Don Patricio, esta frase, corresponde al título de una entrevista que usted concedió al corresponsal en Chile del diario Excelsior, de México en el año 1996, y fue tomada del contenido de dicha entrevista.
La misma habría pasado desapercibida para el público chileno, si no es porque el vespertino La segunda la reprodujo, en parte, pero conservando el mismo titular.
Tal revuelo causaron esas palabras, que usted llamó personalmente al corresponsal para decirle que jamás había dicho eso. Respuesta del corresponsal: “don Patricio esa entrevista está grabada”. Lo recuerdo perfectamente, pues en ese momento me encontraba junto al periodista, ya que, además de colegas, ejercíamos la docencia en la USACH.
Como se puede apreciar, don Patricio, usted está acostumbrado a tirar la piedra y esconder la mano. Pero vamos a lo concreto: ¿en qué y quiénes se “equivocaron medio a medio con los militares”?
¿Se equivocaron porque creyeron que su llamado a intervenir era para un té canasta en La Moneda, o porque ustedes (no queda claro quiénes), pensaron sacar las castañas con la mano del gato (trabajo sucio) y recibir el gobierno en bandeja de plata, al poco tiempo, de parte de los militares?
Y aquí va otra don Patricio. Domingo 24 de agosto de 2003, portada del cuerpo D “Reportajes” de El Mercurio, gran titular: “¡Yo jamás fui golpista”!”
Bajada: Aunque cuenta que él escribió el párrafo de la declaración del Parlamento del 22 de agosto de 1973 que es interpretado como el llamado a las F.F.A.A. a intervenir, dice que esa no fue su intención. “Creo haber tenido una trayectoria de hombre de Derecho, pero por mi cercanía con Frei algunos me tildan de golpista”, asegura, (las negritas son mías). Sin embargo, hace duras críticas al gobierno de Salvador Allende y concluye que “a lo mejor el 73 ya era demasiado tarde y no había más remedio que lo que sucedió”. (Entrevista realizada por Raquel Correa)
Primero: Nuevamente, ¿si esa no fue su intención, entonces, cuál fue realmente?
Segundo: no basta con “creer” haber tenido una trayectoria de hombre de derecho, eso hay que demostrarlo. Lo que pasa, es que eso lo “cree” sólo usted, porque por su actuación en la vida política no ha quedado demostrado. Sobre el caso “Carmengate”, ya se extendió el jefe del comunall México del PS, Ernesto Navarro, en el artículo “Aylwin, ¿demócrata impoluto?”, publicado en este mismo medio, por lo que sólo hago mención.
Tercero: es decir, entonces, que la Democracia Cristiana sí intervino en el golpe ¿o don Eduardo Frei Montalva actuó solo?
Don Patricio, usted no escatima esfuerzos para tratar de salvar su honra, sin importar para eso que tenga incluso que traicionar a su camarada y amigo, que al decir de Carmen Frei, sobre las declaraciones del hijo de Arellano Starck que inculpan a su padre, “un hombre que está muerto y no puede defenderse”.
Fíjese don Patricio, que 15 días antes de esta entrevista, en el mismo cuerpo D de El Mercurio”, se publica una a don Sergio Onofre Jarpa. Gran titular: “El único error no haber intervenido antes”. En la bajada afirma que nunca fue “golpista”, sí partidario de la intervención de las Fuerzas Armadas. Y reafirma: “¡Obvio!, si en la Cámara de Diputados los parlamentarios nacionales, democratacristianos y parte de los radicales votaron por la intervención”.
Ya son dos los que no son golpistas, pero sí partidarios de la intervención de las fuerzas armadas. Volvemos a preguntarnos: ¿para qué?
Pero hay un tercero. ¿Recuerda don Patricio cuando unos partidarios del general Pinochet, mientras era comandante en jefe del ejército, lo invitaban a compartir un almuerzo en el Club de la Unión y él se explayaba contando anécdotas y sus admiradores reían y lo aplaudían a raudales? Bueno, en una de esas reuniones, creo que fue la primera después de terminada la dictadura, pronunció una frase para el bronce: “¡Yo no soy golpista, señores!, pero si me tocan a un solo hombre, se acaba el Estado de derecho”.
Después de leer y escuchar estas afirmaciones, tenemos que concluir, entonces, que en Chile no hubo golpe de Estado, y si lo hubo, fue obra del Espíritu Santo. Ahora bien, los no creyentes, estamos jodidos.
El presidente de la Democracia Cristiana, Ignacio Walker, declara que “la DC comparte completamente los dichos de Aylwin, y que no vamos a reescribir la historia de Chile”. Qué más quisiera don Ignacio. La historia se puede reescribir una y mil veces, lo que no se puede hacer, es tergiversar lo hechos con esa hipocresía, cinismo y felonía. ¿Si fuera así, con cuál de las miles de historias sobre el Imperio Romano, o sobre las guerras mundiales o, incluso, con los cientos de textos que se han escrito sobre “la historia” de Chile, debemos quedarnos? ¿Qué opinarán los historiadores sobre las estulticias de don Ignacio?
En una parte de su entrevista al diario El País, usted dice que Pinochet no fue un obstáculo para su gobierno. Obvio, si nadie mejor que usted podía cumplir a cabalidad los acuerdos a los que habían llegado con los personeros de la dictadura y del Departamento de Estado. De todas maneras y por si acaso, sólo por si acaso, le pusieron como guardián y bien juntito a usted, al periodista Federico Willoughby, hombre de la dictadura y de la embajada yankee. Claro que la amenaza de Pinochet proferida en el Club de la Unión, los ejercicios de enlace y los boinazos, le fueron de gran ayuda y como justificación, para gobernar “en la medida de lo posible”.
Fíjese don Patricio, que cuando leí la mentada entrevista, recordé, inmediatamente, la fábula de la rana y el alacrán, que seguramente usted debe conocer. Si no la recuerda, se la dedico con el más profundo de los desprecios de la gran mayoría de los chilenos y del mío propio (aunque este último no tiene mucha importancia): Una ranita se aprestaba a cruzar un río cuando, de repente, se le acerca un alacrán que le pide que le ayude a cruzar, pues él no sabe nadar. La ranita, desconfiada ella, se niega rotundamente, pues estaba segura que el alacrán le clavaría su aguijón ponzoñoso. Sin embargo, como todos los alacranes, éste “sacó la culebra” y le prometió que jamás podría hacer algo igual, pues también él moriría en el intento. La ranita accede, el alacrán sube a sus espaldas, y cuando cruzaban la parte más caudalosa del río, el alacrán entierra su aguijón. A punto de expirar, la ranita alcanza a preguntar: “¿por qué lo hiciste?” Respuesta: “no pude evitarlo, es mi naturaleza”.
Esta es la historia original. Sin embargo, en la versión neoliberal globalizada, los alacranes se han vuelto más astutos, y el alacrán actual, logró asirse de una rama y la misma corriente lo llevó a la otra orilla, donde pudo proseguir con sus felonías hasta el día de su muerte, ¡amén!