La ola de movilizaciones populares que hoy sacude el mundo árabe y que tiene en las cuerdas al dictador de Egipto, Hosni Mubarak (1), comenzó en Túnez.
El pueblo tunecino inauguró un ciclo de luchas democráticas con perspectivas revolucionarias que son, sin lugar a dudas, un ejemplo para el mundo entero y en primer lugar para los países árabes gobernados por regímenes autoritarios, oligárquicos y obsecuentes con los poderes económicos globales como el FMI y el Banco Mundial, tristemente célebres por pregonar medidas de austeridad y recortes en programas sociales que generan cesantía, precariedad y frustraciones.
El proceso recién comienza en Egipto. En Túnez ya está en marcha.
Por el instante el gobierno provisorio tunecino no tiene ninguna legitimidad y el combate por la democracia continúa.
Después de 29 días de rebelión y de manifestaciones reprimidas con violencia asesina, así como de revueltas y levantamientos de la juventud de Túnez, de sus trabajadores y desempleados, el dictador Ben Ali, después de 23 años en el poder, se dio a la fuga.
De revueltas más bien espontáneas en un comienzo, el movimiento tuvo un giro notable a partir de la noche del sábado 8 de enero cuando la policía y las milicias del RCD, partido en el poder, masacraron a manifestantes. Hecho importante, el 4 de enero las posiciones de la corriente sindical opuesta a toda clase de compromiso con el régimen Ben Ali ganaron al interior de la UGTT, la central sindical única. El 11 de enero, la central de los trabajadores tunecinos acordó dejar en manos de las estructuras sindicales intermedias el llamado a paros generales regionales con abierta connotación política, es decir, contra el dictador.
Es a partir de este momento que un auténtico movimiento de masas irrumpe en la escena política tunecina. Las manifestaciones organizadas en las zonas de Asfax, Sousse, Kasserine, Siliana, Bizerte, Kairuán, reúnen a miles de trabajadores, cesantes, estudiantes universitarios y secundarios. Esta serie de movilizaciones de masas culminaron en una manifestación política multitudinaria bajo el signo del rechazo de la promesa del dictador de dejar el poder en 2014. Después del gigantesco e inesperado pronunciamiento popular, Ben Ali, el dictador, huye el 14 de enero.
Todavía no se sabe cual será el balance en vidas humanas de la heroica lucha de los trabajadores y del pueblo tunecino. Demasiados, por supuesto. Pero esta lucha es un recordatorio para todos los pueblos oprimidos y particularmente para los de los países árabes que es posible liberarse de las cadenas de la opresión. Puesto que quién logró derrocar al dictador es un pueblo armado sólo con su determinación por liberarse de uno de los regímenes más represivos del planeta. Esto fue posible pese al aparato policial, las milicias del poder y el apoyo al régimen dictatorial de las potencias imperialistas del mundo entero que tratan de agitar el cuco del caos para desacreditar al movimiento popular tunecino.
¡Atención! el dictador cayó, pero la dictadura sigue. El camino de la emancipación recién comienza después de haber derrumbado un gran obstáculo. El Partido en el poder (RCD) y todo el aparato de Estado están intactos. De igual manera la determinación del pueblo tunecino de continuar la lucha hasta la victoria final permanece incólume y la decisión de que todo el régimen caiga sin contentarse con su reemplazo por una forma autoritaria más presentable, se ha acrecentado. La consigna en su momento fue: ¡Ben Ali, ándate! ahora es, ¡RCD fuera! y, ¡Mbazaa fuera! (Mbazaa es el Presidente de la Asamblea Nacional de Túnez, el parlamento, que ejerce el poder de manera interina, hasta designación de un titular). Aunque algunos oscuros políticos de la antigua y deslegitimada “oposición política legal” se han ofrecido para ocupar cargos de ministros, la continuación de las movilizaciones ha obligado a la mayoría a renunciar a sus pretensiones.
Hoy, la pregunta del día, la que todo el mundo se plantea es: por qué equipo político reemplazar al RCD (el partido del ex dictador). Muchos militantes políticos y cuadros con experiencia, que cuentan con la confianza de los trabajadores y el pueblo de sus regiones han participado activamente en las movilizaciones y probado su capacidad de organización y conducción en condiciones difíciles: jóvenes, abogados, sindicalistas, militantes de los Derechos Humanos, mujeres activistas del movimiento feminista tunecino, etc. En lo que respecta a los partidos de la oposición, debilitados y excluidos por el régimen de Ben Ali, se encuentran divididos entre los que quieren entrar al gobierno de coalición con el RCD y los que rechazan de plano aliarse con los esbirros y miembros del régimen (1).
De las consignas voceadas en las manifestaciones por el pueblo tunecino surgen un cierto número de tareas urgentes: liberar a todos los prisioneros políticos y víctimas de la represión política y social con plena reintegración a sus empleos; detener y juzgar en tribunales (después de expulsar a los jueces venales y afines al régimen dictatorial) a todos los torturadores y a los responsables de corrupción; disolver todos los organismos constitutivos del estado policíaco y desmantelar el RCD; restituir los bienes acaparados por la mafia del antiguo régimen y el clan Travelsi (2); elegir una Asamblea Constituyente que redacte una nueva Constitución, no como la de hoy hecha a la medida para el dictador saliente Ben Ali; promover y aplicar cambios económicos profundos para sacar a Túnez del desempleo de masa y de la situación de dependencia ante sus aliados europeos.
Organizaciones políticas de izquierda de Francia, Portugal, España, Italia, Grecia e Inglaterra exigen congelar los fondos de los dirigentes y empresarios tunecinos aliados al régimen depositados en instituciones financieras europeas. Así como también denuncian los acuerdos que someten la economía tunecina a los intereses de las burguesías europeas y en particular a la francesa. Además se hacen eco de las organizaciones de izquierda y populares tunecinas que alertan contra las presiones de las potencias occidentales para “esterilizar” el proceso hacia una transición pactada entre camarillas improvisadas que con apoyo exterior quieren imponer una salida negociada entre gallos y medianoche.
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(1) Cuando escribimos el presente texto, puede leerse en el vespertino parisino Le Monde (10/11/2011) que, “el primer ministro, altos responsables egipcios y la CIA, evocan una renuncia ‘muy probable’ del Raïs (Hosni Mubarak), en el poder desde hace treinta años”.
(2) Un dirigente de la UGTT (la central única sindical tunecina) dispuesto a participar en un “gobierno de transición” plantea: “se evoluciona hacia la siguiente situación: el jefe de Estado provisorio disuelve el Gobierno actual, que no satisface a nadie, llama a un rostro nuevo y competente de la política tunecina para que ejerza como Primer Ministro y forme un nuevo gobierno que incluya todas las tendencias, con el cuidado de no integrar a los ex responsables políticos del Antiguo Régimen.” Evidentemente, esta posición no es compartida por el ala de izquierda de la UGTT.
(3) Los Trabelsi son la familia de Leila, la esposa del dictador derrocado, Ben Ali. “Durante 15 años se apoderaron de porciones enteras de la economía tunecina, pero sus movidas eran sólo conocidas por intelectuales y críticos del régimen, los negocios turbios de este clan fueron entrando poco a poco en las conversaciones de los hogares tunecinos: acaparadores de empresas cuando se hacen los planes de privatización (entre 1995 y 2005), apropiación de diarios, de concesiones automovilísticas, supermercados, bancos, compa~;ias aéreas, empresas de telecomuniciones” Olivier Piot, Le monde Diplomatique, febrero, 2011.