Noviembre 22, 2024

Sobre patriotismos y meritocracias

¿Habrá leído alguna vez el presidente Sebastián Piñera, cuál es el significado real de la palabra patriotismo y lo que connota ser un patriota? De acuerdo a su actuación permanente, en que cada vez que la oposición no está dispuesta a aprobarle sus proyectos de ley, los acusa de antipatriotas, habría que deducir que es una palabra que sólo le sirve para enjuagarse la boca.

 

 

 

 

“Patriota: el que tiene  amor a la patria y procura serle útil”  (Larousse). Si bien es bien clara la definición que nos proporciona el diccionario, da la impresión que don Sebastián (problemas de comprensión lectora o de interés personal), habría leído (suponiendo que la leyó),  “el que tiene amor a la patria y procura que “ésta le sea útil”.

 

 

 

Y ya que le fascina pronunciar la palabra patriotismo y tildar de antipatriotas a los que no comulgan con sus planteamientos, ¿hasta cuándo vamos a permitir que Piñera y su gobierno sigan humillando a nuestro país?

 

 

 

Todo empezó (por lo menos públicamente) cuando el patriota presidente de Chile viaja a Estados Unidos y en la reunión con el presidente Donald Trump, le muestra, como gran trofeo, la banderita chilena incrustada en la gran bandera de barras y estrellas del imperio. Nuestro Congreso, mutis por el foro.

 

 

 

Luego, llama personalmente a Guaidó desde su despacho en La Moneda, por supuesto frente a las cámaras de televisión, para reconocerlo como “presidente encargado” y manifestarle todo su apoyo. 

 

 

 

Posteriormente, siguiendo las instrucciones del gran jefe, viaja a Cúcuta para tratar de meter una gran “ayuda humanitaria” de 16 toneladas (16 millones de toneladas según Tatán), cuya performance se transforma en el más soberano ridículo “humanitario”, y de paso, dejando a Chile como el país más rastrero de América Latina.

 

 

 

Así mismo, también bajo las órdenes del gran hermano, hace insignes esfuerzos para crear el Grupo de Lima (cártel de mafiosos) para tratar de derrocar al gobierno legítimo de Nicolás Maduro. No contento con esto, toma la iniciativa de fundar un esperpento llamado Prosur, con el objetivo de destruir UNASUR (que no es del gusto del gran hermano),  porque éste es demasiado “ideológico”. Llegado a este punto, un grupo de ex cancilleres de  nuestro país, hartos de ver las estulticias con las que estaba llevando las relaciones exteriores el gobierno de don Sebastián, deciden emitir una declaración que interpelan al gobierno para que no siga denostando el prestigio (¿prestigio?) de Chile en el extranjero.

 

 

 

Por su parte don Iván Duque, el yanacona presidente de Colombia, en su visita a Chile, conmina a Sebastián Piñera a dar asilo a los soldados desertores  de la Guardia Nacional Bolivariana de Venezuela, durante el tongo de Cúcuta. ¿Por qué se atreve a “solicitarle” esta carajada al señor presidente de Chile? Por algo será. Ya que no los quiere seguir teniendo en su país, ¿por qué no se los manda a su amigo Donald Trump?

 

 

 

Todas estas actuaciones de un servilismo  a toda prueba del gobierno de nuestro país, dan pábulo para que Mike Pompeo llegue a Chile (bastaba con un telefonazo) para advertirle a Tatán que no se le fuera a ocurrir visitar la planta de Huawei  durante su viaje a China. ¿Lo habrá amenazado con las penas del infierno?

 

 

 

Bueno, si Piñera se deja pautear por Pompeo, Ampuero, el inefable canciller chileno, se deja pautear por el señor Julio Borges, terrorista venezolano prófugo de la justicia, autor del magnicidio frustrado en contra de Nicolás Maduro. Pues bien, el señor Julio Borges se pasea como Pedro por su casa por los salones de la Cancillería,  se toma fotografías con su gran amigo Roberto Ampuero y lo alecciona de cómo llevar a cabo las relaciones con Venezuela, especialmente con Juan Guaidó, el “encargado del gobierno de Narnia”, como le puso el canciller Arreaza.

 

 

 

En síntesis, ¿tiene don Sebastián Piñera autoridad moral para tratar de antipatriotas a los que no soportan (soportamos) sus chantajes y su pésimo gobierno?  

 

 

 

Meritocracia

 

 

 

El proyecto de ley, cuyo eslogan es “Admisión Justa”, presentado por el gobierno para ser discutido en el Congreso, tiene por finalidad, según su campaña comunicacional, que sean los padres o  apoderados los que elijan los colegios en que desean que estudien sus hijos, y que éstos sean seleccionados en base al mérito (todos los padres pretenden que sus hijos son los que tienen los méritos suficientes para ingresar a los “colegios de excelencia”).

 

 

 

Pero ¿qué significa la palabra “mérito”? Según el Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana: MERECER, h. 1140. Del lat. vg. MERËSCÉRE, deriv. del lat. MERËRE íd. Deriv. Merecedor, 1438. Merecimiento, 1438. Desmerecer,  1495. Mérito, 1220-50, tom. de meritum íd., propte. participio de merere; mérito, adj., meritísimo, inmérito, meritorio. Meretriz, h.1250, lat. merêtrix,-ïcis, íd., propte. ‘la que se gana la vida ella misma’; meretricio, 1734. Demérito, 1611. Emérito ‘el que se ha jubilado’, 1732, propiamente participio de emereri  ‘ganarse el retiro, terminar el servicio’. (*)

 

 

 

Como se puede apreciar, la etimología de la palabra mérito, conlleva una serie de acepciones, pero el diccionario de marras nos ofrece sólo dos descripciones: emérito, “el que se ha jubilado”, y meretriz, “la que se gana la vida ella misma”. Sin lugar a dudas, la que más se asemeja a los requisitos que permitirían la anhelada selección por parte de los directivos del colegio al que postulan los padres del niño ejemplar, es el término meretriz.

 

 

 

Pero resulta que meretriz es sinónimo de ramera, prostituta o, lisa y llanamente puta. ¡Genial! Resulta, entonces, que los niños y adolescentes que son hijos de puta, tendrán prioridad para ser seleccionados en base al mérito de su progenitora. He aquí que seguramente se producirá el primer problema: no podemos desconocer que en nuestro país (y en otras partes del mundo), abundan los hijos de puta, pero no todos son verdaderos hijos de puta, pues sólo han sido denominados o tildados como tales por sus detractores, debido a sus canalladas,  corruptelas, latrocinios, etcétera. Recordemos que en España, con motivo del movimiento de los indignados, hubo muchos políticos, especialmente de gobierno, que se hicieron merecedores de tan ilustre apelativo, por lo que el Sindicato de Putas  de Madrid, salió en defensa de su honra y emitió una declaración expresando que “los políticos españoles no son nuestros hijos”.

 

 

 

Decía anteriormente que con toda seguridad se iba a producir un grave problema: los que son tildados de hijos de puta, pero que realmente no los son, buscarán algún resquicio para poder ser habilitado como verdadero hijo de puta: buscarán, hasta encontrar, un audio o un recorte de prensa en que aparezca su nombre como: “ese tal por cual es un hijo de puta”. Para remediar esta situación, similar al hijo de puta que trata de meterse delante de una fila, propongo que los directivos del colegio al que se postula, exijan una Declaración Jurada de la puta madre o de la madre puta, consignada ante notario, en la que conste que ella es una trabajadora sexual, por lo tanto una meretriz (la que se gana la vida ella misma), para que su hijo o hija pueda ser seleccionado en el colegio de excelencia. La declaración emanada del notario “para los fines que estime conveniente”,  deberá ser presentada cuando vaya a inscribir la postulación de su hijo.  Si es así, el Ministerio de Educación, la Marcelita Cubillos en este caso, deberá  emitir un Decreto exento en que se estipule que la sola exhibición de la declaración jurada (cuyo original quedará archivado en el colegio) en que conste que el niño o adolescente es un hijo de puta, ramera, prostituta o meretriz,  cumple con los requisitos enunciados en la ley cuyo eslogan es Admisión Justa.

 

 

 

Es necesario entender, que la declaración jurada es el único documento “oficial” que pueden exhibir las putas, pues su labor como trabajadora sexual no obliga a entregar boleta de honorarios, además, según tengo entendido, esa profesión u oficio no están registrados en el Servicio de Impuestos Internos, por lo menos en nuestro país. Además, no pueden demostrar  afiliación a alguna AFP.

 

 

 

Nota: Por suerte los chilenos somos bastante apocados y cuando le gritamos a un hijo de puta, le gritamos que es un hijo de puta. En Argentina, que son un poquito más exagerados le espetan “hijo de las mil putas”. ¿Cómo será ser hijo de mil putas?, ¿ cuál de ellas podrá certificar, a través de una declaración jurada, que ese es su hijo, si así se requiriera?    

 

 

 

(*) Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana,  Gredos, Madrid, 3ª ed., 1973,  1ª reimpresión 1976, 630 pp.     

 

 

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