Anoche me emocioné hasta las lágrimas cuando las pantallas de la televisión mostraron a la Carola en la Plaza de Armas, besando un medallón que colgaba de su cuello, hecho por el Flaco Tohá, a quién ofreció la victoria en un momento de tan legítima satisfacción.
El Flaco se merecía haber podido disfrutar con el resonante triunfo de su hija en la que se llamó la madre de todas las batallas: la elección de alcalde en la comuna de Santiago.
No pudo ser. Le quitaron la vida hace 38 años.
Recientes investigaciones judiciales han confirmado que la misma mano encargada de asesinar al general Prats y su esposa en Buenos Aires, así como a Orlando Letelier y Ronny Moffit en Washington, estranguló al Flaco Toha, mientras permanecía recluido en el Hospital Militar.
José era unos pocos años mayor que yo y le arrebataron brutalmente el derecho a acompañar a su hija en unos comicios muy significativos para nuestro futuro.
Recordé tantos episodios vividos en común con el Flaco a partir de las memorables campañas de la FECH en 1950 y 1951: las movilizaciones contra el traidor González Videla, durante la huelga de la chaucha en Agosto de 1949; la conformación del Frente del Pueblo levantando la primera candidatura presidencial de Allende en 1952; la fiesta de la Primavera organizada por la FECH ese mismo año, con el Flaco emergiendo de un supuesto ovni posado en las faldas del San Cristóbal, junto a la morocha Gloria Leguizos, electa reina de la Primavera.
Recordé las tertulias en el diario Ultima Hora y las tardes dominicales en la tribuna Pacífico del Estadio Nacional, celebrando los goles del imbatible ballet azul de los años 60.
Lo recordé despidiéndose de sus compañeros de cautiverio, en la isla Dawson, prometiéndonos visitar a cada una de nuestras esposas, cuando en Febrero de 1974, el comandante del campo lo engañó al comunicarle que viajaba a Santiago en libertad.
El triunfo de Carolina es el éxito de una oposición unida. Es una victoria justa y necesaria. Venció a la descarada intervención oficialista. Derrotó al sonrisita Golborne que acompañó a Zalaquett besuqueando a cuanta fan del alcalde derrotado se le cruzó por el camino. Aplastó las obscuras maniobras del diario de Agustín, esforzándose por desalentar a los partidarios de la oposición unida, mediante encuestas que vaticinaban la categórica victoria de la derecha en Santiago como en Providencia, Ñuñoa o Recoleta.
La tarea de Carolina es compleja. No es fácil administrar la comuna que reúne los edificios y barrios patrimoniales donde tuvieron lugar los episodios más trascendentales de nuestra historia, el territorio donde siempre están al acecho los apetitos de las inmobiliarias depredadoras del espacio urbano.
Afortunadamente ha ido creciendo la acción ciudadana en defensa de nuestro patrimonio, como ocurre con las organizaciones vecinales de los barrios Yungay, San Vicente y Matta Sur, que ya cuentan a su haber con varias acciones exitosas. Apoyándose en ellas, Carolina podrá lograr que el progreso urbano tenga lugar en beneficio y no en perjuicios de los vecinos de Santiago.
El triunfo de la Carola se suma al obtenido por Maya Fernández, hija de la Tati, que debe estar celebrándolo junto al Chicho en algún confín del universo. Maya derrotó al caporal Sabat, jefe de los matones encargados de aplastar cualquier manifestación democrática en Ñuñoa, como la Pepa lo hizo en Providencia, donde el fascista de Labbé no pudo ocultar su genio autoritario, al igual que en Huechuraba donde Carlos Cuadrado, el valiente nieto del general Prats puso fin a la corrupta gestión derechista, así como en Recoleta donde el joven Daniel Jadue acabó con los dominios de la UDI.
A quienes acompañamos a Salvador Allende durante el gobierno de la Unidad Popular, nos embarga la emoción con este resultado. Después de tantos crímenes, ignominias y vejaciones, estas victorias constituyen una suerte de mínima reparación. Además, demuestran que la unidad rinde invariablemente sus frutos.
Junto con quienes sobrevivimos, nos acompaña en este momento de suprema satisfacción, el recuerdo imperecedero de don Lucho y Clodomiro, Orlando y Daniel, nuestro delegado Hugo Miranda, don Edgardo y Kirberg, Marholito y Lucho Vega, el Tito, Aniceto, Anselmo, y tantos miles de compañeros que pavimentaron el camino hacia las anchas alamedas que hoy parecen comenzar a abrirse de verdad.
Miguel Lawner
29 de Octubre de 2012.