¿Quién mató a Gaete? se llama la famosa canción de Mauricio Redolés dedicada en los 90 a Pedro Gaete. Pero Pedro Gaete no murió ni en la dictadura ni ahora que fue asaltado cruelmente por un duro cáncer abdominal.
Pedro Gaete está vivito y coleando, sobreviviendo como todos nosotros, y Mauricio Redolés tuvo que rendirle homenaje a cuerpo presente.
Fue en el teatro Ñuñoa el 26 de enero, el antiguo California, donde cristalizó una iniciativa de amigos de Gaete ligados a la ex Casona de San Isidro y al ex Mapu, los dos grandes amores colectivos de Pedro Gaete.
Activaron el acto pro Pedro Gaete, Sergio Campos y Dióscoro Rojas. El mismísimo Sergio Campos de Cooperativa y el mismísimo guaripola nacional de Los Guachacas.
¿Qué festival chileno o internacional puede levantar una dupla de conductores así?
Actuaron en homenaje a Gaete Mauricio Redolés, Payo Grondona, Catalina Rojas y su conjunto, Sol y Lluvia, Felo, Peralta, la familia Yáñez, Osvaldo Díaz y otras y otros compañeros.
Unas mil personas fuimos a apoyar a Gaete en su más grande batalla, la que está dando por seguir entre nosotros, y, cuando nadie lo esperaba, Gaete se pidió permiso, se levantó de su lecho de enfermo y estuvo allí. Llegó un poco atrasado y se fue a su casa cuando casi terminaba el acto, a seguir luchando.
Nunca se vio cosa igual.
Se nos llamó a echarle una mano a quien, desde una línea de mediocampo, le dio, en la medida en que él pudo, todas sus manos a muchos de los que quisieron luchar por la libertad y la justicia, en los últimos 30 años, los 80, los 90 y los de ahora, porque la lucha continúa.
Él gestionó la Casona de San Isidro en los años 80, protagonizando una película de verdad mucho más dura y rica y heroica que la buena telenovela.
Él estuvo entre los jóvenes fundadores del Mapu y ha estado todos los 19 de mayo a la cabeza de las romerías recordando a Rodrigo Ambrosio y homenajeando a las decenas de muertos y desaparecidos del Mapu.
Él levantó el Memorial Mapu en Villa Grimaldi, lo cuidó y lo tiene impeca para que nadie olvide a quienes dieron nada menos que su vida por los ideales que todos nosotros proclamamos.
Pedro Gaete –él no lo sabía hasta el 26 de enero- es el héroe viviente mapu y socialista de la democracia. Mapu hasta que duela y socialista hasta que duela, porque siempre dolerá el querer cambiar el mundo y el no acomodarse a él.
Muy distante y contradictorio con algunos personajes mediáticos que han aparecido en estos años siéndolo, miembros de la farándula política y adictos al poder.
Más allá de lo que él crea o quiera, Gaete es la antítesis de éstos, y éstos ni se enteraron que Gaete no había muerto, ni siquiera se enteraron que Gaete había existido.
En otras palabras, Gaete no sólo tuvo la gracia de entregar la solidaridad. Tuvo el mérito de que jamás se pasó para el enemigo ni le hizo propaganda a las farmacias coludidas, a Pascua Lama o al apartheid nativo. Gaete no sólo solidarizó con nosotros. Nunca se dio vuelta de chaqueta.
Tuvo cargos siempre que hubo que luchar contra la marea. Contra la de la dictadura y contra la del olvido. Y, como todos los líderes, para esa tarea se designó a sí mismo.
Gaete pudo contemplar este 26 de enero cómo lo quisimos y recibir todos los honores, antes de partir. Para su familia y sus amigos Siempre Será 26.
En su silla de ruedas, en la primera fila, tranquilo, con su familia acunándolo, secándole amorosamente el sudor o refrescándolo con su abanico. Con un coro de aplausos que lo abrazaba. En su salida del teatro, rodeado de compañeros, como un santo ateo o al menos laico, casi bendiciendo, de vuelta a casa, a seguir luchando.
¿Quién más ha podido vivir, al final de la vida, cosa así? ¿Quién más que no haya tenido el poder para levantarse a sí mismo monumentos en vida?
Entre nosotros, y haciendo memoria, creo que nadie.
Nuestros mártires se fueron de improviso.
Allende, Rodrigo, Tohá, se fueron de un suspiro. Nuestros héroes y mártires asesinados también.
Ninguno tuvo el abrazo final que tuvo Pedro. Por eso, tal vez, al dárselo se lo dimos a todos los que no pudimos dárselo.
Los grandes del país tampoco tuvieron ese tremendo consuelo.
Ni Frei Montalva, en su dura y atroz agonía, ni Clodomiro Almeyda en su larga lucha contra el cáncer, ni Jaime Castillo ni Bernardo Leighton ni Tomic ni Raúl Ampuero el Bueno. Ni Clotario Blest en el convento de San Francisco. Ni Luis Corvalán en San Bernardo. Ni el Cardenal Silva en Macul, recordado en el acto de Gaete.
Y Gaete no ha sido ni Presidente ni ministro ni senador ni diputado ni alcalde, ni ha dirigido, desde la cabeza, partido alguno.
Gaete no recibió un homenaje así por haber sido designado embajador o por haber recibido un premio literario o artístico, o por haberse sacado el loto. Ni por estar, como está, gravemente enfermo. Gaete recibió ese homenaje en vida simplemente por haber sido como fue. Y porque quisiéramos, en el fondo, que los Gaete fuesen mayoría y así pudiéramos vivir en una sociedad distinta.
La del viernes 26 de enero en el Teatro Ñuñoa fue una fiesta a concho de la vida verdadera, esa de dulce y agraz, de risas y de llanto, de ¡qué bueno! y ¡qué malo!, un cálido encuentro de solidaridad y consecuencia y un ejemplo de valor, nuevamente dado por Pedro Gaete, que vivirá ojalá para siempre.