Septiembre 21, 2024

El proletariado universitario: Nada tienen que perder y sí mucho que ganar

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david_erickActúan con una visión nacional sobre el derecho de los chilenos y chilenas a educación pública gratuita y de calidad. Sus rostros muestran el desgaste de cinco meses de madrugadas frías, trasnochadas, tomas de locales, movilizaciones callejeras y asambleas.

 

 

 

 

Trabajan de manera incansable para representar con altiva dignidad a su generación y a sus padres, que no pueden rebelarse obligados como están a trabajar cabeza gacha en extenuantes jornadas pagadas con salarios de miseria.

 

Erick Coñomán Garay, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Tecnológica Metropolitana de Santiago (UTEM), y David Urrea Vásquez, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Arturo Prat de Iquique, comparten la experiencia de haber vivido su infancia y juventud en una población popular. Ambos tuvieron que trabajar antes de ingresar a la educación superior. Son alumnos de universidades públicas pauperizadas y son los primeros en sus familias en llegar a la universidad.

 

David y Erick son estudiantes pobres, que han arribado con esfuerzo a la enseñanza superior que hoy quieren transformar, porque han descubierto que el sueño prometido de “igualdad de oportunidades” no era tal, ya que el sistema universitario chileno es un engranaje más del modelo económico y social, basado en la desigualdad.

 

Ambos dirigentes estudiantiles apoyan la decisión de la Confech de seguir movilizados, mantener las tomas de establecimientos y estrechar lazos con el pueblo y sus organizaciones, para enfrentar en conjunto la injusticia.

 

Urrea no cree que el gobierno vaya a ceder. “No van a dar pie atrás en seguir privatizando nuestros derechos básicos y en avasallar a la clase trabajadora. Nuestra radicalidad es una forma de autodefensa frente a estas ideas que buscan domesticar a los sectores populares. Por eso pedimos a la población su compromiso, que vaya más allá de su apoyo en las encuestas. Que empiece a autogobernarse y a adquirir confianza en sí misma.

 

La ultraderecha, que antes hizo desaparecer gente y torturó, está volviendo a tomar el control. Intenta criminalizarnos con proyectos de ley que sancionan la toma de espacios públicos, colegios y universidades que son de todos. Recordamos a Manuel Gutiérrez, asesinado en las protestas. Muchos jóvenes serán procesados por sus acciones durante las próximas semanas. La policía ya no conversa, ataca, reprime y encarcela”.

 

Algo más que educación

 

Eric Coñomán dice: “Estamos luchando por la rabia contenida que produce la segregación. Por la forma como se gobierna y por la ‘invisibilización’ de nuestras demandas y necesidades por la clase política. Somos críticos de cómo se ejerce la democracia, de cómo se distribuye la riqueza y de cómo se ignoran los derechos de una población estigmatizada, sobreexplotada y excluida no sólo de la educación, sino también de la salud, la vivienda, el trabajo y los derechos humanos básicos. Yo duermo en un sillón porque no hay más espacio en mi casa. Carencias cotidianas como la mía están presentes en los estudiantes, e influyen en la disposición de ánimo de nuestros compañeros; queremos realizar estos cambios ahora, porque nadie lo hará por nosotros”.

 

Para David Urrea, radicalizar el movimiento significa más comunicación, más despliegue estratégico dentro de las universidades y más organización para llegar a otros sectores sociales. “Todos estamos de acuerdo en hacer alianzas estratégicas con pobladores y trabajadores. Si se hubieran unido antes a esta lucha, ya la habríamos ganado. Ahora estamos intentando generar ese espacio con los portuarios, con los pescadores del sur, con los mineros del norte y con los pobladores en todo el país”.

 

Eric Coñomán apela a aquellos que por acceder a ciertos bienes de consumo se endeudan con un crédito hipotecario a treinta o cuarenta años, lo que constituye una moderna forma de esclavitud. “Para tener un aparato de televisión o un computador conectado a Internet, nuestros padres tienen que pagar cuotas mensuales de 30 ó 40 mil pesos”, dice. Según David Urrea el endeudamiento crea un estilo de vida falso, “en que estás siempre intentando copiar lo que hace el más rico. Si el rico tiene celular, tú quieres uno; si tiene auto rojo, tú quieres un auto rojo. El sistema crea necesidades que en realidad no existen y luego el trabajador tiene miedo de perder lo poco que posee, a ser aún más pobre y verse marginado del sistema de consumo”.

 

Según el dirigente, “el movimiento estudiantil es la grieta en este muro para demostrar a nuestros padres que sí se pueden realizar cambios y por eso nos estamos jugando el todo por el todo en este movimiento. Si fracasamos, va a fracasar también el movimiento popular y nuestras familias”.

 

Los estudiantes

y la política

 

Ambos dirigentes estudiantiles saben que, ante la intransigencia del gobierno, sólo pueden ganar esta lucha con el apoyo de otros sectores sociales y que para alcanzar las metas que persiguen, tendrán que luchar a largo plazo. Según David Urrea, los estudiantes están demandando un cambio total del sistema económico y social, con soluciones reales a los problemas del país. “Por eso nos vinculamos con los intelectuales y pedimos a los trabajadores que marchen con nosotros. Estamos con los profesores y nos reunimos con los pobladores en asambleas ciudadanas; queremos una democracia más directa y participativa, sin las trampas del sistema electoral binominal. No confiamos en la Concertación ni en la derecha. Si nuestras demandas llegan al Congreso, sospechamos que serán desvirtuadas mediante un montaje ideológico y publicitario. Los jóvenes nos interesamos en la política, pero no nos gusta cómo se hace la política”.

 

Por este motivo, Erick Coñomán dice que están cambiando la forma de ejercer la democracia dentro del movimiento estudiantil. “Somos portavoces de nuestros compañeros y asumimos nuestras responsabilidades sin protagonismo personal. Me atrevo a pronosticar un gran cambio en la forma en que se va a ejercer la política. Los de nuestra generación entienden que lo político y lo social deben combinarse. La Confech es una organización social, pero también actúa como organización política: en su interior existe un gran debate sobre cómo se practica la soberanía popular y cómo se ejerce el poder. Cualquiera sea el desenlace del conflicto actual, consideramos que este movimiento será un avance muy trascendente en la lucha popular”.

 

 

 

 

David Urrea: de okupa a dirigente estudiantil

 

David Urrea Vásquez (26) es estudiante de 4º año de trabajo social y preside la Federación de Estudiantes de la Universidad Arturo Prat de Iquique. Inició su participación social en un grupo en el que confluyeron jóvenes anarquistas y marxistas, punk, hip-hop y feministas, que ocupaban en Iquique la casa “El Grifo”.

 

Luego se integró a la Inter-sindical de Trabajadores, inspirada en los valores que orientaron los primeros movimientos sindicales pampinos. Este movimiento de trabajadores tiene lazos en Arica, Iquique y Antofagasta y trabaja por dar vida a un proyecto político de orientación socialista. Urrea está inscrito en los registros electorales.

 

Erick Coñomán: hijo de La Palmilla

 

Eric Coñomán Garay realiza su tesis para titularse como trabajador social. “Soy de la población La Palmilla, de la comuna de Conchalí. Participo en los campeonatos de baby fútbol, un espacio que atrae a muchos jóvenes populares de ‘esquina’; nos movemos en el aspecto cultural en el centro denominado ‘La Escoba’, al que concurren distintas personas de Izquierda de origen frentista, mirista, comunista y anarquista. Tuve que tomar algunas decisiones: o me quedaba con mis amigos de la esquina o ingresaba a una organización. Entonces trabajé junto a otros compañeros organizando la fiesta popular ‘La Palmillana’ e hice reforzamiento escolar a jóvenes y niños de la población. En la enseñanza media me involucré con las movilizaciones estudiantiles de los ‘pingüinos’. Jugué fútbol en Colo Colo, Universidad de Chile y Magallanes y se me ofreció la oportunidad de ingresar a la universidad como deportista destacado.

 

En la UTEM milité en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y ejercí liderazgo en la Unión Patriótica Estudiantil. Luego me distancié y llegué al Centro de Estudiantes, que había estado por más de 10 años dirigido por la Concertación y el grupo La Surda. Organizamos como sindicato a los ‘propineros’ que trabajan empaquetando en el supermercado Tottus, y entablamos un juicio laboral a Falabella”. Erick no está inscrito en los registros electorales; piensa que el actual sistema político es poco representativo. Estaría dispuesto reconsiderar su posición si existiera un sistema político-electoral en el que esté representado genuinamente el pueblo

 

 

Parientes pobres del Consejo de Rectores

 

Los dirigentes estudiantiles David Urrea y Erick Coñomán creen que los rectores desperdiciaron la posibilidad de jugar un papel trascendente en la movilización por la educación, como nexo entre estudiantes y gobierno; terminaron respondiendo sólo a sus propios intereses. “Los rectores se preocupan de sus cuotas de poder y sus privilegios, defienden su hacienda, cuidan su territorio y así se vuelven cómplices de la reproducción de este sistema que mercantiliza el conocimiento”, dice David Urrea.

 

UTEM: laboratorio del autofinancimiento neoliberal

 

La Universidad Tecnológica Metropolitana (Utem) recibe estudiantes de sectores populares, que no tienen redes sociales de influencia. En la Utem no trabajan grandes personajes que puedan defenderla, y esa realidad la ha convertido en un laboratorio para experimentar con el autofinanciamiento neoliberal. El resultado es una catástrofe financiera en su administración y cero regulación del Estado.

 

Al interior de la Utem se crearon sociedades comerciales para autofinanciarla y carreras que no cumplían con mínimos estándares de calidad ni se vinculaban con las necesidades laborales del país. Al interior del plantel había un mercado libre para lucrar. Este mecanismo de financiamiento fue copiado en mayor o menor medida por todas las universidades estatales.

 

Gracias a esa política, la Utem sólo recibe 5% de aporte estatal y el resto se origina en el autofinanciamiento y el aporte de los alumnos. El 97% estudia con crédito fiscal y sólo el 3% paga al contado su carrera. Los estudiantes provienen en más de 90% de sectores como Lo Hermida, La Palmilla, San Gregorio o La Pintana, y pertenecen a los tres quintiles de ingresos más bajos del país. En su mayoría son la primera generación en su familia que llega a la educación superior.

 

La Utem está en la mira del gobierno a partir de la denuncia efectuada en el programa de televisión Esto no tiene nombre, que formuló denuncias referidas a nepotismo y corrupción. El entonces ministro de Educación, Joaquín Lavín, dijo incluso que él no dejaría que sus hijos ingresaran a este tipo de universidades. “Somos una universidad tecnológica, constituida en más del 80% por futuros ingenieros, los egresados irán directamente a la producción, dónde nos prefieren como mano de obra barata de la industria”, precisa Erick Coñomán.

 

Universidad Arturo Prat: las pellejerías en regiones

 

La Universidad Arturo Prat de Iquique tiene una matrícula de 3 mil estudiantes de todas las ciudades del Norte Grande. Como consecuencia de malas administraciones realizadas por miembros de la Masonería y el Opus Dei, mantiene un déficit de 11 mil 500 millones de pesos, que hace particularmente difícil su situación.

 

Luego de alcanzar una matrícula de 7 mil alumnos en su mejor momento, perdió recursos de financiamiento, infraestructura y prestigio. Actualmente recibe un aporte fiscal cercano al 14 por ciento (equivalente a cerca del 2% que recibe la Universidad de Chile), que según sus autoridades se gasta en el bienestar de los estudiantes. Al respecto, David Urrea puntualiza que “todos los beneficios que hemos conseguido han sido el fruto de nuestra movilización, desde una beca de almuerzo hasta el financiamiento del jardín infantil para nuestros niños”.

 

Este aporte público no ha sido suficiente para suplir las necesidades que tienen los alumnos de la Universidad Arturo Prat, provenientes en su mayoría de sectores populares. Pese a que los aranceles están entre los más bajos del norte, todavía son muy altos para estudiantes que pertenecen a los tres quintiles de ingresos más bajos de la población.

 

Urrea dice que “el alumno promedio de la Universidad de Chile no tiene la misma problemática de un joven poblador. Viene de una familia que le asegura al menos alimentación y que posee un computador conectado a Internet en su casa”. David Urrea recuerda que además del aporte directo, las universidades tradicionales se benefician también del aporte fiscal indirecto, asociado con el ingreso de los mejores puntajes de la PSU, que corresponden a jóvenes de buenos colegios que pueden entrar fácilmente a una buena universidad.

 “Las universidades pobres tienen gran cantidad de profesores contratados por horas para ramos que forman parte de la columna vertebral de las carreras. Con ellos no existe una relación estudiante-académico que sirva a los alumnos para su desarrollo profesional”, concluye.

 

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 745, 28 de octubre, 2011

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