Ah, permítanme entregarme a ese tan predilecto pasatiempo de la cultura política chilena: las especulaciones respecto de las elecciones presidenciales.
En verdad un pasatiempo al que los más entusiastas en Chile (y no son pocos) se empiezan a dedicar al otro día de realizada una elección. En mi caso, mirando al país con este telescopio virtual, aspiro a tener el beneficio de la distancia que elimina o soslaya los detalles irrelevantes del cotidiano político.
De más está decir, las cifras tal como adelantan las diversas encuestas, no son muy promisorias para ninguno de los grandes bloques políticos del país. En otras circunstancias eso favorecería el que de alguna parte surgiera un movimiento y un liderazgo capaz de aglutinar a esa gran mayoría de descontentos. La verdad sin embargo, es que eso no parece darse y metidos en el cerrojo de un sistema electoral que perjudica a las instancias políticas nuevas, lo más probable es que al final la contienda presidencial se defina entre la actual coalición gobernante (Alianza por Chile o Coalición por el Cambio, como también se la conoció) y la Concertación de Partidos por la Democracia, independientemente del descrédito que ambos conglomerados arrastren.
El actual panorama de la Concertación es interesante de consignar. En los hechos está sumida en una real confusión estructural, al punto que hay quienes simplemente creen que ya ni siquiera existe, que es un simple cascarón sin real contenido. Para ser franco y si uno analiza el desarrollo histórico de Chile, verá que este fenómeno de mantener estructuras supuestamente unitarias más bien por inercia, no es algo nuevo. El Frente Popular, para todos los efectos ya despachado en 1941, se lo quiso mantener aunque en los hechos ya no había programa común cuando los partidos que lo constituían se cuadraron en apoyar al radical Juan Antonio Ríos elegido ese mismo año luego de la muerte de Pedro Aguirre Cerda; el ibañismo estaba ya agotado como fuerza política más o menos en la mitad de la presidencia de Ibáñez entre 1954 y 1955, pero sus partidarios aunque peleándose entre ellos se mantenían llamándose ibañistas, la propia coalición de Unidad Popular en los hechos destruida a sangre y fuego por el golpe de estado, siguió teniendo una existencia meramente formal a través de sus dirigentes exiliados en Europa más o menos hasta 1976. No es pues de extrañar que a lo mejor la Concertación siga existiendo en el papel, aunque no realmente en cuanto a presencia en la población.
Esto no deja de ser una paradoja, pero en fin. Paradoja o no, y estando ya a poco más de un año de la contienda presidencial, lo más probable es que la Concertación—que no es lo mismo que la Oposición—sea uno de los elencos centrales en prácticamente cualquier escenario que se quiera delinear para la próxima elección.
Por supuesto no faltará aquí esa curiosa fauna de los que supuestamente “se las saben todas” y que afirman con toda seguridad que Michelle Bachelet será la candidata y que con ella como abanderada la Concertación tiene asegurado su retorno a La Moneda. Bueno, seamos un poco más racionales en esto y digamos que primero, para que ello ocurra, la ex mandataria, actualmente radicada en Nueva York y al mando de la ONU Mujeres tiene que manifestar su intención de ser candidata. Por cierto los que “se las saben todas” dirán que eso se da por descontado. Pero yo no me atrevería a asegurarlo como lo hacen esos supuestos gurúes. ¿Qué sucede si la Secretaría General de las Naciones Unidas queda efectivamente abierta? ¿Alguien cree que no entusiasmaría a la ex presidenta la posibilidad ya no de presidir un pequeño país, sino de ser una suerte de presidenta mundial? Sería la primera mujer en dirigir la principal organización mundial (aunque no la primera persona latinoamericana, el peruano Javier Pérez de Cuéllar fue secretario general de la ONU entre 1982 y 1991). Además, Michelle Bachelet contaría con un considerable apoyo internacional, incluso Washington podría respaldar su postulación. Como digo, un aspecto a considerar y que no debe pasarse por alto. (Y si se ha de tomar en cuenta lo que el presidente de la UDI Patricio Melero dijo en el programa televisivo Estado Nacional hace unas semanas, que es más fácil lograr un acuerdo en las Naciones Unidas que al interior de la Concertación, una broma que ocasionó sonrisas hasta en los panelistas que representan a la Concertación en ese programa, el desafío que le aguardaría a la ex presidenta al frente de la ONU no sería mucho mayor que el de presidir nuevamente a un Chile con un estado de ánimo muy diferente al que la recibió entusiastamente en 2010 cuando asumió la presidencia).
En efecto, mientras en aquella oportunidad su llegada a la presidencia estaba marcada por el simbolismo de ser la primera mujer en llegar a ese cargo, a la vez que aportaba grandes esperanzas, su elección todavía señalaba a una Concertación que si bien ya mostraba algunos signos de desgaste, por otro lado su propia presencia parecía infundirle a la coalición un aire nuevo que reviviría las expectativas de los sectores populares que se habían volcado a apoyarla con gran entusiasmo.
En la actualidad un escenario en que Michelle Bachelet sea la candidata presidencial de las fuerzas opositoras es mucho más complejo que el que quisieran aquellos nostálgicos de los “buenos tiempos concertacionistas” que añoran volver a ser ministros, subsecretarios u ocupar algunos otros altos cargos y decirse a si mismos “aquí no ha pasado nada, Sebastián Piñera no ha sido más que un molesto interregno, aquí estamos de vuelta nosotros para administrar el modelo una vez más para satisfacción de todos: los empresarios, la clase media y los trabajadores porque estos últimos no tienen otra alternativa sino apoyarnos”.
La realidad es que después de las movilizaciones regionales y estudiantiles, sería un error por parte de los estrategas de la Concertación y hasta de la propia candidata el creer que ahora las cosas sean tan simples como para instalarse a gobernar de la manera habitual y que la gente estaría tranquila mientras las inequidades del modelo económico y las restricciones institucionales enmarcadas por la ilegítima constitución de Pinochet continúan, aunque con algún cambio cosmético aquí o allá. Y por cierto, siendo una mujer de mucha inteligencia, seguramente Michelle Bachelet en este mismo instante está sopesando todas las probables implicancias de una eventual candidatura. Por de pronto, sea ella o cualquiera otra persona la candidata opositora, el tema del programa de gobierno será de una importancia fundamental y en él dos puntos deberán ser centrales: uno el cambio de constitución, mediante un proceso democrático, esto es una asamblea constituyente, y dos, el cambio del modelo neoliberal de la economía. Nótese por cierto que ni el uno ni el otro son puntos fáciles de implementar, más aun, desde una lógica estática (lo que se puede hacer, o lo factible “en la medida de lo posible”) ambos puntos serían prácticamente irrealizables: la actual constitución no establece mecanismos jurídicos flexibles para su modificación, mucho menos para su cambio total por una nueva, y el modelo económico neoliberal está a su vez consagrado por esa misma estructura constitucional que no acepta cambios fácilmente.
Como tampoco está en el orden del día una salida que se llamara “revolucionaria” en la acepción del término como se lo entendía por allá por los años 60 y 70, el más probable escenario para llegar a una nueva constitución sería por una movilización social generalizada que forzara a la derecha a aceptar la convocación a una asamblea constituyente. Por cierto, esto en el caso que—si las circunstancias internacionales lo permiten—esa derecha no prefiriera “patear el tablero” y volviéramos a una situación (impensable a este momento, pero no por ello imposible) de régimen militar.
La verdad es que ese escenario más terrorífico puede descartarse si se tiene en cuenta que—gústenos o no—la derecha, incluyendo a aquella más dura representada por la UDI, tiene una real y legítima presencia electoral, algo que no sucede en países como Argentina o Venezuela por ejemplo. En ese peculiar contexto chileno, si se convocara a una asamblea constituyente que fuera formada por representantes de la ciudadanía elegidos democráticamente, esa derecha por su propio peso electoral tendría su cuota de representación, eso sí, proporcional al apoyo ciudadano que realmente tenga y no sobredimensionada como es ahora gracias al sistema binominal. Por cierto para los sectores más duros de la derecha siempre va a ser mejor tener control total como lo tienen ahora a través de la constitución pinochetista, pero por otro lado si el país se hace efectivamente ingobernable por obra de una crisis que en última instancia afecte las ganancias de los empresarios, los sectores más pragmáticos de la derecha lo más probable es que aceptaran ir a una constituyente. La clave está en la presión que las movilizaciones sociales de todo tipo pudiesen poner para desencadenar esa situación.
Idealmente, muchos pensarán, esa presión se pudiera ejercer ahora en el gobierno de Piñera ya que es posible que en un escenario en que Michelle Bachelet esté nuevamente en La Moneda, algunos sectores se sentirán inhibidos de “hacerle problemas a la compañera presidenta”, una posición que hay que tener en cuenta también. Claro está, el problema es que el mandato de Piñera ya ha pasado la mitad y a pesar de las movilizaciones regionales y de estudiantes, aun no se ha llegado a ese punto crítico en que no quede otra salida sino convocar a una constituyente. Nótese que en este caso se estaría, de manera implícita, tomando una ruta aun no transitada en que convergerían formas de acción no legales (las movilizaciones) y las legales (las tratativas para resolver la crisis de un modo democrático a través de una constituyente).
La piedra de toque en todo esto sigue siendo el cerrojo que impone la constitución pinochetista, con prácticamente no cabos sueltos que permitieran dar salida a una crisis de gobernabilidad mediante un mecanismo de reforma o cambio total de la ley fundamental, lo que a su vez lleva al gran quebradero de cabeza de cómo crear las condiciones para la legítima aspiración de tener una constitución originada democráticamente.
Un escenario en que la candidata de la Concertación y del conjunto de la oposición sea Michelle Bachelet es en todo caso el más probable. En estos días se ha discutido en algunos círculos opositores si esa eventual candidatura se materializaría luego de una primaria a la que—con todo derecho por lo demás—otros partidos pudieran también presentar sus postulantes o si la ex mandataria, por sus propios méritos y la adhesión ciudadana que todas las encuestas le asignan, debería quedar eximida de ese proceso que si bien es el más democrático ya que permite una mayor participación ciudadana, por otro crearía algún desgaste. En otras palabras, algunos, entre ellos el senador Alejandro Navarro, ha abogado por una suerte de “coronación” de la abanderada. Sin embargo descartar hacer excepciones para que alguien—independientemente de sus méritos—se convierta en postulante a la presidencia, no parece una buena idea. Incluso desde una perspectiva estrictamente de estrategia electoral, la primaria además de ser un procedimiento de participación ciudadana crea un clima de entusiasmo que al final ayuda a quien obtiene la candidatura mediante ese proceso.
Michelle Bachelet abanderada después de una primaria que convoque a todos los partidarios de la Concertación tendría que ser el escenario más plausible para quienes desean derrotar a la derecha en la próxima elección, pero nótese que puede darse otro escenario, si no en el resultado, sí en las vicisitudes de una campaña en primarias, si éstas convocaran a toda la oposición. ¿Cuál sería el rol de Marco Enríquez-Ominami? ¿Habría un candidato del PC? ¿Y los grupos menores como los humanistas y los ecologistas?
Enríquez-Ominami ha estado mucho menos visible desde que en la primera vuelta de la última elección presidencial obtuviera un alentador 20% de apoyo, una indicación que hay segmentos del electorado que evidentemente buscan alternativas a los actuales bloques dominantes y que por otro lado no se sienten inclinados a apoyar a los partidos marginales como el PC, los humanistas o los ecologistas. Pero claro está, eso fue en 2009, cabría preguntarse si Enríquez-Ominami aun representa un referente válido para la gente, especialmente muchos jóvenes que en ese momento le dieron su apoyo, o si ha ocurrido con él y su movimiento lo que a otros líderes que tienen una aparición fugaz en el escenario político.
En una de sus pocas declaraciones recientes, el ex candidato apuntó a que intentaría ser candidato nuevamente, incluso parecía descartar la idea de concurrir a una primaria opositora diciendo algo así como que la mejor primaria era la primera vuelta presidencial. Esto significaría apuntar a un escenario similar al de la anterior elección. Enríquez-Ominami sin embargo tendría que considerar que una cosa era ir en primera vuelta compitiendo con un candidato concertacionista débil como fue Eduardo Frei Ruiz-Tagle (por admisión de varios de los propios dirigentes y analistas de la Concertación) y otra muy distinta sería competir con Michelle Bachelet, en el caso que ella fuera la abanderada concertacionista, aunque evidentemente en tal caso no de toda la oposición.
¿Y qué pasaría si Michelle Bachelet no es candidata? En este escenario es difícil adelantar resultados, pero es algo que debería preocupar a los dirigentes opositores. Por de pronto sólo el Partido Demócrata Cristiano ha adelantado pre-candidaturas, aunque el acuerdo entre esa tienda y el Partido Socialista aparentemente concedería esa postulación a la ex presidenta Bachelet. Obviamente si ella no corre, el camino queda abierto para sus postulantes, hasta este momento dos.
La senadora Ximena Rincón y el alcalde de Peñalolén Claudio Orrego han lanzado ya sus pre-candidaturas al interior del PDC y ambos son postulantes con méritos, al menos si uno analiza lo que han sido sus carreras hasta el momento. La senadora Rincón se ha situado en la línea más progresista de su partido al haber estado de acuerdo con que se legislara sobre aborto terapéutico. Como se sabe la iniciativa fracasó en parte por oposición de algunos parlamentarios demócratacristianos. Orrego por su lado, al frente de la populosa comuna de Peñalolén se ha demostrado como un dirigente con buenas cualidades ejecutivas, un factor bastante importante que le ha valido tener un apoyo consistente de parte de la población de esa comuna situada en el oriente de la capital. Su única derrota se produjo durante el plebiscito para aprobar los cambios al plano regulador de la comuna, una derrota sorpresiva ya que tanto la Concertación como la derecha apoyaban los cambios propuestos por la municipalidad, pero la mayoría ciudadana dijo otra cosa. Algo que indica que en este caso el alcalde no estuvo muy en sintonía con la gente, como excusa ninguno de los otros dirigentes políticos de la comuna lo estuvo.
Tanto la senadora Rincón como el alcalde Orrego tienen a su haber el pertenecer a una generación nueva, apuntando por tanto a un recambio generacional, lo que puede ser un incentivo para captar votación joven en caso que uno de ellos dos sea el abanderado, si no va Michelle Bachelet.
Por cierto el Partido Radical ya ha adelantado la figura del senador José Antonio Gómez, que ya postuló la vez pasada. En una primaria abierta sin embargo, dado el poco peso de ese partido su candidatura no pasaría de ser un “saludo a la bandera”.
En el PPD mientras tanto, la figura más mencionada como probable presidenciable es Carolina Tohá, que en las elecciones municipales próximas deberá enfrentar a Pablo Zalaquet por la alcaldía de la capital. Es muy improbable que Carolina Tohá gane esa contienda contra Zalaquet, mucho más improbable que sea la abanderada de la oposición. En general ella es percibida como una figura distante con poca conexión con la gente.
Por cierto un escenario sin Michelle Bachelet, pero a su vez con primarias abiertas de toda la oposición—por ahora un escenario un tanto fantasioso debo admitir—sería uno no recomendable para enfermos del corazón… Imaginémonos una situación a la que concurren por una parte la Concertación, el PRO de Enríquez-Ominami, y el PC.
En tal escenario lo más probable es que Ximena Rincón o Claudio Orrego representara a la Concertación en las primarias (los socialistas tienen sólo una carta, la ya mencionada ex presidenta que si decide no ir los deja sin una figura de peso, a no ser que se decidieran ir con el ex presidente Ricardo Lagos, a ese momento septuagenario, contradiciendo la idea de recambio que la oposición querría promover, José Miguel Insulza, otro que podría ser candidato probablemente no tendría el apoyo de la militancia socialista).
Una primaria abierta de toda la oposición, esto es la Concertación más PRO y PC, suponiendo que sea efectivamente democrática, sin cortapisas a la participación ciudadana, presentaría lo que señalaba como un escenario que pondría a todos muy nerviosos. Se podrían dar las siguientes variantes: si Enríquez-Ominami, que como decía ha mantenido un bajo perfil en todo este último tiempo, conserva y aun más, incrementa su apoyo popular podría ser el abanderado de toda la oposición. Al menos podría ser el ganador de una primaria en la que la ex presidenta Bachelet no fuera candidata. Es un escenario posible y probable.
Sin embargo eso no es todo. Las sorpresas para la oposición no terminan allí. ¿Qué pasaría si a esas primarias concurre el Partido Comunista, una fuerza política que hoy no representa más de un 5% de apoyo popular, pero que decidiera presentar como su pre-candidata a Camila Vallejo? Un interesante y hasta excitante escenario, dirán algunos. La joven dirigente estudiantil trae a la memoria lo que algunos periodistas decían de Eduardo Frei padre allá por los años 50, que era “una palmera en un macetero” aludiendo por cierto a que su figura tenía una proyección mucho mayor que la de su partido, en ese entonces la antigua Falange Nacional, antecesora del PDC. Algo muy similar puede decirse de Camilo Vallejo que por su capacidad como líder estudiantil, su articulado discurso y—por qué no decirlo—su belleza, tiene sin duda una enorme capacidad de convocación. No digo que este escenario vaya necesariamente a darse, pero la verdad ¿quién no votaría por esta inteligente y carismática líder en unas primarias abiertas de toda la oposición? Sólo como una suerte de “divertimento” ¿no sería un escenario casi surrealista uno en que la candidata presidencial, elegida por mayoría en primarias abiertas de toda la oposición, fuera una militante comunista que entonces tendría algo así como 25 años?
Interesante como escenario, no sé cuan realista, pero ya dije al comienzo de esta nota. Se trata de especulaciones y en ese terreno todo o casi todo vale.
¿Y cuál es el panorama de la derecha? Laurence Golborne actual Ministro de Obras Públicas, un hombre sin militancia, figura como el mejor evaluado en el gobierno según la encuesta CEP, igualando con la Ministra de la Mujer, Carolina Schmidt. Esta última, sin embargo, no ha indicado que tenga intenciones de postularse a la presidencia así es que a pesar de su popularidad no entra en los escenarios electorales, igual cosa ocurre con el Ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke, el tercer mejor evaluado según la ya citada encuesta (y no deja de ser curioso que los ministros mejor evaluados ocupen todos carteras técnicas o sea de menor peso político, otra indicación que las cosas no andan nada bien para el gobierno de Piñera).
Golborne por cierto debe su alta popularidad a un hecho muy fortuito como fue el exitoso rescate de los mineros en el yacimiento San José, en la región de Atacama. Sin mayor trayectoria política—no es militante de ningún partido—en un momento de desprestigio de las organizaciones partidarias eso puede contar como un punto a favor, una suerte de Jorge Alessandri reencarnado, reafirmando la idea de un gobierno conducido por técnicos (“el gobierno de los gerentes” llamó la oposición al de Alessandri). Por otro lado sin embargo, su no militancia le resta apoyo institucional, algo que puede ser muy necesario en el momento de organizar campaña para una primaria. La UDI ha indicado que podría apoyarlo si es que alguien de sus filas no salta al ruedo. Tengo la impresión sin embargo, que Golborne, aparentemente con una mentalidad más liberal, no se sentirá muy confortable con el apoyo UDI y probablemente, si intenta materializar sus pretensiones a la candidatura presidencial, intentará más bien cultivar una imagen de hombre independiente. El hecho de ser el ministro mejor evaluado por la gente, aunque igual no es rival para una eventual postulación de Michelle Bachelet, puede hacerlo insistir en tomar ese camino de independencia.
Como indicaba, Golborne es la mejor carta de la derecha incluso contra Michelle Bachelet, pero aun en ese escenario alcanza un magro 7% de apoyo frente a la ex presidenta. Por supuesto si Michelle Bachelet no postula el escenario cambia completamente y estaríamos hablando de un resultado final difícil de anticipar, por cierto sería uno muy estrecho, especialmente si Golborne es el candidato
En la derecha, la UDI en este instante puede reclamar mejor opción para que el candidato o candidata sea de sus filas: Pablo Longueira, que hace unos meses insistía en que no sería candidato y anunciaba su retiro de la política, ahora parece haber cambiado de idea y “estaría dispuesto”. Su evaluación en la encuesta mencionada es más bien mediocre, pero me imagino que intentará capitalizarse con las medidas protectoras a los consumidores que ha implementado desde su ministerio.
Igual cosa podría ocurrir con la Ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, de mediocre evaluación en las encuestas pero altamente activa en el frente de iniciativas legales para ciertos grupos laborales, su más reciente medida la que regula las horas de trabajo de las trabajadoras de casas particulares (ex “empleadas domésticas” y ex “asesoras del hogar”, algunos de los muchos nombres eufemísticos dados al oficio de las “nanas”, ciertamente el más cursi, originado en la época del gobierno de Frei Montalva, fue el de “asesoras del hogar”).
Renovación Nacional tampoco se queda atrás en relación a la elección presidencial, aunque por simple alternancia al interior de la coalición muchos creen que la UDI no permitirá que sus socios se repitan el plato (Piñera era militante RN). Aun así, la mejor carta que este partido estaría esgrimiendo es Andrés Allamand, actual Ministro de Defensa que en estos días se ha visto muy activo en relación a la investigación por el accidente del avión de la Fuerza Aérea en Juan Fernández.
Por ambos lados entonces los escenarios se ven llenos de pretendientes a roles protagónicos, con unos cuantos actores secundarios y extras, estos últimos a veces confundiendo la claridad de las escenas, pero de cualquier modo escenarios de una obra que si bien tendrá—gústenos o no—un efecto sobre todos los chilenos, por otro lado no logra encauzar las que serían las verdaderas inquietudes de la población chilena en este momento: los estudiantes con su ya larga movilización, el descontento de las regiones como se vio en Aysén y ahora se adelanta en el norte, la constante lucha de los mapuches y las minorías sexuales. En suma, las elecciones presidenciales y las especulaciones en torno a ellas constituyen un entretenido ejercicio analítico, pero—disculpándome por haber caído en la tentación de incurrir en él también—el ejercicio en torno a un tema que al parecer es visto con indiferencia y escepticismo por una gran parte de los chilenos.