Septiembre 20, 2024

Detonaciones en la Academia de Guerra

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incendio_terraEl incendio ocurrido días atrás en un galpón interior de la Academia de Guerra, generó una ráfaga de detonaciones, que provocó pánico entre los vecinos del sector, obligando a la evacuación de los bomberos que intentaban apagar el fuego.

 

Como ocurre habitualmente en situaciones que involucran a las fuerzas armadas, nadie pudo explicar las causas que motivaron semejantes estampidos y estoy seguro que continuaremos ignorándolas.

 

¿Qué hace la Academia de Guerra del Ejército instalada en un distinguido barrio residencial de La Reina? Se trata de un edificio ilustre en nuestra historia urbana, cuyo destino fue drásticamente alterado con posterioridad al golpe militar de 1973. Es una asignatura pendiente en la abultada bitácora de despojos y arbitrariedades cometidos por la dictadura.

 

El inmueble fue diseñado y construido para servir como sede del Instituto Forestal, organismo creado por la CORFO el año 1961, a fin de promover las investigaciones y el desarrollo de la riqueza forestal chilena, hasta entonces explotada muy irracionalmente.


En 1964, se convocó a un concurso de arquitectura ganado por la más importante oficina de arquitectura de la época: TAU (Taller de Arquitectura y Urbanismo), agrupación profesional integrada por los hermanos Julio y Gonzalo Mardones Restat, Sergio González Espinoza, Jorge Poblete y Pedro Iribarne.

 

El proyecto es un alarde de la construcción en madera. Su estructura principal está basada en elegantes vigas de madera laminada que cubren una gran luz, y todas sus terminaciones fueron cuidadosamente diseñadas en base a piezas y placas del mismo material. Los autores del proyecto intentaron que la arquitectura del edificio fuera en si misma la mejor demostración de las enormes posibilidades que proporciona la madera, ese noble material del cual Chile es un depositario tan privilegiado.


Por primera vez se diseñaron y fabricaron, vigas de madera laminada, tecnología desconocida hasta entonces en nuestro país.


Pues bien, tal como ocurrió con el edificio del Centro Cultural Gabriela Mistral, Pinochet resolvió cambiar el destino del Instituto Forestal e instalar en su lugar de una plumada a la Academia de Guerra del Ejército.


El 17 de Septiembre de 1975, emitió una de sus múltiples leyes secretas, en virtud de la cual adquirió el referido edificio “dada la urgente necesidad de proporcionar a la Academia de Guerra un inmueble que asegure su normal funcionamiento”, tal como reza el decreto ley que sancionó esta acción.

 

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Ignoro si el edificio ha sufrido en estos años intervenciones desafortunadas. Las imágenes del galpón en llamas, muestran una estructura propia de una modesta instalación industrial, claramente divorciada del inmueble original, conforme a la imagen que guardo a la fecha de su inauguración.


El ingreso al edificio está actualmente restringido. Es lamentable que la ciudadanía no pueda disfrutar de una auténtica joya de nuestra arquitectura, que en su momento debió haberse nominado como edificio de conservación histórica.


Gonzalo Mardones Viviani, prestigioso arquitecto en la actualidad, es hijo de uno de los autores del proyecto del Instituto Forestal. Su padre falleció en un accidente cuando él era un adolescente y es probable que ignore este hecho.. Más aún, no sé ni siquiera si conoce el edificio.


Gonzalo hijo ha asesorado a Sebastián Piñera en asuntos de arquitectura. Entre otros, formuló varias propuestas para la remodelación del Estadio Nacional. En la eventualidad que el siniestro hubiera provocado daños en el edificio principal de la Academia de Guerra, no sería mala idea que el ejército lo invitara a hacerse cargo de las intervenciones de arquitectura que fueran necesarias, ya que el hijo parece haber heredado la mano maestra de su padre Gonzalo y de sus tíos Héctor y Julio Mardones Restat.

 

La Intendencia de Valparaíso


El noble edificio que cierra el costado oriente de la Plaza Sotomayor en Valparaíso, fue concebido desde los albores de la República, como sede de la Intendencia de la Región.


Al día siguiente del golpe militar del 73, fue ocupado por la Armada y desde entonces hasta ahora, aloja las dependencias de la Comandancia en Jefe de la Primera Zonal Naval.


Existió un primer edificio construido en 1830, que fue destruido por el terremoto de 1906. Posteriormente, el arquitecto Ernesto Urquieta elaboró el proyecto del actual edificio, tomando como referencia el Hotel de Ville de París. Fue reinaugurado en 1910 por Emiliano Figueroa en el marco de las celebraciones del primer centenario de la República. El inmueble conservó su destino como sede de la Intendencia, consultando además en la planta baja, amplios salones para recepciones oficiales. La planta alta dispone de recintos para servir como residencia del propio Intendente y de las autoridades de gobierno de visita en Valparaíso.

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El terremoto ocurrido en Julio de 1971 con epicentro en la proximidad del puerto, provocó algunos daños al inmueble que no impidieron su funcionamiento. Al día siguiente del sismo, el presidente Allende se instaló allí junto con sus colaboradores, entre los cuales nos encontrábamos Anita y yo, a fin de dirigir personalmente las tareas de la emergencia. Las réplicas se sucedían una tras otra, angustiando a todos los presentes que difícilmente ocultábamos nuestro pavor.


Un dato anecdótico es que el Jefe de Plaza era entonces el almirante José Toribio Merino, que aparecía extremadamente solícito cumpliendo nuestras instrucciones.

 

Un año más tarde, desde los balcones de ese inmueble se dirigió a la muchedumbre congregada en la plaza Sotomayor, el comandante Fidel Castro con ocasión de su visita a nuestro país el año 1972.


Han transcurrido 22 años desde el advenimiento de la democracia, sin que ningún gobierno haya hecho alguna tentativa por recuperar el edificio para el Estado de Chile, que es su legítimo propietario.


Conforme a una tradición habitual en los uniformados, la Armada camufló el edificio pintándolo del mismo color gris que lucen los barcos de la escuadra, vulnerando los tonos pastel o simplemente blanco que lo acompañaron desde su nacimiento. El edificio se observa triste, quizás nostálgico, recordando su pasado cívico.


Este despojo es otro de los actos arbitrarios cometido por la dictadura.


Los Balnearios Populares

18 Balnearios Populares se construyeron durante el gobierno del Presidente Allende. Fueron concebidos mediante un ingenioso sistema de paneles prefabricados de madera y se instalaron en las mejores playas de nuestro país, desde Arica hasta Lota. Su diseño, construcción y montaje estuvo a cargo de la Dirección de Equipamiento Comunitario del MINVU, cumpliendo con el compromiso contraído por la Unidad Popular, de hacer realidad el derecho de los trabajadores al esparcimiento y la cultura

 

Cada balneario tenía capacidad para unas 500 personas, en cabañas diseñadas para alojar familias de hasta ocho personas. Fueron entregadas en su administración al Servicio Nacional de Turismo, que operó en coordinación con la Central Única de Trabajadores, a fin de seleccionar a los trabajadores beneficiados.


Los balnearios alcanzaron a operar durante los meses de verano, en turnos que rotaban cada quince días, permitiendo que miles de familias de trabajadores chilenos pudieran disfrutar por primera vez en su vida de vacaciones de verano.


Con el auxilio de la Consejería de Desarrollo Social, se prepararon equipos de monitores para animar actividades deportivas, artísticas y culturales dirigidas a los niños, mujeres o personas adultas. Cada noche una fogata encendida al centro del campo congregaba a todos los presentes en torno a alegres y prolongadas festividades.


Esta maravillosa realización fue abortada inmediatamente después del golpe militar. Los balnearios fueron cuoteados entre las diferentes ramas de las fuerzas armadas y más tarde, algunos como los de Puchuncaví y Ritoque se habilitaron para su funcionamiento como campos de concentración. Estos últimos fueron desmantelados a fines de los años ochenta, a fin de borrar todo testimonio del triste destino que les confirió la dictadura.


Los balnearios de Pichicuy y Pichidangui, continúan en poder del ejército, y su acceso está vedado por tratarse de recintos militares.


En estado ruinoso y de abandono se mantiene el balneario ubicado en las Rocas de Santo Domingo. El periodista Javier Rebolledo acaba de publicar un relato estremecedor titulado La Danza de los Cuervos, basado en las confesiones de quién operó como mocito en la casa particular de Manuel Contreras y más tarde en el centro de exterminio ubicado en calle Simón Bolívar de La Reina.


El mocito declara que el balneario en Rocas de Santo Domingo fue utilizado inmediatamente después del golpe como lugar de entrenamiento del personal que ingresó a formar la Dina, dada su proximidad con el Regimiento de Tejas Verdes, cuyo comandante al momento del golpe era justamente Manuel Contreras. Más tarde, el balneario popular fue destinado a lugar de vacaciones del personal de la DINA:


Es doloroso constatar que un objetivo tan noble como el de proporcionar el derecho al descanso de los trabajadores haya sido desvirtuado por los militares chilenos utilizando estos recintos en su propio beneficio o para destinarlos al tormento de sus compatriotas.


Miguel Lawner

Santiago, 20 de Octubre de 2012.

 


 

 

En Diciembre de 1985, con motivo de la celebración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un grupo de ex prisioneros nos reunimos en el campo de concentración de Ritoque, suscribiendo una declaración donde refirmamos nuestro compromiso por perseverar en la plena vigencia de los Derechos Humanos en Chile.

 

El campo aún no estaba demolido y permanecía en el abandono. Allí, frente a las barracas donde estuvimos prisioneros, plantamos un árbol como testimonio de nuestra fe en la vida.


Firmaron esa declaración, Hernán Soto, Luis Matte Valdés, Sergio Bitar, Aníbal Palma, Camilo Salvo, Pedro Felipe Ramírez, Julio Stuardo, Miguel Muñoz, Patricio Guijón, Walter Pinto, Maximiliano Marholz, Osvaldo Puccio H. y Miguel Lawner.

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En la foto de izquierda a derecha: Walter Pinto, Hernán Soto, Miguel Muñoz, Osvaldo Puccio y Patricio Guijón. De espaldas, plantando el árbol, Miguel Lawner.

 

 

 

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