Haití es un país que ha vivido – en el siglo XX y hoy, sobrevivido – en crisis permanente, como buena parte de la humanidad. Es una economía en que predominan las formas precapitalistas de producción y una geografía hasta hoy seca en recursos naturales. Extrañamente en Haití no hay petróleo como en todo el Caribe ni oro ni mármol como en República Dominicana, que ocupa con ella la misma isla.
En el siglo XIX y XX, en castigo por haber terminado con la esclavitud, fue víctima de un bloqueo internacional europeo y norteamericano y allí no hubo ni las inversiones ni el comercio que sí caracterizó a su vecina República Dominicana y a países como Chile y otros del continente.
Haití se parece más a los países africanos del sur del Sahara que a sus países vecinos y para qué decir a los EEUU, que está a tiro de cañón.
Haití tiene una expectativa de vida de 50 años, una mortalidad infantil de 120 por mil, un alto grado de analfabetismo y, ahora que los pobres se miden, un porcentaje de pobreza que está ahora entre el 80 y el 90 por ciento.
Vota para elegir Presidente sólo desde 1989, y en estos veinte años ha elegido, con interrupciones, a dos: Aristide y Preval. Aristide dos veces y Preval dos veces. Aristide fue derrocado las dos veces. Preval terminó su primera y está terminando, no se sabe cómo, su segunda.
En ese cuadro social, económico y político – de generalizado sufrimiento- en el último año ocurrieron terremoto (con 316 mil muertes), huracanes, epidemia de cólera y una elección presidencial trucha.
Para cumplir con su calendario constitucional y las presiones internacionales –más que por la movilización popular y democrática que lo exigiera- se llamó a elecciones en noviembre de 2010.
En ella hubo una veintena de candidatos y alrededor de un 80 por ciento de abstención. Podían votar 5 millones de personas y votó 1 millón de personas. Los resultados de la primera vuelta no arrojaron un ganador por mayoría absoluta y nadie creyó que entre los dos primeros había llegado, como lo señaló su Tribunal Electoral, el señor Jude Celestin, yerno del Presidente Preval y candidato apoyado por él.
La inmensa mayoría de la gente no estaba preocupada de las elecciones pero sí los candidatos y sus partidarios, el gobierno y los veedores extranjeros. Todos, menos el gobierno, alegaron y más lo hicieron (al costo de varios muertos) los partidarios de un famoso cantante, el Sr. Michel Martelly, apodado Sweet Micky, a quien el Tribunal había dejado fuera de la segunda vuelta por llegar “tercero”.
Fue tan grande el alboroto en ese país terremoteado y afectado por el cólera, que el propio gobierno pidió a
El 14 de enero recién pasado
El lunes 17, en medio de la crisis en la crisis, como guinda de la torta, y sin que muchos lo esperaran, aterrizó en Port au Prince nada menos que Jean Claude Duvalier, Bebé Doc, el último gran dictador haitiano defenestrado a temprana edad hace casi 25 años.
El mundo sabe de los Duvalier como sabe de Pinochet.
Jean Claude, Bebé Doc, fue ungido por su padre Francois antes de morir, como Presidente Vitalicio y gobernó en una orgía de terror entre 1971 y 1986. Con respecto al criminal de su padre, modernizó la arbitrariedad, el robo y el crimen.
Partió al exilio dorado protegido por Francia, se exilió en
¿Qué hará el gobierno de Preval con Bebé Doc? ¿Qué hará
¿Llevar al ex dictador ante la justicia por sus crímenes contra la humanidad, que no prescriben?
En el caso de Bebé Doc no se puede argumentar que “tiene más de 70 años”, como se hizo con Pinochet. O que está muy enfermo el pobrecito.
Bebé Doc tiene 59 años, llegó tan sano como es posible en su carreteada vida, acompañado de su joven segunda esposa y está en su país. ¿Seguirá siendo protegido por Francia, EEUU y otros?
A su llegada a Port au Prince el día 17 presentó un pasaporte oficial y fue escoltado por miembros de
¿Pasará ahora a ser protegido, además, por
Una nueva afrenta contra Haití y un claro test para Insulza y el gobierno de Piñera, el Ministro Moreno de Relaciones Exteriores y el Sr.Allamand, nuevo encargado de las tropas chilenas en Haití.