Noviembre 25, 2024

Meningitis epidémica ¿Expresión de falencias crónicas y severas en la salud pública?

aguja_hipo

aguja_hipoLa lectura diaria de la prensa en los últimos días, respecto de la existencia o la ausencia de una epidemia de meningitis en el país, revela, en los pronunciamientos de los funcionarios de gobierno, y también de los expertos, una gran confusión.

 

Lo que se afirma un día, se desmiente al día siguiente, sin agregar información nueva que justifique tan rápidos cambios y virajes de opinión, aumentando con ello la incertidumbre y la alarma pública. De esta forma el Jueves 8 de Noviembre en El Mercurio, un funcionario de gobierno nos asegura que no existe una epidemia mientras que el Viernes 9 en La Tercera expertos en infectología nos aseveran de que existe un brote de la enfermedad en Santiago. Brote es el socorrido eufemismo chileno usado para designar a un número inesperado de casos de una enfermedad en un intervalo de tiempo determinado, lo que en el lenguaje técnico constituiría sin lugar a dudas una epidemia; se podrá argumentar si esta es pequeña o grande, pero es al fin una epidemia y con importante mortalidad.


La renuencia de las autoridades y de los expertos para llamar en este caso a las cosas por su nombre obedece sin lugar a dudas a múltiples razones y tal vez una de ellas sea la evitar el temor innecesario de la población. Sin embargo, la alarma de población se exacerba de todas formas con la confusión y la desorganización descrita y al iniciar campañas masivas de vacunación que parecerían innecesarias en la ausencia de una epidemia o sin que exista el potencial para que ella se desarrolle en los días venideros. Uno de las factores que legitimaron y consolidaron al Estado moderno, nacido de los principios democráticos de la Ilustración, fue el uso efectivo que hizo del conocimiento emergente en epidemiologia y en microbiología para prevenir epidemias, como fuera tan bien demostrado con el cólera y la fiebre y la tifoídea en Europa y Norteamérica a fines del Siglo XIX y comienzos del S. XX. Desde aquella época ha quedado claro también que de alguna forma la aparición de estos dinámicos fenómenos biológicos que se proyectan más allá del ámbito médico son al mismo tiempo fenómenos sociales y políticos, los cuales en algunas ocasiones serían el resultado de los fracasos de la burocracia y de los instrumentos del Estado para lidiar eficaz y racionalmente con ellos.


Es por ello, que en la misma burocracia y en personeros de gobierno existiría a veces interés en minimizarlos y esta podría ser otra explicación para que se evite designarlos adecuadamente como epidemias. Y es así como la aparición de epidemias en diversos países estimula crisis gubernamentales, investigaciones parlamentarias (en la Cámara de Representantes de EE.UU. existe en este momento una investigación de una epidemia de meningitis), renuncias de ministros, protestas sociales masivas y aun investigaciones judiciales, todo aquello con el objeto de identificar las falencias y las limitaciones técnicas potencialmente responsables de ellas. En este caso la literatura indica que la bacteria responsable de esta epidemia, el meningococo W135 apareció por primera vez entre peregrinos a La Meca en Arabia Saudita el año 2000 y ha comenzado a diseminarse globalmente, incluyendo a los países industrializados, produciendo además abundantes casos en los últimos años en Latino América en Brasil y Argentina.


En Chile, los primeros casos de meningitis por esta bacteria al parecer aparecieron en el 2010, aumentaron el 2011 y constituyen una pequeña epidemia el 2012. Con los antecedentes de la globalización de la bacteria desde el 2000, con la información de epidemias en Brasil y Argentina, con la aparición de los primeros casos Chile en 2010 y con la particularidad de esta bacteria de producir enfermedad severa debería haberse puesto en marcha ya en 2010: 1) un grupo de estudio y un dispositivo de vigilancia epidemiológica a través de lugares pilotos en el país destinado a determinar la presencia de la bacteria en la faringe de los individuos sanos de diversas edades y de diversos grupos socio económicos, 2) a caracterizar la inmunidad de diversos grupos etarios para la bacteria en la población a lo largo del país, 3) a definir una serie de propiedades de las bacterias aisladas que son útiles para el análisis epidemiológico y la prevención, incluyendo su susceptibilidad a los antibióticos y 4) a estudiar diligentemente cada uno de los casos, sus bacterias y las de sus contactos.


Este trabajo epidemiológico fundamental habría generado información que tal vez habría permitido prevenir el comienzo de esta epidemia o por lo menos dinamizar y mejorar las condiciones de su manejo por las autoridades de salud, incluyendo una vacunación precoz y mejor planificada acompañada de un proceso educativo de los profesionales de la salud y de la población expuesta a la bacteria. La ausencia de éste, a mi parecer esencial trabajo preliminar, socava el profesionalismo de la autoridad sanitaria impartiéndole a su actividad un peligroso y caótico diletantismo, débil en contenidos científico técnicos y que por esto atenta contra su credibilidad, el bienestar de la población y la resolución moderna de estos problemas. Las extensivas purgas llevadas a cabo por la dictadura en el área salud en las universidades y en la burocracia estatal, el premeditado debilitamiento del rol del Estado en proteger la salud de la población y sus concomitantes y crónicas restricciones presupuestarias, las insuficiencias de la educación universitaria respecto de estos problemas y la inexplicable desidia de los gobiernos concertacionistas en mantener este crítico estado de cosas, son sin dudas parcialmente responsables del drama social que se ha vivido en las últimas semanas.


El año en curso hemos presenciado en el país epidemias de virus Hanta y de Clostridium difficile en la Asistencia Pública y otros hospitales. Evoluciona también en este momento una epidemia de tos convulsiva y se agrega ahora la de meningitis. Estos fenómenos tienen características comunes cuyo análisis escapa el contenido de este artículo; sin embargo, es importante destacar aquí que en todas ellas se advierte cierta indolencia e insolvencia del aparato sanitario y de los estamentos políticos del país para enfrentar el desafío que ellas provocan de manera eficaz y moderna. Esto demuestra a mi juicio que sucesivos gobiernos del país han carecido de la voluntad política y de la visión para hacer suya la máxima romana: “La salud del pueblo es ley suprema” y aun más, preservan arbitrariamente situaciones que la debilitan. Por esta razón disiento respetuosa pero firmemente de los llamados de un Sr. diputado en El Mercurio del Sábado 10 de Noviembre a no politizar esta epidemia ya que como hemos analizado decisiones y omisiones políticas deliberadas, pasadas y presentes, son responsables parciales de su desarrollo y de su evolución y parafraseando al joven revolucionario francés L.A. L de Saint-Just se podría decir “Nadie que gobierna puede pretender ser totalmente inocente”.

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