Estados Unidos sufre en estos momentos la mayor sequía registrada en más de 50 años, con efectos que han sido y serán dramáticos para la agricultura. Hasta la fecha, el gobierno de ese país ha comenzado a catastrar los daños y estima que el 88 por ciento de las siembras de maíz están afectadas, buena parte de las de soya y tres cuartas partes de las tierras dedicadas a la ganadería.
La catástrofe está en pleno desarrollo y tenderá a expandirse hacia otras áreas de la economía y de las actividades humanas. El primer efecto será un alza, de consecuencias aún impredecibles, en los precios de los alimentos, que no serán solo locales. Al tratarse de una de las principales potencias agrícolas del mundo, el efecto en los precios internacionales de estos y otros cultivos serán desastrosos para miles de millones de consumidores.
Los incrementos ya han comenzado a sentirse. Durante los últimos dos meses las cotizaciones del maíz subieron más de 50 por ciento, en tanto la soya un 20 por ciento, lo que pronostica alzas en otros productos como carne de vacuno, leche y huevos. Esta nueva alza llegará sin duda a los supermercados en Chile, tal como se registró tras la crisis financiera de 2008; los aumentos de precios en aquel entonces estuvieron estimulados por la especulación y hoy, los especuladores tienen un motivo de más peso aún para elevar los precios.
En Chile, aun cuando es el libre mercado el que regula los precios de los alimentos, hay una serie de otros factores que opacan estos procedimientos. El primero y más relevante es la concentración del mercado, factor que conduce a prácticas como la colusión. Lo que se ha detectado en sectores como las farmacias, los buses interurbanos o la producción de carne de pollo, también sucede con los supermercados. Una combinación de altos precios internacionales junto con prácticas monopólicas es el golpe de gracia al consumidor. A diferencia de los ejemplos anteriores, el poder de los supermercados no solo es sensiblemente mayor, sino que afecta una actividad tan básica como es el derecho a la alimentación.
REYES DEL MERCADO
La Fiscalía Nacional Económica (FNE) viene siguiendo el comportamiento de los precios en las grandes cadenas de supermercados desde hace varios años, lo que dio pie incluso a un allanamiento a las oficinas de esas empresas. Habían no pocos indicios que apuntaban a una posible colusión para acordar precios de las carnes y de las marcas propias entre Walmart (Líder), Cencosud (Jumbo, Santa Isabel), SMU (Unimarc) y Tottus.
Cuando hablamos de concentración del mercado, hablamos de un virtual monopolio. En este caso son cuatro empresas que mueven más de 15 mil millones de dólares anuales, cifra que suma nada menos que el 95 por ciento del mercado. Un proceso de extrema concentración que se consolidó el año pasado cuando SMU adquirió los Supermercados del Sur (SdS), para quedarse con casi la cuarta parte del pastel. Este último negocio, aunque no es el único, llevó al Tribunal de Defensa de la Libre Competencia (TDLC) a tener dudas respecto a la transparencia y efectiva competencia en el sector, investigación que está a punto de culminar y cuyo informe se publicará en las próximas semanas.
Posiblemente, son pocos los países en el mundo con una concentración del mercado en el sector de la alimentación tan alta como en Chile. Estudios sugieren que ni en Europa, Estados Unidos o América Latina se alcanzan niveles tan extremos como en Chile. En un informe publicado por el grupo Penta, se afirma que en la Unión Europea, la media de la concentración de las cinco principales cadenas es de un 49 por ciento, aunque particularmente en Francia, con una extensa tradición de supermercados, la concentración de las cinco mayores cadenas llega a 70 por ciento. En el caso de Estados Unidos, en tanto, el índice entre los grandes alcanza al 37 por ciento.
El caso de Chile es también extremo en relación a otros escenarios más moderados de la región. En Brasil, por ejemplo, la concentración de las mayores cinco redes de mercado llega a un 46 por ciento, con actores mundiales como Carrefour, Walmart y locales como PDA (Pao de Açucar); y si miramos a otros actores de la región podremos ver que sus niveles de concentración son inferiores al 30 por ciento.
El fenómeno chileno se ha agudizado en la última década. En 1996 las cuatro primeras cadenas acaparaban el 47,3 por ciento, mientras que en 2004 y 2006 la concentración había llegado a 62,1 y 69,7 por ciento respectivamente. Hoy, luego de la absorción de Supermercados del Sur por parte de SMU, la cifra de concentración es una de la más alta del mundo: los cuatro grandes tienen más del 90 por ciento.
UN FALLO EXPLOSIVO
El fallo del TDLC será relevante para la Fiscalía en su pesquisa sobre colusión. De constatarse irregularidades es probable que haga un requerimiento, acción que podría tener más efectos en la opinión pública que la colusión farmacéutica. Por el momento, los informes del ente antimonopolios apuntan a un mercado que facilitaría la formación de carteles. Aspectos desde los escasos cuatro grandes actores, su reiterada interacción, la estabilidad de la demanda, las fuertes barreras de entrada para eventual competencia y los posibles abusos en contra de los proveedores configuran un escenario muy propicio para la colusión. Tanto es el poder y la concentración, que estadísticas del comercio minorista estiman que aproximadamente el 90 por ciento de las ventas al detalle las están canalizando las grandes corporaciones, proporción que va en aumento.
“Cada cadena de supermercados cuenta con información semanal respecto a los precios de venta de todo producto de la competencia en ciudades del país de más de 130.000 habitantes, a través de la consultora Nielsen y ciertas encuestas. Esto aumenta en las ventas que son más sensibles a los consumidores”, subrayó la FNE en el marco de la audiencia pública del caso SMU-SdS, reportó el diario Estrategia. En aquella ocasión, el mismo organismo advirtió que los peligros de colusión entre supermercados son más elevados que los del caso farmacias, donde el TDLC multó a Cruz Verde y Salcobrand con 19 millones de dólares a cada una por haber concertado al alza precios de unos 206 medicamentos junto a Fasa y con la intermediación de los laboratorios. Respecto a la fusión entre SMU y SdS, la Fiscalía ha sido clara en rechazarla, aun cuando el veredicto final ha de darlo el Tribunal. Ello, porque “no se condice con una operación inocua para la competencia. Todo lo contrario, esta Fiscalía es de la opinión que genera grandes riesgos de actos coordinados entre empresas, tanto de cara a los consumidores como a los proveedores, en un mercado concentrado y con difíciles condiciones de entrada”.
Según el informe de la FNE presentado ante el TDLC en marzo por el economista Francisco Rojas, la fusión entre SMU y SdS “implicará un aumento de los precios a los consumidores finales en aquellas comunas en donde antes de la operación se encontraban ambas cadenas de supermercados compitiendo”. La fusión, que ha llevado a un grado de concentración inédito en los supermercados, tendrá efectos negativos en los consumidores, con alzas de precios en el sur del país. El estudio de la FNE afirma que los precios subirán en 3,1 por ciento, lo que es grave al considerar que las familias chilenas gastan un promedio de 130 mil pesos mensuales en compras en una de las cuatro cadenas de supermercados.
CONCENTRACION Y UBICUIDAD
La fusión de SMU y SdS es sólo la gota que derrama el vaso. Porque algunas de estas empresas controlan también otras áreas relevantes del consumo y los servicios. El grupo Saieh, dueño de SMU, tiene posiciones enormes en otros sectores del comercio, como las multitiendas -Ripley y La Polar-, construcción -Construmat-, y supermercados mayoristas, con Mayorista 10, Alvi y otros. Y está, vale recordar, en el sector financiero, con CorpBanca, y en los medios de comunicación, a través de Copesa.
En los otros actores la estructura es parecida. Dejando fuera a la transnacional estadounidense Walmart, el caso de Cencosud y Tottus son muy similares a SMU. Cencosud es también dueña de Easy, Almacenes París y del Banco París, en tanto Tottus es propiedad de Falabella, dueña, entre varias, de Sodimac, la multitienda homónima, su respectivo banco y el canal de televisión Mega. En todos estos mercados el control y la concentración adquieren características similares a los supermercados, por lo que la facilidad de hallar prácticas de carteles es también muy alta.
UN LARGO PRONTUARIO
El TDLC, que está próximo a publicar su fallo sobre la fusión de SMU y SdS, ha frenado en otras ocasiones millonarias operaciones, por lo que no sería una sorpresa que ordene deshacer el negocio del grupo Saieh. En 2007 impugnó la compra de la cadena de supermercados Unimarc por el grupo Cencosud, cadena que fue posteriormente adquirida por Saieh. La otra operación que los organismos de la libre competencia frenaron fue la fusión entre D&S, los entonces controladores de Líder, y Falabella, propietaria de los supermercados Tottus. Como en la fusión entre SMU y SdS, la Fiscalía entonces también objetó esa operación. El control del mercado tiene efectos claros en un trato abusivo hacia los proveedores y consumidores. Sobre estos últimos, hay un control en los productos ofrecidos y en sus precios.
Un estudio realizado por el economista Aldo González para la FNE señaló la relación directa entre mayor concentración con mayores precios. “Si usted observa la evolución de precios de alimentos verá que efectivamente éstos se reducen en términos reales en 2004, pero luego, en 2005, suben significativamente, fenómeno que se repite en 2007”. Hay, según el economista y la FNE, un impacto en los precios de los alimentos, lo que es perjudicial no sólo para los consumidores, sino para la economía en su conjunto.
El informe Análisis económico de la industria de supermercado, presentado por la FNE al Tribunal, incluyó también un estudio de percepción de 55 proveedores de los supermercados que trabajaban con las cadenas de D&S y Cencosud. “Una vez que las principales cadenas logran dominar los mercados locales y su crecimiento comienza a generar una mayor concentración a este nivel, el efecto sobre los precios es opuesto”, señaló el estudio. “Para el consumidor final, los presuntos beneficios de una mayor concentración en la industria supermercadista son, a lo menos, cuestionables. Las operaciones de concentración han sido seguidas primero de una desaceleración de la caída de los precios observada anteriormente y luego de alzas de precios”, explica el análisis.
González apuntaba también a otro efecto nocivo de la concentración: “Es posible afirmar que los supermercados financian su capital de trabajo mediante un mecanismo de créditos sin intereses, otorgados forzosamente por sus proveedores con menor poder de negociación”. Conocida es la imposición de condiciones de compra, las que toman cuerpo a través de pagos fragmentados a 30, 60 y 90 días sin intereses. Una situación que impulsa a los proveedores más pequeños a buscar financiamiento en la banca.
Otro estudio sobre la concentración y su nefasto efecto en los agentes económicos más débiles fue realizado en 2005 por la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile y publicado en el documento Concentración industrial en supermercados y sus efectos en los precios hortícolas. Los supermercados no solo abusan del consumidor, sino también de sus proveedores. En este caso se trata del monopsonio, cuando en un mercado existe uno o coludidos compradores. El ejercicio de poder monopsónico permite que la firma supermercadista pague a los productores un precio inferior al valor del producto marginal de la producción, práctica que se ve amparada ante el bajo poder de negociación de los productores o proveedores. Los supermercados al negociar con los productores, dependiendo del tamaño de éstos, ejercen su poder de mercado a través de una estrategia dominante, con lo que limitan ostensiblemente el poder de negociación de los proveedores.
Estas son “virtudes” del neoliberalismo
PAUL WALDER
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 764, 17 de agosto, 2012