Los hechos son los que deciden, los hechos ahorran palabras, las reducen significativamente a su breve descripción: 16 millones de ciudadanos consumidores burlados por las empresas avícolas coludidas para subir sus precios, un millón de chilenos estafados por “ La Polar ”, cientos de miles de estudiantes universitarios paradójicamente sufriendo alzas en sus aranceles significativamente superiores a las alzas del IPC en medio de una crisis educacional que tiene a los estudiantes movilizados exigiendo la gratuidad de los aranceles sin ser escuchados en sus demandas.
La palabra “abuso” define esta situación, pero no se trata de un abuso puntual, este abuso se ha generalizado y está fuera del control de las autoridades porque estas no tienen los instrumentos de control, instrumentos que han sido derogados en la historia reciente, porque hubo un tiempo en que sí existieron.
De manera que esta situación se podría remediar creando nuevas leyes, o bien, restaurando las antiguas, pero este ejercicio sería inútil proponerlo, puesto que existe una legalidad que impide hacer estos cambios, y muchas veces, ni siquiera existe la voluntad de intentarlo.
Las razones refractarias al cambio son ideológicas; a la “clase política” o clase alta no le place hacer cambios puesto que consideran que el mercado sin regulaciones es un acierto, que éste le ha traído muchos beneficios al país, país entendido como un país rentable, rentable para sus últimos gestores que representan el 1% de ciudadanos y que están ubicados en lo que todo el mundo identifica como clase alta.
El establishment desespera porque la palabra lucro está siendo digerida. Hay conciencia que el lucro es algo nocivo para las clases que padecen sus efectos, ciertamente que el afán de lucro de los proveedores de educación ha hecho más cara y más penosa sus existencias.
En rigor, el lucro en la educación, el lucro en la salud, el lucro en la energía eléctrica, en el agua potable, en la telefonía, ha llevado a una ruina parcial si no total a las clases inferiores que han debido pagar cara esa palabrita, que se transa en un mercado muy peculiar, es decir, en un mercado sin regulación en donde la competencia no tiene nada de perfecta
Felizmente, los afectados, comienzan a tomar conciencia de estar siendo tácitamente violentadas por el lucro, la sociedad ya entiende que abuso equivale a lucro, y lo novedoso de lo ocurrido en este año, es que esa masa de ciudadanos se ha puesto en movimiento porque no acepta que sigan abusando de ella.
La movilización social para enfrentar de manera decidida los abusos de que está siendo objeto la inmensa mayoría de los chilenos debe ser la fuente de toda esperanza en cambiar el orden de las cosas.
El gobierno actual que es la expresión original de la clase dominante, hace esfuerzos por exacerbar el lado violento de las movilizaciones, y demoniza al sector más radical estigmatizándolos como “los encapuchados”, “los anarquistas”, los “ultras”. La Concertación y sus satélites se han hecho eco de estas estigmatizaciones, porque de verdad ellos están en contra de la existencia de una masa que no pueden controlar, no tienen más interés en las protestas que en el sentido de minar la popularidad del gobierno o de sacar provecho propio, no participan del sentido ideológico en que se plantea la gratuidad de la educación que es el fondo del problema.
El gobierno pretende a través de la necesidad de “controlar a los encapuchados”, sacar leyes con la ayuda de parlamentarios “colaboradores”, leyes que restrinjan los derechos personales de todos los ciudadanos, o derechamente, legitimar ante ojos influenciables, el uso de leyes que ya disponen, tal como la oprobiosa ley antiterrorista, que se ha aplicado a la población mapuche como si aquello fuera natural, pero que no se atreven a usarla en las calles de Santiago de buenas a primeras.
Qué más quisieran ellos que aplicar la ley maldita a los encapuchados, y después a todo manifestante, a todo indignado.
Ellos saben perfectamente que lo que se viene para los próximos años son manifestaciones de protesta contra los abusos que a cada rato se “descubren”. Y como no están dispuestos a detener el abuso, a penalizar el lucro, ya que muy por el contrario, al lucro lo consideran un derecho, entonces hay que buscar la forma de paralizar la protesta ya que, como es de esperar, habiendo abuso inevitable, habrá protestas inevitablemente también.
Es el derecho al lucro de los proveedores el que está en contraposición al derecho de los ciudadanos a la gratuidad de la educación que el sistema imperante considera mercancía. He ahí el meollo del problema.
Se vienen elecciones municipales que no se rigen por el binominal aunque sí son influidas decididamente por este, existe una oportunidad inédita de romper la inercia del binominal que subyace en el electorado para expresar su mayoritario respaldo a los movimientos sociales reflejados en las encuestas que se han tomado, pero como en la canción de Serrat, pareciera que todos esperan volver a la “normalidad” que tanto les acomoda:
“Y con la resaca a cuestas
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.
Se despertó el bien y el mal
la zorra pobre al portal
la zorra rica al rosal
y el avaro a las divisas.****
Se acabó,
que el sol nos dice que llegó el final.
Por una noche se olvidó*****
que cada uno es cada cual.”
Si los partidos políticos que dicen estar con las protestas ciudadanas fueran sinceros, en el sentido de impulsar y potenciar la indignación ciudadana, entonces uno esperaría que para las próximas elecciones municipales se constituyera una gran lista que reúna a todos los que están por las demandas que se han planteado en las calles, y en vez de estar diseñando plataformas, cartillas electorales, y todas esas diligencias burocráticas que están en el ADN de los militantes cupulares, deberíamos buscar figuras locales que hayan tenido figuración en las movilizaciones, y por cierto también figuras nacionales que se hayan destacado por la misma razón, es decir: demandas estudiantiles, medioambientales, laborales, indígenas, defensa de los consumidores y de los ciudadanos.
Se necesita sumar, de acuerdo, pero no se puede sumar elementos que tengan el signo contrario, eso es lo primero. El siguiente paso, es abrir las cartillas electorales a los que son referentes sociales sin importar si con ello se va en desmedro de sus propios militantes, ahijados o prometedoras figuras. Sinceramente, no le encuentro otro interés al resultado de alcaldes o concejales elegidos, que no sea otro que la prolongación de la lucha que se ha iniciado, de que su resultado sea el correlato de lo que se ha ganado en las calles.
René Dintrans
http://blogdintrans.blogspot.com/