Diez años después de su primera edición, el Foro Social Mundial (
Ha pasada una década y el mundo cambió. La crisis económica, nacida en el centro del capitalismo, introdujo a las grandes potencias en la falta de desarrollo, de la cual no consiguen salir, mientras los países del sur –que privilegian la integración regional y no los tratados de libre comercio con Estados Unidos– ya la superaron y volvieron a crecer. El modelo neoliberal –salpicado con algunas adecuaciones– perdió legitimidad aunque continúa siendo dominante.
A pesar de todo, por la debilidad de las alternativas de izquierda, el mundo se ha vuelto más conservador: ni la victoria de Barack Obama y el fin del desprestigiado Bush alteraron esa tendencia; la Europa de Merkel, Berlusconi, Sarkozy Cameron y las agudas crisis –con sus respectivos paquetes del Fondo Monetario– en Portugal, Grecia e Irlanda han producido un viraje hacia la derecha.
La gran excepción es América Latina, que no por casualidad es la región donde nació el
En la pasada reunión del
Los cinco representaban un movimiento más amplio –que incluye a Argentina, Uruguay, El Salvador –de quienes construyen procesos únicos de integración (Mercado Común del Sur, Unasur, Consejo Sudamericano de Defensa, Banco del Sur, Unión de los Pueblos Latinoamericanos)– que hace en sus países avanzar significativamente la recuperación económica, la disminución de desigualdades, la extensión de los derechos sociales a toda la población, la afirmación de políticas exteriores soberanas. América Latina se volvió la única región en que hay gobiernos que se identifican con las propuestas del
Las propuestas del
Sin embargo, lamentablemente la crisis económica general impidió que las alternativas progresistas fuesen capitalizadas en otras regiones –especialmente en Europa. En otros temas del Foro Social Mundial tampoco se tuvieron avances por carencias de las fuerzas políticas en su arraigo popular y capacidad de liderazgo para poder transformar iniciativas en políticas en práctica.
Esto fue posible allí donde se dieron avances reales en la construcción de otro mundo posible, donde la fuerza social –de masas– e ideológica –de propuestas– consiguió transformarse en fuerza política, disputarle el poder al Estado y, a partir de ahí, poner en manos de los gobiernos instrumentos de cambio. En distintos grados, eso se está dando en Bolivia, Brasil, Argentina, Venezuela, Uruguay y Ecuador. Se hace con medidas que superan el neoliberalismo, con la recuperación de la capacidad estatal para inducir el crecimiento económico, para garantizar la extensión de los derechos sociales, para defender la soberanía nacional, para regular la circulación del capital financiero, entre otras acciones.
Por eso el otro mundo posible necesariamente pasa de la esfera social hacia la política y encuentra en los gobiernos posneoliberales de América Latina sus puntos más avanzados. En tanto, las corrientes políticas que permanecen autorrecluidas en la resistencia social, se debilitan, pierden trascendencia política y hasta pueden desaparecer sin haber conseguido que se apliquen nuevas formas.
Éste es el marco político general en que transcurrirá el
El otro mundo posible va siendo construido en América Latina, mediante diferentes modalidades de gobiernos posneoliberales, que son la referencia más rica –en sus realizaciones, en su potencial y hasta en sus puntos muertos– para avanzar en las ideas que el
Traducción: Ruben Montedónico