La disociación entre los partidos políticos y el sentir ciudadano ha quedado de manifiesto, una vez más, a propósito de las declaraciones de algunos conspicuos miembros de la clase política concertacionista. Dos de entre ellos han declarado enfáticamente la inconveniencia de alentar una “Asamblea Constituyente”. Esto significa que se prefiere la actual institucionalidad, con todos sus defectos, que abrir la posibilidad de transformar la constitución chilena tal y como lo demandan los movimientos ciudadanos.
Una lectura moderada de tal actitud quiere ver en ella una suerte de estrategia política de largo aliento, pensada para no “izquierdizar” la figura de Michelle Bachelet como eventual candidata de la Concertación. Una lectura más radical apunta más bien a un cierto conservadurismo oportunista que afecta a las elites de muchos partidos políticos concertacionistas. Lo cierto es que las declaraciones de algunos dirigentes del ex conglomerado de gobierno producen desconcierto en la ciudadanía, incluso entre sus propias filas.
La demanda por una nueva constitución para Chile ha sido planteada durante años por diversos movimientos sociales. Durante décadas se tuvo la “Asamblea Constituyente” como un asunto exótico y extemporáneo. Los gobiernos de la Concertación optaron más bien por las reformas cosméticas sin alterar el diseño matriz sancionado por la junta militar en los años ochenta. No existió voluntad política para borrar todo vestigio dictatorial en nuestro país, por el contrario, se quiso gobernar “en la medida de lo posible”, “en la medida de la derecha” De este modo, llegamos al presente siglo con un verdadero lastre antidemocrático que, hasta el presente, prescribe la vida cívica de los chilenos.
Si hemos de atender a las declaraciones formuladas por algunos personeros concertacionistas, resulta evidente que no es de ellos que podemos esperar un cambio. Si los partidos políticos, por la corrupción, la torpeza de sus dirigentes o ambas, son incapaces de escuchar el llamado de sus ciudadanos, es claro que solo la movilización social posee la fuerza para abrir tal posibilidad en el mediano plazo. Más allá de la demagogia, la constitución de un país solo encuentra su legitimidad en la “soberanía popular”, es decir, en los movimientos de estudiantes, trabajadores, minorías étnicas y sexuales, movimientos ciudadanos: hombres y mujeres de Chile. Es de lamentar que muchos dirigentes nacidos al amparo de la promesa de una democracia más plena se vuelvan hoy una parte más del lastre antidemocrático, arrastrando con ellos a partidos políticos enteros.
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*Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS