Septiembre 21, 2024

Hinzpeter, apologista de la violencia

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hinzpeter1_393x310Apología : defensa, justificación; apologista, apologético del griego apologetikós defensor, que justifica. (*)

 

Desde la perspectiva de la clase dominante, la mediación del Estado en las relaciones entre la clase dominante y las clases dominadas debe lograr que estas últimas se sometan al orden social establecido y contribuyan a su funcionamiento. El aparato del Estado dispone, entre otros,  de dos mecanismos esenciales para el cumplimiento de estas tareas.


Primero, el Estado lleva a cabo la centralización de los recursos de la clase dominante. Quienes pertenecen a las clases dominadas no sólo tienen frente a sí a un miembro individual (el gobernante) local, de la clase dominante, sino que también han de enfrentarse a un impresionante aparato en el que se han mancomunado las adquisiciones de dicha clase.


Pero el Estado es algo más que un poder centralizado y externo al que se enfrentan las clases dominadas, porque, en otro sentido, éstas también están incluidas en él. Los miembros de todas las clases sociales son ciudadanos del Estado. A  través del Estado se efectúan intervenciones intermediarias entre las diferentes clases y entre las personas concretas pertenecientes a las diferentes clases.


La mediación, al igual que la representación, está permeada por la lucha de clases, y su manera de funcionar en la práctica está determinada por la constelación de fuerzas que surgen de esa lucha. Mas el Estado no es nunca un mediador pasivo o neutral. Su esencial carácter de clase está determinado por el carácter de clase inscrito en los aparatos materiales de promulgación, aplicación, judicatura e imposición de leyes; y  también por lo mecanismos de reproducción de la clase dominante, que delimitan el radio de la intervención del Estado. Mediación, entonces, no quiere decir, en este contexto, arbitraje, sino ejercicio del poder de clase a través del Estado. El Estado de clase no se interpone entre las clases para separar a los antagonistas, sino para vincularlos mediante una relación asimétrica de dominación y explotación.


En segundo término, podemos mencionar la cooptación que, al igual que los demás procesos de mediación, se realiza tanto a través del Estado como a través de aparatos no estatales.


A partir del siglo XX, y en especial desde su segunda mitad, la cooptación mediante el crecimiento económico, ha constituido un fenómeno cada vez más importante. Su función es agrupar a todas las clases detrás de la política y las instituciones de una expansión económica cuantitativa. Este proceso de cooptación, ha tenido un significado crucial para el movimiento obrero en los países capitalistas desde los inicios de la formación de las democracias burguesas.


Es necesario aclarar,  que desde un punto de vista histórico, la democracia burguesa no surgió como un instrumento de cooptación de las masas populares por la burguesía, sino más bien, como una conquista  de la lucha popular contra la burguesía. Sin embargo, pudo ser transformada en un proceso de cooptación porque en todas partes la resistencia burguesa se mostró lo suficientemente hábil y poderosa como para impedir la victoria completa y directa de la lucha democrática popular. De esta manera, la burguesía pudo determinar el calendario y las modalidades de la democratización, adecuando el sufragio universal, las elecciones libres, y el gobierno responsable ante el electorado, al aparato de Estado burgués, al proceso de reproducción capitalista y a los mecanismos burgueses de reproducción. La clase obrera quedó integrada, por tanto, dentro de una estructura burguesa democratizada.


Represión.

Dentro del proceso de mediación que cumple el Estado,  la represión es la herramienta que siempre estará disponible para llevar a cabo su tarea. Los aparatos represivos son los supremos guardianes del orden social prevaleciente, que golpean cuando  el funcionamiento de los procesos de reproducción experimenta alguna anomalía y cuando las clases dominadas se rebelan. Sin embargo, las exacciones y abusos de los aparatos represivos centralizados también pueden provocar rebeliones. En todo caso, el aparato represivo del Estado interviene también en las funciones rutinarias de control de las clases dominadas: el hostigamiento, la intimidación violenta por parte de la policía, la vigilancia y la preparación de informes sobre las actividades de las clases dominadas.


La represión y los preparativos de la represión contra la oposición de las asociaciones de la sociedad civil (política o ideológica), y de los individuos que las integran, forman parte esencial de las actividades cotidianas del Estado democrático de clase.


En esta exposición teórica y con el objeto de no alargar en demasía esta nota, no hemos querido entregar ejemplos. Sin embargo, el lector podrá sacar sus propias conclusiones. Sólo deseamos agregar que los funcionarios del actual gobierno, empezando por el presidente Piñera, en cada una de sus actuaciones no proporcionan ninguna idea original, sino que solamente cumplen a cabalidad su condición de clase dominante.


Una mención (¿honrosa?) especial  merece el ministro Hinzpeter, pues sus únicas herramientas de “mediación”, son la represión y las amenazas constantes del uso de la violencia contra los que osan demandar sus derechos. Además, sus declaraciones son francamente patéticas: trata a sus conciudadanos como si fuéramos una tropa de imbéciles cuando dice  que el gobierno, ante cualquier manifestación, siempre ha estado dispuesto al diálogo. Es lo que sucede cuando no se entiende nada de política, como lo expresara Marta Lagos, de Latinbarómetro en una entrevista publicada en Punto Final. El problema radica en que Piñera, que entiende aún menos, se apoya y   confía en  su ministro del Interior, que se supone es el jefe político del gabinete. ¿En que condición quedan los otros?


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(*) Joan Corominas, Diccionario etimológico de la lengua castellana, Gredos, Madrid, 1976.

Obras consultadas:

Norberto Bobbio y Nicola Matteucci, Diccionario de política, Siglo XXI, México, 1981.

Luciano Gallino, Diccionario de sociología, Siglo XXI, México, 1995.

Göran Therborn, ¿Cómo domina la clase dominante?, Siglo XXI, México, 1979.

Christine Buci-Glucksmann, Gramsci y el Estado, Siglo XXI, México, 1979.

Carlos Nelson Coutinho, Marxismo y política: la dualidad de poderes y otros ensayos, LOM, Santiago, 2001.

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