El gobierno de Obama enfrenta por estos días una encrucijada en su política en el Oriente Medio. La demanda palestina para ser reconocida ante
Más allá de las cuestiones técnicas, lo cierto es que lo solicitado por el gobierno palestino aparece ante los más diversos gobiernos del mundo como una demanda justa que debe ser atendida. De manera que la anunciada oposición de Washington significaría un descrédito de la actual administración no solo ante el mundo árabe sino ante la opinión pública mundial. Se trata, ni más ni menos, de desconocer todo lo que el mismo Premio Nobel de
El gobierno de Netanyahu ha anunciado consecuencias catastróficas ante la inminente solicitud palestina, sin embargo, un rechazo al anhelado Estado Palestino podría tener consecuencias todavía peores para toda la región. No podemos olvidar, aunque a muchos les moleste, que Mahmud Abbas quien encabeza la solicitud, encarna hoy el cauce de la racionalidad política frente al radicalismo de otros sectores. Considerando el clima regional, caracterizado por amplios movimientos sociales, en la llamada “primavera árabe”, la negación de la soberanía palestina bien pudiera ser el comienzo de una nueva Intifada de alcances insospechados.
Tras décadas de postergaciones, violencia y humillaciones, el pueblo palestino reclama su lugar en el más importante foro mundial. Lo hace por vías diplomáticas con el apoyo mayoritario del mundo entero. Clausurar esta puerta abierta bien pudiera abrir otras mucho más riesgosas para la paz mundial, una responsabilidad que el Consejo de Seguridad no debiera soslayar. Hasta el presente hemos asistido al monólogo de un solo estado soberano, cuestión reñida con el más mínimo criterio de sensatez en política internacional y moralmente de una injusticia evidente. Avanzar hacia la paz exige el diálogo de dos estados en el seno de la comunidad internacional: reconocer a Israel y Palestina como dos estados destinados a convivir iguales en dignidad.
Investigador y docente de