Diciembre 26, 2024

La Pasión de Cristo

mel_gibson_pasion

mel_gibson_pasionEn vísperas del inicio por parte del mundo católico, y no sólo el católico, sino que también el cristiano, y todos aquellos hombres y mujeres que reivindican el mensaje de Cristo, los que comparten el ritual de la Semana Santa, que parte con el Domingo de ramos, recordando el ingreso de Cristo a Judea, montado en un asno, que era el medio de transporte de los hombres sencillos, de los humildes;  vitoreado y aclamado como el Rey, el Mesías. Recuerdo que hace algunos años ad portas de esas significativas fechas, en nuestra ciudad, se exhibió gratuita y modestamente, el film  La Pasión de Cristo”, aquella película que financió y dirigió Mel Gibson; y que remeció al pueblo creyente por la crudeza de sus imágenes, tanto por la particular visión de Gibson de lo que se supone fueron las últimas 12 horas de vida de Jesús, ya tratadas en la literatura eso sí.

 

La película del director australiano no pasa desapercibida. No deja indiferente a quien la presencia. Produce sensaciones, adhesiones, críticas. Conmueve y duele. Impacta y también provoca distancia del horror que abundantemente exhibe. Pero también nos ayuda a reflexionar sobre la condición humana, que pese a los miles de años transcurridos desde que un hombre fue asesinado  por proclamar sus ideas de un mundo fundado en el amor, el nacimiento de un hombre nuevo, la solidaridad entre los hombres y mujeres, aún ése hombre derrotado por un  temporal triunfo de la intolerancia y crueldad, la humanidad no logra el triunfo completo de su reivindicación. La condición humana no ha variado sustancialmente.


Desde un punto de vista estrictamente cinéfilo la película es plana, casi carente de sustancia y no se complica en argumentos. Una cámara que explora rigurosamente los detalles de la tortura de Jesús, poniendo el lente en las llagas y la santa sangre.  Juega con los colores variando del sepia al blanco y negro y surgen sugerentes flash del breve pasado de la vida de Jesús. Un acierto es el uso de las lenguas antiguas como el arameo y el latín, que implicó un esfuerzo adicional para los actores. Sin embargo, salvo dos o tres aspectos meramente técnicos, no ofrece nada extraordinario. Muy distinta a otras realizaciones sobre el tema que pusieron en juego una variedad de recursos técnicos, como por ejemplo La Ultima Tentación”, del director norteamericano Martín Scorsese. Por Años censurada en Chile, por la intolerancia de fanáticos casi tan fundamentalistas como los que apuran el cruel final del Mesías.


Se mantiene una linealidad en la narración, poniendo un escabroso acento en la tortura que sufre Jesús desde el momento en que es detenido (arrestado como ¿cuántos Jesús latinoamericanos?). A partir de ése histórico hecho, con el que se inicia el film, los golpes, humillaciones, flagelaciones, castigos físicos, refinamiento en la tortura con una variedad de artefactos para causar dolor, como látigos con puntas de acero y varas especiales cual modernas picanas eléctricas o el tristemente célebre ‘Pau de Arara’, no hay descanso, va in crescendo junto con las cada vez más abundantes laceraciones, hematomas, contusiones, excoriaciones y el castigo físico más inhumano ejercido en el cuerpo de Cristo; propio también de un poder sin control y contrapeso alguno. Algo nada ajeno en la historia reciente de América Latina ¿Qué quiso Gibson al mostrar las últimas 12 horas de vida de Cristo marcadas por el sufrimiento? Difícil saberlo. Si algo queda claro en este film es la brutalidad del poder absoluto y el odio de quien lo ejerce con la certeza de la impunidad. Destaca el odio racial y étnico que los romanos profesaban al pueblo judío. Además de provocar un polémico como necesario debate sobre los causantes de la muerte del Nazareno, atribuido a los sacerdotes judíos más que a los invasores romanos. Gibson busca conmover al espectador, llevarlo a sentir como propio el sufrimiento de un inocente, que carece de todo apoyo terrenal, salvo un puñado de sus seguidores dominados por el terror y la impotencia que los lleva a la humillación de negar a su líder, lo logra absolutamente.


Pero también hay otros aspectos que encuentran su destino y verdad. Es la reivindicación de María, madre de Jesús, quien es capaz de levantarse de su propio dolor, de su lacerante dolor de madre que presencia la tortura de su hijo, para estar con El y acompañarlo en esas sufridas últimas 12 horas. Imposible evitar recordar a las madres latinoamericanas en largas romerías buscando en prisiones y secretas cárceles a sus hijos secuestrados. Imposible evitar recordar a las madres latinoamericanas en la soledad angustiosa de injustos juicios, cuyos veredictos estaban decididos antes de oír a la defensa. Imposible olvidar a mi madre juntos a otras medres, buscando a mi padre y sus compañeros en los cuarteles de la dictadura y años después buscando a mis hermanos en las cárceles del tirano; hoy perpetuado por un modelo político económico cuyos herederos prenderán cirios estos días. Imposible evitar recordar a esas madres latinoamericanas recorriendo remotos lugares de América para encontrar los “húmeros huesos” de sus hijos crucificados.


Por sobre el temporal y demasiado extenso triunfo del odio, el abuso del poder absoluto, la muchas veces frágil lealtad de la masa por sus líderes, por sus conductores, encontramos la victoria definitiva de un hombre, que con la fuerza de sus ideas, con la fuerza de su verdad, con la fuerza de su testimonio de vida, de dignidad, de muerte y de resurrección, termina alzándose victorioso para volver en millones a redimir a la humanidad.


Desde mi perspectiva e historia agregaría que esos millones de hombres y mujeres de     América Latina deben desprenderse de esos gruesos clavos y educar su fe, conciencia social y seguir el ejemplo del nazareno que miró de frente la historia. Ahí el gallo ya no volverá a cantar tres veces.

por Rodrigo De Los Reyes Recabarren

rodrigodlr@patagoniachile.cl

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