Septiembre 20, 2024

El sufrimiento del senador

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senado2Como golondrinas perdidas hacen su entrada en el Congreso Nacional los ilustrísimos Senadores de la República de Chile. Debería ser verano pero es otoño ¿Cómo es la cosa? Nosotros no curramos bajo estas condiciones: para eso huimos del frío buscando la luz del sol ¿¿Qué?? ¿Nos toca trabajar todo el año? ¡Entonces eleven los sueldos miserables porque necesitamos calentarnos! ¡Somos calientes por naturaleza! ¿Cuánto vale una estufa a parafina en La Polar? ¿A cuánto sale la cuota? Pregunta la designada desde su rincón, porque ella sólo se expresa a través de las cuitas del proletariado. Cómo se nota que estos son momios, nosotros y nosotras no nos revolcamos con el imperialismo, replican indignados los de la Concertación. El torrente wagneriano de la Democracia indica que nos deben elevar nuestros miserables ingresos, a todos por igual. Pregunta ¿Qué le parecen dos millones extras al señor del Partido por la Democracia? Porque Señor PPD: Usted apenas si ha abierto el pico. Es muy poco, poquísimo, pero en fin, con eso se logrará comprar algo de leña. Dicen que ha subido el metro, yo no tengo idea porque me doro bajo el sol del Caribe pero dicen y dicen. Yo adoro los dichos ¿Los que aparecen en los libros? ¿Libros? ¿Qué es eso? Pues la Biblia, corean los de la UDI. Ave María Purísima.

 

Los Senadores no se mezclan con la chusma porque esa cohorte estúpida y de mentalidad gris que habita a lo largo y ancho de la nación no les llega ni a los talones. Mientras la población que huele a heces se pudre en las calles con sus protestas que osan llamar “ciudadanas”, los senadores se extasían con las cúspides de la alta cultura. A modo de ejemplo, una designada le ha dicho al país que las mujeres prestan el cuerpo ¿qué otra cosa van a hacer si son de tan corto ingenio y bajísima categoría? Esas mujeres chilenas, tan viciosas: se lo pasan metidas en el Casino, o si no emborrachándose. Los senadores en cambio se encierran a discutir proyectos de ley con Brahms y Schumann como música de fondo. Buscan la claridad, y entre Brahms y Schumann existía una Clara, como en los huevos revueltos. La que ahora es ministra se sabe los 24 preludios de Chopin al pie de la letra y recorre las octavas con sus dedos huesudos y blanquecinos. No logró ser concertista porque el Omo le echó a perder las manos y todo el mundo sabe que la suavidad de la piel es un requisito esencial para la ejecución pianística.


Los conciertos para dos pianos de Bach engalanan los salones del Congreso: con esa finura es inadmisible estar a favor del aborto terapéutico. Los fetos y la alta cultura no se llevan bien. Lo mismo ocurre con los indios, los chicos, los cojos, las mujeres y los homosexuales: de ahí que varios senadores hayan escupido encima del proyecto (porque en nuestra sociedad perfecta todo es proyecto) de ley Antidiscriminación. La designada se llenó la boca con la mapuchería durante su fallida campaña política que únicamente la llevó a repetir la filosofía del Gobierno ante las cámaras del monopolio informativo. Como su mentalidad era tan elevada (porque tiene un Doctorado), el perraje no logró comprender su oratoria ¿Qué hacemos Señor Presidente con nuestra incomprensible? ¡Ay! Yo qué sé, búsquenle un puesto senatorial. Pero su alteza, ella no ganó por mayoría de votos ¿Y qué hay con eso? Ella tiene todas las aptitudes y actitudes: hagan lo que les ordeno, enchúfenla en alguna senatoría que yo tengo que ir a vitrinear estiletos que me hagan lucir más alto, con un grado superior de charme. He ahí la senadora designada.


Pero sabido es que los senadores ganan un sueldo de hambre, apenas superior al de una criada. Habitan en esas casas horripilantes del sector oriente de la capital, donde en invierno les cae nieve sobre la cabeza. Pobrecitos. En sus casuchas de mármol africano padecen tantas desdichas que nadie quisiera estar en sus zapatos porque todos queremos evitar el sufrimiento. Hacer lo contrario sería una estupidez. Pero ¿Cómo costean el Audi, la Vuitton y el Santiago College? Vaya uno a saber. Para eso son senadores: su altura intelectual les permite dividir el sueldo mínimo de una forma increíble. Acuérdese Señor ciudadano que ellos y ellas están ahí para perfeccionar aún más la sociedad perfecta en la que habitamos ¿Perfeccionar la sociedad perfecta? Pero si algo ya es perfecto y funciona como reloj ¿No constituye un error de lógica elemental el querer perfeccionarla? Miren, yo no sé, explica un Académico, vayan a preguntarle al Presidente. ¡Ya! ¡Vamos todos en masa! Pero ¡Recórcholis! No se puede llegar al Palacio: hay cosacos por todas partes. Bueno, por algo están ahí: cumplen una misión ¿Son los mismos que apalean manifestantes? No, esos son los de la clase baja que se meten a Carabineros para ahogar la angustia ¿Cuál angustia? Pues la que les provoca el resentimiento ¿La moral del resentimiento? ¿Eso no es de Nietzsche? Sí, pero Nietzsche está en contra de la democracia y el socialismo. Ah, ahora nos hace sentido.


¿Cómo va a pagar la cuota de la juguera el Senador PPD si no le suben el sueldo unos cuatro mil dólares? Hay que ser considerados. Después de todo, son los senadores –elegidos y no elegidos– quienes deciden sobre nuestra vitalidad. En los inviernos se les congelan las manitos azulosas de frío mientras discuten el proyecto de ley que bendice a las Hidroeléctricas. En Primavera se les llena el rostro de sarpullido porque son alérgicos a todo cuánto existe. En el verano se cansan porque deben ir con la ventana del Audi o el Jaguar abierta, porque el aire acondicionado es un lujo y ellos deben lucir como cualquier hijo de vecino ¿Pero si ganan tan poco, de dónde obtiene ese rubio tan perfecto la Senadora? Del agua oxigenada pues, soberano imbécil. Debemos recordar que los miembros del Senado son sujetos de características celestiales: si usted se tiñe las mechas con blondor el resultado será nefasto porque su cabeza está llena de pecados y ascendencia indígena. Pero la cabeza de la Senadora es mágica: allí hasta los meados podridos sacan brillo y destruyen las puntas partidas ¡ah! Es que yo soy dinorante, yo no sabo nada de nada. Pues ya ve, para eso están los Senadores ¿Senador tiene algo que ver con Cenar? ¿Y usted por qué me lo pregunta? Porque como en el Congreso abundan los obesos. Bueno, la diferencia entre Senador y Cenar es bastante clara. Por lo demás su apreciación de la realidad está rebajada porque usted es un soberano idiota ¿Entonces está bien que le suban el sueldo a los Senadores? ¡Por supuesto que sí! ¡Qué pregunta es esa!


¿Y qué opinan los ex presidentes? ¿Los de la Concertación dice usted? Sí, esos mismos. Bueno, ellos ganan alrededor de cuatrocientos millones de pesos al año, son aún más miserables, no los toquen, déjenlos tranquilitos en su austeridad. Entonces no queda más que concluir que dos millones de pesos de aumento es lo saludable. Después de todo, los Senadores son instruidos en todas las ramas del saber. A eso hay que agregar la belleza ¿Y qué tiene que ver la bonitura aquí? ¿Cómo que qué tiene que ver? ¿Usted sabe cómo se construyen las iglesias católicas? Del mismo modo que los senadores. No se engañen por el traje de haute couture de la Senadora: es falsificado. Pero yo juraría que es de Givenchy. No, cómo se le va a pasar esa idea por la cabeza: mire usted, la senadora (por si no lo sabía, so estúpido) sufre de lumbago de tanto escarbar en los cajones de la ropa usada. Lo mismo ocurre con el calzado: como las tallas no son las correspondientes, ellas (y para ser justos, ellos) apenas pueden caminar porque de otro modo les sangrarían los pies. Tienen los estigmas de Jesucristo. De ahí que sólo viajen en jet o en Audi. Ah, ahora me quedó clarito. Entonces dos millones de pesos no es nada ¿¿Cómo qué nada?? Pregunta indignado un manifestante. Si con esa plata más el sueldo base que reciben yo me pagaría la Licenciatura en Oxford y no la Universidad chanta que huele a putrefacción ¿Qué has dicho majadero? Mira, los senadores ganan –sumando y restando– más o menos 170 mil pesos. Es un imperativo moral elevarles el salario por lo menos dos millones, qué digo, cuatro o cinco millones ¿Y en qué se basa usted para afirmar aquello? Pues en que ellos deben viajar a zonas extremas, porque nunca las descuidan: por ejemplo, yo me topo todos los días con el representante de mi región, en el supermercado, en Fonasa, en el INP ¿No le puedo creer? ¡Qué suerte! Yo sólo he visto al Senador en la Tele. Pucha, que mala onda. Pero en fin. Todos los argumentos permiten concluir que dos millones es lo merecido, el precio que debemos pagar al ser gobernados por la más refinadísima agrupación filosófica de la nación. Oiga pero yo conozco a un profesor de Filosofía con Doctorado en Yale y no gana ni la mitad de lo que le pretenden subir a los Senadores. Cállese usted la boca, nosotros no somos quiénes para colocar en tela de juicio lo que nuestros representantes hagan con nuestra plata. La sociedad perfecta en la que vivimos necesita estos niveles de desigualdad.

anibal.venegas@gmail.com

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