Traidores, corruptos, desclasados, vendidos y una serie de variantes de estos epítetos de gente airada, peor aún sorprendida, se ha escuchado, visto y leído luego que se aprobara la idea de legislar el proyecto de ley de Reforma Previsional, presentado por el gobierno en la Cámara de Diputados.
Si solo fuera una furiosa reacción de gente que vive en otro mundo, que no sabe cómo es la ultraderecha ni se ha enterado de cómo fueron, son y serán los políticos corruptos de la Concertación, no sería tan grave.
Pero que gente inteligente, honesta, informada, con impecable trayectoria en el mundo gremial, político, social y sindical, haya tenido por un minuto la esperanza de que esas sanguijuelas harían algo por la gente mancillada, resulta de la máxima gravedad.
¿Olvidamos que fue la Concertación y la derecha la responsable de perfeccionar el sistema infame, malamente llamado de pensiones?
¿O es que acaso se cree que la estafa llamada AFP nació por algún capricho de la naturaleza y no impuesta por el terror de la dictadura y perfeccionada por los políticos corruptos en más de treinta años de sucesivos gobiernos?
Para decir las cosas como son, responsables en gran medida que la burla a la gente mancillada, burlada, abusada y empobrecida, se haya vuelto un deporte de inescrupulosos, son los dirigentes de los movimientos sociales que han insistido hasta una enfermiza saciedad que con darle vueltas a la plaza y/o caminando desde Plaza Italia hasta Avenida Brasil, se pueden cambiar las cosas.
Jamás.
Las cosas, lo que sea, se cambian desde la política.
Y mientras se asuma con pasmosa indolencia que la política la deben seguir haciendo solo los políticos corruptos, no habrá más que esperar que sus frutos sean también de la misma naturaleza: abusivos, inmorales e inhumanos.
El día en que las organizaciones sociales válidas, competentes, democráticas, reales, legítimas y con verdadera vocación democrática, sean capaces de tomar en serio su rol y se convenzan que la política no es privativa de los partidos y se dispongan a entender el valor democrático de sus propias asambleas y la fuerza de su gente, y que su fracción de soberanía sumada a otras fracciones de soberanía, pueden ser una opción válida de poder, entonces las cosas van a cambiar.
O a comenzar a cambiar, lo que ya es mucho.
Convóquese al pueblo. No le teman.
Cítese a los trabajadores humillados por las AFP, a los estudiantes abusados por el sistema educacional, a los pobladores envenados por la codicia, la pobreza y el tráfico, a los pescadores sin peces y con salmoneras que matan, a los profesores maltratados hasta el alma, a los empleados públicos verdaderos jornaleros de la administración del Estado, a los enfermos eternos eslabones de filas, a los artistas mirados como mendigos inútiles, a los viejos que viven el sobresalto del fin de mes, en fin, a la gente que en diez palabras pueden definir un país decente y cariñoso con sus hijos.
Y que diga sus razones desde la realidad del diario pasarlo mal y que haga valer su opinión.
Resulta de una conmovedora ternura el llamado a “no votar por aquellos que nos traicionaron” ahora que el Congreso nuevamente, como siempre, desde siempre, ha votado a favor de los poderosos.
Y que no se aborde la única manera que hay para expulsar a los ganadietas de sus poltronas: levantando el pueblo sus propios candidatos que los van a sacar.
Hay dirigentes luchadores, decentes y honestos de sobra en el mundo social. Hay intelectuales y artistas consecuentes, solidarios y jugados. La lucha del mundo estudiantil ha dado valiosos dirigentes jóvenes que no se han mareados con las migajas del poder de las que disfrutan algunos.
Gremios, sindicatos, federaciones de estudiantes, centros de alumnos, profesores organizados, campesinos empobrecidos, pequeños comerciantes y pequeños empresarios afectados por la economía voraz de los poderosos, profesionales, intelectuales y artistas comprometidos, hay en todo el país.
¿Por qué no convocar a toda esa gente y escuchar su palabra?
Desde la reunión y voluntad del pueblo pueden y deben salir los candidatos que van a sacar, ahora sí, a los que calientasillas que no han hecho otra cosa que llenarse de dinero a costa de la esperanza fallida de la gente.
Si no, no queda otra que vernos en la siguiente marcha con batucada, permiso y valla papal.
Por los siglos de los siglos….
Por Ricardo Candia Cares