Noviembre 24, 2024

El protocolo final: Piñera ante la inminente crisis económica

pierachacao290

pierachacao290El 30 de mayo pasado ocurrió un fenómeno que sorprendió a todos los observadores, desde el sector privado, al gobierno, a la sociedad civil. Colbún, a través de un comunicado a la Superintendencia de Valores y Seguros, informaba que suspendía indefinidamente su participación en el proyecto hidroeléctrico Hidroaysén, en el cual participa con un 49 por ciento de la propiedad junto a la transnacional Endesa.

 

 

Aun cuando no pocos testigos interpretaron esta decisión como una nueva forma de presión al gobierno y a otros poderes del Estado, en la práctica el polémico proyecto que inundaría parte de la Patagonia y elevaría torres de alta tensión por miles de kilómetros a lo largo de Chile, quedó paralizado.


Colbún argumentó su retiro a la falta de una política nacional de consenso en los temas energéticos, la que no entrega  un marco adecuado para “desarrollar proyectos energéticos de esta magnitud y complejidad”. Pese al congelamiento de su participación, el directorio de Colbún, presidido por Bernardo Matte Larraín, dejó la puerta entornada. Afirmó que Hidroaysén es “imprescindible” para el equilibrio energético del país, pero su realización requiere de “un debate país a través de las instituciones”.


La reacción del gobierno no ha podido ser más predecible. Ha allanado el camino a la empresa privada, que es ya sea desregular, volver a regular, subsidiar o legislar a favor de las gran corporación.  La carretera eléctrica proyectada por el gobierno de Piñera apunta a facilitar la extensión de la línea de transmisión desde Aysén a la zona central


La lenta desinstalación del modelo

Este caso podría con el tiempo convertirse en un evento paradigmático de los tiempos que vivimos. Porque la reacción de Colbún y posteriormente del gobierno es una consecuencia de la lucha en defensa del medio ambiente realizada por activistas y respaldada por la gran mayoría de la sociedad civil. Aun cuando no hay certeza de qué nuevas maniobras realicen los propietarios de Hidroaysén junto con el gobierno, el fenómeno inédito para la historia reciente es el poder de movilización adquirido por la ciudadanía. La paralización de Hidroaysén se inscribe en otros eventos sociales, como los casos de Pelequén, Freirina, el movimiento de Aysén y otros en desarrollo como las luchas contra las centrales eléctricas de Río Cuervo y Castilla.


Todos esos casos están unidos por el rechazo de la sociedad a un modelo de desarrollo económico excluyente. Pese a las cifras macroeconómicas, que han exhibido una alta tasa de crecimiento del producto y un mínimo desempleo, la convicción que cruza a prácticamente todo el tejido social es que el diseño mismo del modelo económico, la institucionalidad económica y política, apunta a favorecer a una minoría.


Ya no se trata de un discurso. Hablamos de una idea, una percepción, una visión de la realidad política. Porque el relato neoliberal que trazaba el camino al desarrollo, levantado y repetido por más de veinte años, ha terminado por desfondarse. Hoy, como nunca antes había sucedido, se ha abierto un enorme brecha, equivalente a la brecha económica, entre las elites en el poder y el resto de la población.


Es posible que Hidroaysén sea el último gran proyecto de la era neoliberal, el último, por cierto, del gobierno de Piñera. Si recordamos los diversos sondeos de opinión, que han ubicado a Sebastián Piñera como uno de los presidentes con menor apoyo de la población, una de las causas ha sido precisamente Hidroaysén, también sancionada a través de las encuestas como un proyecto que repudian los chilenos. Un eventual futuro apoyo a la central hidroeléctrica podría restarle aún más puntos.


Lo que hemos presenciado en los últimos meses es una inédita, aun cuando muy suave,  desinstalación del modelo neoliberal. Hace no tantos años atrás, podemos recordar, el discurso dominante de las elites políticas y económicas ante cualquier problema en la economía era profundizar las desregulaciones, liberar aún más los mercados. Hoy, sólo a puertas cerradas pueden volver a pronunciarse esas creencias.


Lo que le resta de gobierno a Sebastián Piñera es una administración de la nueva realidad chilena. La sociedad atenta y movilizada le impedirá buscar nuevos espacios para traspasar al sector privado sin el riesgo de desatar nuevos conflictos.


¿Una crisis terminal?

A este escenario hay que agregarle otro en pleno desarrollo: la crisis financiera que amenaza con ir más allá de occidente y convertirse en un cataclismo global. Una alteración que ya ha tenido sus primeros efectos en la economía nacional, como un descenso bastante notorio en las exportaciones, una merma en las ganancias empresariales y los primeros atisbos de desaceleración económica.


Durante abril pasado la crisis financiera europea se dejó sentir en el comercio exterior con Chile, con una caída anualizada de casi un 30 por ciento. Un recorte que en el caso de Italia llegó a un 44 por ciento, Grecia, un 51 por ciento, Alemania, menos 50 por ciento, y España, un 62 por ciento. La merma no está acotada a la Unión Europea. Las exportaciones a las Américas cayeron en 16 por ciento y a Asia, que concentra el 42 por ciento del total de las exportaciones chilenos, bajaron durante ese periodo en 0,8 por ciento.


Esta es una primera señal, la que da ingreso a una nueva crisis cuyas consecuencias son aún muy difíciles de prever. Aun cuando los exportadores han afirmado que los descensos no han sido tan bruscos como en la crisis de las hipotecas subprimes de 2008-2009, el actual escenario ofrece mayor incertidumbre sobre su profundidad y su duración.


Toda la comunidad internacional así como los mercados tienen hoy la mirada en un suceso político, que son las elecciones en Grecia este 17 de junio. Una encuesta publicada en Atenas el 2 de junio le daba ventaja al partido de la Coalición de Izquierda Radical Syriza, liderado por Alexis Tsipras, cuyo eje económico se basa en el rechazo a los compromisos de la deuda pactados por el gobierno anterior con la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Tsipras ha dicho que la primera medida que hará su gobierno es nacionalizar la banca, cancelar la deuda a todos los hogares endeudados y frenar el proceso de privatizaciones. Aunque no avala la idea de salir de la eurozona, es muy posible que Grecia se vea obligada a volver a los antiguos dracmas. Informaciones que circulaban en internet durante aquellos días afirmaban que los griegos ya están imprimiendo millares de dracmas.


Grecia es sólo el extremo. La crisis financiera española está en pleno desarrollo. Recesión, la mayor tasa de desempleo de toda la Unión Europea, un sistema bancario insolvente y crecientes niveles de riesgo país. Hasta el momento el gobierno, que niega la catástrofe, ha pretendido enfrentar la crisis haciendo recortes fiscales sin recurrir a los organismos financieros de la Unión. Pero el desfonde parece ser cosa de días o semanas. Alemania insta a España a pedir préstamos al fondo de la UE para realizar rescates bancarios que estiman en cerca de cien mil millones de euros.


“Pánico financiero con consecuencias inesperadas”

Robert Zoellick, director del Banco Mundial que dejará muy pronto su cargo, dio una entrevista a comienzos de mes en la que habló ya no como funcionario internacional sino como economista. Y su visión es muy sombría: “Los eventos en Grecia crearán pánico financiero en España, Italia y en toda la eurozona. El verano (boreal) del 2012 nos ofrece un misterioso eco del 2008. Si Grecia deja la zona del euro el contagio es difícil de prever y puede tener consecuencias inesperadas”.


Zoellick no es el único que tiene esta percepción. Es compartida por grandes bancos de inversión que observan las mismas sombras por todas partes. Esto es, también en Estados Unidos y Asia, lo que transformará la crisis europea en un fenómeno global. Tras la crisis del 2008 la economía norteamericana apenas tuvo un leve repunte para volver a estancarse. Junto al enorme problema del déficit, es bien probable que hacia finales de año caiga otra vez en recesión, la que a su vez se extenderá hacia los países asiáticos. China, la economía que hasta ahora había estado empujando al resto del planeta, es muy probable que sufra una desaceleración, lo que afectará sin duda a los mercados latinoamericanos de materias y primas, entre ellos el cobre chileno.


El primer día de junio fue una jornada clave en los mercados estadounidenses. Los economistas estaban esperando las estadísticas sobre creación de empleo, las que estimaban en 150 mil. La realidad, sin embargo, fue otra, con apenas 69 mil empleos.


Estados Unidos necesita crear un mínimo de 125 mil nuevos empleos cada mes solo para mantener la actual tasa de desocupación de 8,2 por ciento. Por este, pero también otros factores, aquel primer día de junio marcó la peor jornada bursátil del año en Wall Street.


Lo que viene a partir de ahora es el descalabro. Porque el horizonte no puede estar más oscuro.  Es el inicio de un proceso que, como ha expresado Zoellick, sus consecuencias son inesperadas. En un prestigioso blog económico se leía que este trance solo ha comenzado. “Es simplemente una percepción inicial de la pesadilla económica que tenemos en el horizonte. Si usted cree que las cosas son un desastre ahora, espere lo que viene más adelante”. La espera podría ser muy breve con el inminente desastre europeo.


Cuando se habla de pánico, de catástrofe, la referencia son los mercados. Y mayo ya marcó una señal, con caídas en los valores de las acciones mundiales y en los precios internacionales de las materias primas, con la sola excepción del oro y otros metales preciosos, refugios clásicos de especuladores y aventureros en momentos de crisis.


Las señales, que se desprenden desde todos los sectores y rubros de la economía y las finanzas, no pueden ser más graves, lo que apuntaría al ingreso a una crisis global mucho peor que la recién pasada.


¿Cuál es el principal motivo? Fueron las entidades públicas las que rescataron a los bancos privados en la reciente crisis, lo que ha dejado a los estados en un precario equilibrio económico. En esta nueva vuelta de tuerca los rescates financieros, realizados con dinero creado de la nada, tenderán a perder el equilibrio. La caída de un gobierno llevará, como en un castillo de naipes, al derrumbe de todo el andamiaje.


Es ésta y no otra la realidad que traza los últimos meses de Piñera. Una crisis con un gobierno no sólo no blindado, sino al descubierto. Porque si el clima social ya es crítico con una macroeconomía ordenada, su inminente inestabilidad conducirá al colapso social y político.


PAUL WALDER

Artículo publicado en Punto Final

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