Ya nada será igual en Libia, después de febrero de 2011. El país explotó después de 40 años en relativa calma, salpicado sólo por atentados terroristas contra Kadafi con el fin de ultimarlo e incluso de bombardeos norteamericanos sobre Trípoli, sin declaración de guerra, que destruyeron el palacio de gobierno y mataron, entre otros, a una hija del Jefe de
No sabemos aún la envergadura exacta de la explosión de febrero de 2011, sus consecuencias definitivas, pero ya nada será lo que fue.
No se trata de un alzamiento opositor sino de una guerra. El país parece estar dividido por mitades, ha habido bombardeos, se habla de miles de muertos y heridos.
La guerra puede destruirlo todo. La guerra puede establecer dos Libias, la de Benghazi, al este, (inmensa, más grande que Francia o España o Alemania) y la de Trípoli (inmensa también). Ambas ricas en petróleo y costas mediterráneas. Todo dependerá de la fuerza militar y diplomática de los bandos en pugna. El país más rico de África (tiene un per cápita similar al chileno y una mejor distribución de la renta) ha dejado de existir y lo más probable es que pase a ser un inmenso desierto de petróleo y turismo mediterráneo dividido y explotado por las grandes transnacionales para su beneficio.
Espero que Kadafi muera junto con Libia. Que al menos sea verdad su advertencia. Él no es Mubarak ni es Alí. Él es el Coronel que hace 40 años derrocó la monarquía, liquidó las bases británicas y norteamericanas, estatizó la banca y nacionalizó el petróleo. El líder político, militar y religioso que se transformó hace 40 años en una especie de héroe mítico, rodeado de jóvenes creyentes y aduladores occidentales y orientales, un Pontífice musulmán cuidado por vírgenes amazónicas armadas hasta los hermosos dientes.
Para muchos libios Kadafi pasó a ser un semidiós. (Los semidioses son eso pero cansan a los 40 años de serlo. Las estatuas humanas se desgastan mucho más rápido que las de piedra o mármol).
Para Reagan, que utilizó el terrorismo de estado en Libia, Kadafi pasó a ser “El Terrorista” y la cantinela –con o sin razón- se instaló hasta hoy no porque el libio ostentara el monopolio del ajuste de cuentas político-militar sino porque impulsó drásticos cambios y apoyó a todas las fuerzas revolucionarias en África, en Europa y hasta en algunos países de América Latina, con excepción –para no creerlo- de los comunistas.
Fue tan fuerte el poder de Kadafi, que ahora se mantiene con un hilo, que en los años 80 soñó con establecer en Trípoli la capital de la revolución mundial. Kadafi era un tercermundista declarado, se sentía el heredero del egipcio Nasser y, siendo un furibundo antiimperialista, mantuvo distancia permanente con “el comunismo ateo” y
Libia, en los años de Kadafii, llegó a ser el país africano de más alto nivel de vida, muy por encima de la propagandizada Sudáfrica en el otro extremo y, por cierto, de sus vecinos del Magreb. Llegar a Trípoli o Benghazi era, para africanos subsaharianos, egipcios y tunecinos, lo que es llegar a EEUU para caribeños y centroamericanos.
Los gobernantes y sus pueblos llegan a creer en la estrategia que les ha servido, transforman la estrategia en ideología y tienden a hacerla universal. El ajuste de cuentas político-militar, que puede utilizar el terror, se ha vuelto política actual no sólo de los nazis y fachas, también de los gobiernos israelíes y de los gobiernos norteamericanos, de los chechenios en Rusia y de los rusos en Chechenia.
Kadafi utilizó el terror, se mantuvo ante los terroristas occidentales también por el terror y está siendo derrocado por el terror. ¿O son pacifistas y demócratas los militares escisionistas del este, los adherentes a Al Kaeda que buscan la salida de Kadafi, los yanaconas de Qatar y Arabia Saudita que manejan Al Jazeera, los altos miembros del gobierno libio que han desertado, los diplomáticos que al primer bombazo se cambiaron de bando?
La verdadera perla de África, aquella inmensa base lunar de casi dos millones de km2., con miles y miles de beduinos, camellos y tiendas, carneros y petróleo, pipas de agua y fiat último modelo, ruinas griegas y las más grandes reservas conocidas de gas, esa por donde transitaron armados Aníbal, Montgomery, Rommel, el Rey Idris y Kadafy, esa en que, según la leyenda, cayó El Paciente Inglés y murió de inanición su amada, está hoy siendo aniquilada por el viejo terror.