No obstante algunas reformas constitucionales que han ido dotando de un aire más democrático a nuestra carta fundamental, aún ella franquea ciertas licencias de cuño autoritario, o al menos, todavía permite al “mundo político” hacerle ciertas verónicas a la soberanía popular. Qué mal que le hace a Chile ese enclave autoritario de los designados, que pese al maquillaje, aún tiene mal aspecto.
La ratificación de tal calidad hecha por el Tribunal Constitucional (TC) en favor de la ex Vocera Ena von Baer Jahn, ahora Senadora –así como también la larga lista de otros afortunados que han alcanzado semejante dignidad en los mismos términos, como el presidente de RN Carlos Larraín–, es un claro ejemplo de la labilidad emocional de la Constitución Política que nos rige.
Durante el “minuto feliz” de “Tolerancia Cero”, Camila Vallejo interpeló a Ena en relación a la representatividad de ésta, llamándola “designada”, cuestión que ella, indignada, retrucó asegurando representar a “mucha gente”. A lo que Von Baer se refería –supongo– era a los habitantes de las 21 comunas de la Circunscripción Santiago Oriente que ella “representa” en el Senado, ocupando el escaño dejado por el ahora ministro de Economía Pablo Longueira.
En 2009 Ena compitió como independiente (aún no militaba en la UDI) en la lista de la Coalición por el Cambio, en la Circunscripción Senatorial 15, donde votaron 255.929 personas. De ese total, la ex ministra obtuvo 56.697 sufragios, cifra insuficiente para llegar a la Cámara Alta, siendo superada por su compañero de fórmula José García Ruminot (RN), quien alcanzó 57.439 preferencias. El bloque opositor eligió al PPD Eugenio Tuma, quien se convirtió en senador gracias a sus 74.403 votos. La derrotada igual obtuvo su premio de consuelo en el Gabinete del electo Presidente, siendo nombrada ministra Secretaria General de Gobierno, y sacada 18 meses después por su mal desempeño.
¿De qué representatividad hablará la designada por la UDI, y ahora ratificada senadora por nueve votos del TC? Ella, por decisión cupular de la UDI (ahora sí pertenece a sus filas), reemplaza en el Senado a un parlamentario (Pablo Longueira) que en 2005 obtuvo 318.434 votos. En esa ocasión sufragaron 1.328.654 habitantes de 21 comunas pertenecientes a la Octava Circunscripción.
Sin duda, los 318.434 electores, que un caluroso día de diciembre de 2005 se bancaron la fila para votar por un determinado candidato, hoy deben estar preguntándose si valdrá la pena repetir semejante sacrificio que, al cabo, por esas veleidades del sistema, se convierte en una polémica decisión de una directiva que se pasa por cierta parte ese acto soberano. Si yo tuviera que votar en esa Circunscripción no haría la fila de nuevo. ¿Por qué hacerla?
Si Ena no quiere ganarse el potencial mote de “patuda”, mejor que lo piense dos veces antes de lanzarse a su “reelección” en 2013. Sería muy digno de su parte retirarse, o reintentarlo por su zona de origen, donde tiene sus votitos. Allí, al menos, podría competir sin que la ninguneen. Si gana, bien por ella. Si pierde, se habrá sometido al escrutinio popular en igualdad de condiciones y con la frente en alto. Aún así, le queda la posibilidad de ser nombrada en algún cargo de confianza, contra lo cual no hay más que aceptar la decisión de quien nombra.
Ena, una vez lo hiciste muy bien como panelista de “Estado Nacional”. ¿Qué te pasó? Con toda certeza, fuiste presa de la megalomanía, o te engrupieron, y terminaste cediendo a la tentación de ser la comentada por tus eventuales decisiones como legisladora, y no la que comenta. A veces, es mejor estar de este lado. Se gana poco o nada. Pero se vive más tranquilo. No se duerme atormentado por las temidas órdenes de partido, ni se despierta con un móvil de TV en tu jardín haciéndote bolsa. Ni tampoco uno se expone a que una jovencita te espete tu falta de representatividad.
Te recomiendo que revises los conceptos de “legalidad” y “legitimidad”. Te juro que son muy diferentes. El primero te permite actuar conforme a la ley. El segundo es más sutil. Está colmado de subjetividades; de matices. Y, la mayor de las veces, los seres humanos nos movemos en el campo de la subjetividad, de lo inmaterial. Lo legal es más bien binario. “La ley manda, prohíbe o permite”. ¿Has escuchado eso? Qué rico es sentirse legitimado. En el ámbito familiar el padre es una entidad jurídica a cargo del orden, de la formación, y etcétera. El respeto de los hijos no se impone, se gana. Eso es legitimidad. ¿Te fijas, Ena?
Soy sincero: a mí también me encantaría que me designaran en un paga como la tuya (el problema es que no milito ni en la junta de vecinos), y con ese sueldo reguleque. Y no te cuento lo feliz que me haría ser ratificado. Aún así, no me sentiría legitimado. Ena, si hubieses sido elegida, nadie hablaría de ti; cuando más te sacarían una cuña por alguna lesera. Como eres designada, y ahora ratificada, ten en cuenta que siempre serás eso, nada más que eso; mientras no hagas el esfuerzo de cruzar la frontera que separa la legalidad de la legitimidad y unir ambos valores en un mismo acto, para el vulgo (al cual yo pertenezco), y para las élites, sobre todo para éstas últimas, que son las únicas que te importan, siempre serás sólo eso. ¡Ena, “designada”, for ever!
Sólo de ti depende cambiar de estado, colega. Duerme tranquila, si puedes.