Febrero 5, 2025

El jettatore

piera_jeta

piera_jetaEtimológicamente la palabra desastre tiene que ver con la idea de mala estrella, des – astra, lo que como se sabe, desde los tiempos más remotos se vincula con la mala fortuna, con un destino fatal.

 

Un desastre implica un grado de desgracia, de azar maligno, de daño para la sociedad y la vida humana.


Por su parte, la palabra catástrofe suele ser utilizada para hablar de desastres, pero su significado es diferente: catástrofe viene del griego y significa punto de retorno, de reversión de un proceso. Comienza con la partícula cata: lo que cae, lo que baja y el sufijo strofe, que también aparece en la palabra estrofa: lo que divide, el punto donde se cierra un ciclo, donde se da la vuelta, algo que cambia de posición, pero que no ocasiona necesariamente un desastre.

De esa manera, terremotos, erupciones, o ciclones son catástrofes, cambios en el paisaje, puntos de inflexión que modifica lo que se vio por mucho tiempo, pero no necesariamente desastres, a menos que afecten a un asentamiento humano. Un cataclismo, por su parte, deriva del sufijo cata, el mismo de catástrofe,  sobre, bajo, contra, y klusmos, acción de mojar. Es decir, es una catástrofe asociado al agua: tsunami,  diluvio, inundación.


Relacionado con los términos anteriores está la palabra calamidad. Proveniente del latín, significa desgracia, azote, golpe, daño.  Por lo tanto, al referirnos a los problemas originados por cambios bruscos en las condiciones ambientales de una comunidad, es más adecuado usar los términos desastre o calamidad, en vez de catástrofe o cataclismo.


Cosa curiosa, resulta una paradoja el hecho que la ausencia de un cataclismo puede ser una catástrofe. El caso queda ejemplificado de la mejor manera al observar las inundaciones del río Nilo en la cultura egipcia. Cada año el Nilo inundaba sus márgenes generando un cataclismo, pero que resultaba una bendición para la subsistencia de sus habitantes, la que estaba basada precisamente en ese fenómeno. El desastre venía cuando el cataclismo no se producía.


Como sabemos, la derecha accedió al gobierno por vías que no corresponden a su costumbre, a saber, las democráticas. Ese hecho de suyo extraño, desde el principio se advirtió como catastrófico para muchos. Es decir, un momento que algo cambiaba, que se cerraban algunos ciclos, que algo comenzaba.


De no haber afectado a nadie, este fenómeno habría transitado en la historia como inocuo. Sin embargo, a poco andar derivó en una sensación de desastre, como si la derecha tuviera en efecto una mala estrella, un sino marcado por la desgracia, con un destino fatal. Una calamidad.

Un hecho marcará lo que le resta de vida a Sebastián Piñera: que es portador de mala suerte, un yeta. La palabra proviene  del lunfardo argentino. Antes había llegado al puerto por medio de los inmigrantes napolitanos que se referían a la jettatura como el mal de ojos. El portador de la jettatura se llamaba jettatore.

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