Desde hace ya unos 20 años vengo diciendo que en Economía se enseña hasta ahora que la tierra es plana y que ser rico es la manifestación de una bendición divina. Si no lo dije antes fue porque antes no había estudiado Economía.
En mi caso el dogma tuvo el mérito de vacunarme contra las imbecilidades que profieren día a día los economistas, que no sólo no le temen al ridículo sino que viven haciendo de payasos. En Francia, los estudiantes de economía se rebelaron en junio del año 2000 contra una enseñanza que tenía por única vocación la de “reproducir la dominación ejercida por la teoría neoclásica en el campo académico”. En otras palabras, por el adoctrinamiento en el dogma que sustenta el neoliberalismo. Esos muchachos alegaron con razón que la Economía solo puede “enriquecerse con la confrontación de diferentes sistemas de pensamiento” y que el estudio comparado de esos sistemas debía “permitirle a los estudiantes manifestar un espíritu crítico”. Aun cuando poco después recibió el apoyo de los estudiantes de Cambridge, ese movimiento tuvo pocas consecuencias concretas en razón de la extrema rigidez de los guardianes del templo, que en las Universidades funcionan del mismo modo que la Sagrada Congregación de la Fe en el Vaticano: no están allí para confrontar la teoría a la realidad, sino para imponer un dogma. Poco importa que la Tierra gire en torno al sol: si el dogma dice lo contrario, se tortura y se quema vivo a Giordano Bruno, o se presiona a Galileo Galilei hasta que confiese estar equivocado.
En un informe oficial, Jean-Paul Fitoussi, un economista francés, propuso justamente incorporar a la enseñanza la práctica de la confrontación de las teorías a los hechos. Por tal insolencia quemaron vivo a Miguel Servet en Ginebra, allá por el año 1553. Servet, un científico, osó afirmar que por las venas corre sangre y en ningún caso aire como aseguraba la Iglesia. Un tal Joseph Ramos actuó más o menos del mismo modo en la Facultad de Economía y “Negocios” de la Universidad de Chile, ahorrándose la leña de las piras, probablemente por falta de presupuesto.
Hace unos días, el 2 de noviembre, los estudiantes de Harvard tomaron la decisión de retirarse en bloque de la cátedra de Introducción a la Economía. Junto con hacerlo entregaron una carta motivando su decisión por lo que consideran “el vacío intelectual y la corrupción moral y económica de gran parte del mundo académico, cómplices por acción u omisión en la actual crisis económica.” Quién sufrió la afrenta fue Gregory Mankiw, ex asesor de George W. Bush y autor de uno de los manuales de macroeconomía más utilizados en las escuelas de Economía de los EEUU y… de Chile.
En esa misiva los estudiantes dicen:
“Hoy estamos abandonando su clase, con el fin de expresar nuestro descontento con el sesgo inherente a este curso. Estamos profundamente preocupados por la forma en que este sesgo afecta a los estudiantes, a la Universidad, y nuestra sociedad en general (…) Un estudio académico legítimo de la economía debe incluir una discusión crítica de las ventajas y los defectos de los diferentes modelos económicos. En la medida en que su clase no incluye las fuentes primarias y rara vez se cuenta con artículos de revistas académicas, tenemos muy poco acceso a aproximaciones económicas alternativas. No hay ninguna justificación para la presentación de las teorías económicas de Adam Smith como algo más fundamental o básico que, por ejemplo, la teoría keynesiana (…) Los graduados de Harvard juegan un papel importante en las instituciones financieras y en la conformación de las políticas públicas en todo el mundo. Si falla la Universidad de Harvard a la hora de equipar a sus estudiantes con una comprensión amplia y crítica de la economía, sus acciones serán susceptibles de perjudicar el sistema financiero mundial. Los últimos cinco años de crisis económica han sido prueba suficiente de ello”.
Algunos distinguidos ex alumnos de Harvard nunca levantaron el dedo para decir esta boca es mía, y se tragaron el dogma como quien traga ruedas de carreta. No me refiero desde luego a Sebastián Piñera, del cual no se ha probado que haya estudiado nada, sino por ejemplo a Nicolás Eyzaguirre quien, en el año 2002 confesó haber descubierto en medio de atroces sufrimientos (cito) “que (los defensores de la economía de mercado) tenían razón y que los que estábamos equivocados éramos nosotros”.
Por nosotros entendía a los comunistas, visto que en esa época Eyzaguirre lo era. Otro que también se tragó la mala calidad de la enseñanza de Harvard sin chistar, y junto con ella “el vacío intelectual y la corrupción moral y económica de gran parte del mundo académico, cómplices por acción u omisión en la actual crisis económica” fue Andrés Velasco.
Puede que ni Eyzaguirre ni Velasco nunca hayan sido jóvenes, sino… no se entiende. Lo bueno es que la juventud de ahora se levanta contra la estupidez y la mentira. No sólo en Chile sino también en los EEUU.