Noviembre 27, 2024

EL FSM, 10 años después

Diez años después de su primera edición, el Foro Social Mundial (FSM) regresa a África en un escenario diferente al de 2001. En aquellos tiempos la hegemonía del modelo neoliberal era grande, la economía mundial no había entrado en crisis y, principalmente, América Latina estaba regida por gobiernos neoliberales, con las excepciones de Venezuela y Cuba.

 

Ha pasada una década y el mundo cambió. La crisis económica, nacida en el centro del capitalismo, introdujo a las grandes potencias en la falta de desarrollo, de la cual no consiguen salir, mientras los países del sur –que privilegian la integración regional y no los tratados de libre comercio con Estados Unidos– ya la superaron y volvieron a crecer. El modelo neoliberal –salpicado con algunas adecuaciones– perdió legitimidad aunque continúa siendo dominante.

 A pesar de todo, por la debilidad de las alternativas de izquierda, el mundo se ha vuelto más conservador: ni la victoria de Barack Obama y el fin del desprestigiado Bush alteraron esa tendencia; la Europa de Merkel, Berlusconi, Sarkozy Cameron y las agudas crisis –con sus respectivos paquetes del Fondo Monetario– en Portugal, Grecia e Irlanda han producido un viraje hacia la derecha.

 La gran excepción es América Latina, que no por casualidad es la región donde nació el FSM. En estos 10 años, en paralelo con sus reuniones, en el área se eligieron –uno tras otro– presidentes comprometidos con la construcción de modelos alternativos. Nunca antes la zona tuvo tantos gobiernos afiliados entre sí a la misma línea posneoliberal de priorizar los procesos de integración regional, en lugar del libre comercio con Estados Unidos, dándole un primer sitio a las políticas sociales en lugar de a los ajustes fiscales.

 En la pasada reunión del FSM, en Belén, lo más significativo fueron cinco presidentes –todos latinoamericanos– afirmando su compromiso con la construcción de otro mundo posible. Eran marginales de la política tradicional: un arzobispo ligado al movimiento campesino paraguayo; un dirigente indígena boliviano; un intelectual del pensamiento crítico ecuatoriano; un líder militar nacionalista venezolano y un conductor sindical brasileño.

 Los cinco representaban un movimiento más amplio –que incluye a Argentina, Uruguay, El Salvador –de quienes construyen procesos únicos de integración (Mercado Común del Sur, Unasur, Consejo Sudamericano de Defensa, Banco del Sur, Unión de los Pueblos Latinoamericanos)– que hace en sus países avanzar significativamente la recuperación económica, la disminución de desigualdades, la extensión de los derechos sociales a toda la población, la afirmación de políticas exteriores soberanas. América Latina se volvió la única región en que hay gobiernos que se identifican con las propuestas del FSM y apuntan a trascender el neoliberalismo.

 Las propuestas del FSM conquistaron espacios en esta década, entre ellas la del software libre como instrumento de derecho universal a la comunicación. Algunos gobiernos también adoptaron modalidades reguladoras de la libre circulación del capital financiero. La recuperación de los recursos naturales privatizados –entre ellos el agua– fue realizada por gobiernos latinoamericanos. La idea de que lo esencial no tiene precio, generalizando así los derechos de todos, ha sido igualmente implementada por mandato de presidentes posneoliberales de América Latina.

Sin embargo, lamentablemente la crisis económica general impidió que  las alternativas progresistas fuesen capitalizadas en otras regiones –especialmente en Europa. En otros temas del Foro Social Mundial tampoco se tuvieron avances por carencias de las fuerzas políticas en su arraigo popular y capacidad de liderazgo para poder transformar iniciativas en políticas en práctica.

 Esto fue posible allí donde se dieron avances reales en la construcción de otro mundo posible, donde la fuerza social –de masas– e ideológica –de propuestas– consiguió transformarse en fuerza política, disputarle el poder al Estado y, a partir de ahí, poner en manos de los gobiernos instrumentos de cambio. En distintos grados, eso se está dando en Bolivia, Brasil, Argentina, Venezuela, Uruguay y Ecuador. Se hace con medidas que superan el neoliberalismo, con la recuperación de la capacidad estatal para inducir el crecimiento económico, para garantizar la extensión de los derechos sociales, para defender la soberanía nacional, para regular la circulación del capital financiero, entre otras acciones.

 Por eso el otro mundo posible necesariamente pasa de la esfera social hacia la política y encuentra en los gobiernos posneoliberales de América Latina sus puntos más avanzados. En tanto, las corrientes políticas que permanecen autorrecluidas en la resistencia social, se debilitan, pierden trascendencia política y hasta pueden desaparecer sin haber conseguido que se apliquen nuevas formas.

 Éste es el marco político general en que transcurrirá el FSM de Senegal. En el anterior, hace dos años, predominó una cierta euforia ingenua y espontaneísta, de que el neoliberalismo –y hasta el mismo capitalismo– estaba llegando a su fin. Los dos años pasados han reforzado el argumento de que sin la construcción de fuerzas políticas –las existentes o las refundadas– capaces de dirigir procesos que pasan por la acción del Estado no habrá progreso, y puede ocurrir que se vean retrocesos.

 El otro mundo posible va siendo construido en América Latina, mediante diferentes modalidades de gobiernos posneoliberales, que son la referencia más rica –en sus realizaciones, en su potencial y hasta en sus puntos muertos– para avanzar en las ideas que el FSM presentó hace 10 años. Pero si el mismo no supera los límites autoimpuestos, amenaza con andar en falso, disociado de los procesos existentes de construcción de otro mundo posible.

Traducción: Ruben Montedónico

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