Hace 10 días el Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad dio a conocer el resumen de su informe sobre el estado de la biodiversidad en el mundo (www.ipbes.net). El contenido es alarmante: la biósfera, nuestra casa en el planeta, está siendo perturbada a una escala sin precedente. La biodiversidad está declinando más rápidamente que nunca antes en la historia de la humanidad.
La lista de daños al medio ambiente es el catálogo de una pesadilla: 75 por ciento de la superficie cultivable se encuentra alterada, 66 por ciento de ecosistemas marinos sufre impactos negativos acumulativos y 85 por ciento de la superficie de los humedales en el mundo se ha perdido. La mitad de los arrecifes coralinos en el mundo ha desaparecido en los pasados 100 años y las pérdidas se aceleran por los efectos del cambio climático. Entre 2010 y 2015 se perdieron 32 millones de hectáreas de bosque primario en los ecosistemas tropicales de alta biodiversidad. El tamaño de las poblaciones silvestres de vertebrados ha declinado en los pasados 50 años.
El informe de IPBES revela que desde 1970 la producción agrícola, la extracción de pesquerías y la producción forestal han amentado. Pero las aportaciones de la biósfera para mantener la producción futura en esas actividades han declinado. Esto significa que la producción no es sustentable.
¿Cuáles son los motores de esta destrucción sin precedente? En este terreno, el informe de IPBES se queda en la superficie. En IPBES los motores de la degradación ambiental se dividen en dos categorías.
En la primera están los cambios en uso de suelos y aguas, explotación directa de organismos, cambio climático, contaminación y la invasión de especies exóticas. Según IPBES, estos cinco factores directos son el resultado de los factores indirectos: crecimiento de la población y expansión de la economía mundial.
La debilidad del análisis sobre los motores económicos de la destrucción ambiental es característico de este tipo de estudios. Según el IPBES, los factores indirectos dependen de valores sociales
y patrones de producción y consumo
. Esta redacción revela una falta absoluta de categorías analíticas para abordar el problema de las causas de la degradación ambiental.
En la oscuridad quedan las fuerzas económicas responsables de la sobre-inversión en capital fijo y la intensificación de tasas de extracción en la producción minera, forestal, pesquera y en desarrollo de monocultivos en grandes superficies. Lo mismo se puede decir de la expansión de la mancha urbana a escala mundial, producto de la especulación inmobiliaria y de la malsana relación del sistema financiero con el sector de bienes raíces.
El informe IPBES sí menciona prácticas no sustentables en la producción pesquera, agropecuaria y forestal, pero las atribuye a incentivos malsanos, como los subsidios que favorecen el uso de combustibles fósiles, fertilizantes y plaguicidas. Pero si bien los subsidios perversos efectivamente desempeñan un papel nefasto, son sólo una parte del problema.
A escala global, las fuerzas económicas que impulsan el deterioro ambiental están íntimamente relacionadas con la transformación de la economía bajo el esquema neoliberal. La obsesión con las exportaciones como motor de crecimiento ha dejado una profunda cicatriz ambiental a escala planetaria. A eso hay que añadir la concentración de poder de mercado, la dinámica de la competencia intercapitalista, así como el papel del sector financiero.
Varios ejemplos ilustran lo anterior. El uso de commodities como activos financieros es un factor de destrucción ambiental de primera magnitud. Se debe a la desregulación que permitió la irrupción de la especulación financiera en los mercados de futuros de materias primas. Esto ha sido confirmado por el comovimiento de los precios de commodities en los tres complejos de materias primas (energía, agropecuario y minerales).
En la agricultura encontramos que 92 por ciento de unidades de producción agrícola en el mundo son pequeñas propiedades y se ubican en 24.7 por ciento de la superficie cultivable global. A pesar de ser responsables de la producción de 50 por ciento de alimentos consumidos en el planeta, tienen que luchar en contra de estructuras adversas de precios y falta de apoyos gubernamentales. En cambio, los proyectos de agricultura comercial en gran escala, intensivos en agroquímicos y grandes destructores de biodiversidad, reciben todo tipo de apoyos.
La sección sobre Intervenciones de política, del informe IPBES, deja mucho qué desear. Es normal. Las recomendaciones de política para contrarrestar y revertir la destrucción ambiental serían más pertinentes en la medida en que el diagnóstico sobre las causas fuera más riguroso. Por el momento parece que tenemos que conformarnos con más análisis sobre las múltiples enfermedades del cuerpo ambiental, pero sin ahondar en las causas de esos males. Lo grave: el mal diagnóstico no permite recetar la medicina adecuada.
Twitter: @anadaloficial