio que sí hubo en y con su entorno: República Dominicana, Cuba, Jamaica, la Martinica y el sur de los EEUU.

En el siglo XX Estados Unidos, que se alzaba como imperio, llegó a comprender – y actuó en consecuencia- que Haití era importante para él, muy importante.

En primer lugar por tratarse de un país limítrofe, como Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, tan decisivos para el normal desarrollo del imperio.

En segundo lugar por cuidarse de su inmigración, entendida como peligrosa por sus enfermedades congénitas, su escasa preparación escolar y su espíritu rebelde.

En tercer lugar por ser un territorio de tránsito hacia EEUU de drogas, órganos y seres humanos, tránsito que deben “asegurar” pero que debe ser controlado.

En ese cuadro, en 2004, y tras la salida de Aristide del gobierno, la anarquía reinante y el peligro de un grave enfrentamiento interno, Naciones Unidas envió tropas a Haití.

Diez años antes Aristide y Clinton habían acordado el fin de las FFAA haitianas, golpistas, corruptas y duvalieristas.

A Haití se le trata con un rasero que no se usa para ningún país de América.

El grueso de las tropas de Naciones Unidas, que ya llevan 7 años allí, está compuesto por sudamericanos: brasileños, uruguayos, argentinos, ecuatorianos, bolivianos, peruanos y chilenos. Los gobiernos siguientes al de Aristide, el de facto de Latortue y el electo de Preval, no han pedido el retiro de esas tropas. Ellas siguen cumpliendo tareas de vigilancia y de apoyo a la Policía Nacional y, de alguna forma, constituyen el brazo armado del actual y débil estado haitiano.

EEUU sabe de esa debilidad: con posterioridad al gran terremoto de enero pasado envió sus propias tropas, sin consulta con las Naciones Unidas, y ocupó el país con un contingente superior en número y en armamento, y se mantuvo allí hasta que sintió que su tarea estaba cumplida. ¿Volverán?

Al iniciarse 2011 siguen presentes las consecuencias del gran terremoto, ha brotado el cólera y las elecciones de noviembre han sido cuestionadas por la gente  (hubo una abstención casi del 80 por ciento), por las malas prácticas y por la esmirriada clase política.

Con 300 mil muertos, un país pobre y empobrecido, sin estado nacional mínimo, con elecciones truchas, y una gran bolsa de dólares reunidos por la llamada “comunidad internacional” para ir en “su ayuda”, existen las condiciones óptimas para establecer un verdadero protectorado de facto en el país.

 

El gobierno de Piñera, que anda a tientas en casi todos los rubros y que sólo ha logrado un mayor enriquecimiento de la banca y de los monopolios, está por “hacer algo” en Haití.

Nadie ha pensado en colocar agua potable allí, porque allí no hay ganancia empresarial. Tampoco en mejorar a fondo las carreteras y los servicios de salud.

Cuba tiene en Haití 3 mil profesionales de la salud. Chile, una decena.

¿Qué hacer?

Empezar por respetar las débiles autoridades surgidas de las débiles elecciones realizadas en el débil estado nacional haitiano.

Que la derecha no decida sacar tropas de Haití, o cambiarlas, porque le parece.

Que la Concertación no decida mantener tropas en Haití, porque eso se decidió en 2004 y porque le parece.

El estado chileno NO tiene autoridad para hacer lo que quiera en Haití.

El gobierno de Piñera no tiene autoridad para hacer lo que quiera con sus tropas en Haití.

La Concertación no tiene autoridad para decidir en asuntos tan delicados de un país ajeno.

Dejémonos de jugar a la pre-potencia.

Esperemos unos días para que el nuevo gobierno haitiano, débil como será y lleno de problemas, nos diga lo que quiere para su pueblo.

Consideremos al pueblo haitiano, con todas sus propias características.

Respetémoslo.

Lo otro es colonialismo amateur, condenado además al fracaso, por no decir al ridículo.

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