Un joven africano de 21 años falleció la pasada madrugada en una cárcel de inmigrantes de Barcelona. Murió al parecer por un infarto de miocardio sin que las unidades de emergencia que lo atendieron lograran reanimarle, según fuentes cercanas al caso.
El joven, que había sido trasladado a Barcelona el pasado 22 de diciembre desde el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Melilla, se encontraba pasada la medianoche en la celda con otros cinco internos también africanos, quienes alertaron a los vigilantes de que el chico estaba teniendo problemas respiratorios.
Los equipos médicos que acudieron al lugar no pudieron hacer nada por su vida y el médico forense únicamente pudo certificar una “muerte súbita no violenta”, por posibles “causas cerebrales o coronarias”.
Aún así, se está pendiente de los resultados de la autopsia para confirmar las causas de su fallecimiento.
Según apuntaban algunas informaciones de los abogados de los internos, que se desplazaron hasta la cárcel para tomarles declaración, el joven habría reclamado previamente asistencia médica. La Policía lo niega.
El suceso ha originado que un grupo de internos haya manifestado su malestar por considerar que el incidente se ha debido a la falta de atención y de intérpretes, e incluso un tercio de los ingresados en el centro ha iniciado una huelga de hambre.
En previsión de esta posible tensión, se ha reforzado la presencia de agentes de la policía en la cárcel, que se encuentra retirada de la ciudad, entre polígonos, en el barrio de Zona Franca de Barcelona.
Un historial de muertes preocupante
Los datos de la cárcel de inmigrantes de Zona Franca son alarmantes. En cuestión de dos años ya han muerto tres internos en circunstancias extrañas. Los dos últimos fueron un joven de Ecuador y otro de Marruecos.
En junio de 2009 fue apresado el joven ecuatoriano de 20 años Jonathan Sizalima. Horas más tarde, Sizalima apareció ahorcado en su celda en un supuesto suicidio pese a que ya se había procedido a su excarcelación. A los padres del fallecido ni siquiera les dejaron ver de cerca el cadáver de su hijo, sino que solo lo pudieron ver tras un cristal y tapado con una manta con la cual solo se le identificaba la cabeza.
En mayo de 2010, la organización SOS Racismo denunció la muerte de Mohamed Abagui, un chico marroquí de 22 años que estaba pendiente de una orden de deportación y se encontraba aislado en una celda. Debido a la opacidad de este tipo de cárceles, los hechos se pudieron conocer a través de diversos testimonios de personas retenidas y familiares de otros internos.
La poca transparencia que caracterizan a los llamados CIE’s hizo imposible conseguir más información. Fuentes oficiales de la cárcel aseguraron que se trató de un suicidio. Otras informaciones apuntaron a que su muerte pudo producirse debido a una paliza por parte de los agentes.
Tanto SOS Racismo como otras organizaciones pro derechos inmigrantes denuncian desde hace tiempo lo que catalogan como “Guantánamos–europeos ”, cárceles que se convierten en limbos legales donde resulta muy complicado acceder y recopilar información sobre las condiciones de los internos.