Con su delicadeza habitual, el presidente Jair Bolsonaro se refirió a los participantes en las protestas que ayer se multiplicaron por todo el país, reuniendo a más de un millón de manifestantes, en términos de: idiotas útiles, unos imbéciles, pura masa de maniobra
. La declaración fue hecha desde Dallas, Texas, donde se encuentra para recibir un homenaje inicialmente previsto para Nueva York, que rechazó de manera vehemente su presencia.
El motivo de las protestas callejeras fue el recorte al presupuesto de educación pública, con atención especial en el nivel superior. El promedio es de 30 por ciento, pero en algunos casos específicos alcanza hasta 42.
Debido al recorte ya se frenaron investigaciones y desaparecieron becas; además, varias universidades advirtieron que suspenderán sus actividades a partir de septiembre. La medida alcanza también a la enseñanza infantil, que dejará de recibir aportaciones federales.
Mientras el ministro de Educación, Abraham Weintraub, economista que comete errores de ortografía y concordancia gramatical, se mantiene en un tono agresivo, en especial con relación a las universidades federales, algunos de sus asesores tratan de suavizar el panorama, con el argumento de que no se trata propiamente de recortes, sino de suspensión temporal
de los fondos presupuestales.
Si Weintraub se declara dispuesto a pisotear la Constitución, que asegura autonomía curricular y administrativa de las universidades públicas, sus auxiliares se dicen abiertos al diálogo
.
La fiscalía pública, a su vez, manifestó que la medida del gobierno es inconstitucional. Para el jefe de gabinete, Onyx Lorenzoni, se trata de una contingencia
. Para mejor aclarar su posición, comparó el actual corte con el papá que se da cuenta, en mayo, de que no tendrá dinero para el vestido de lujo de su hija que cumplirá los 15 en octubre. ¿Qué hace? Empieza a cortar gastos
. Aprovechó para reiterar que la culpa de todo la tiene el PT, ignorando que (la ex presidenta) Dilma Rousseff ha sido destituida por un golpe parlamentario ocurrido hace tres años.
Por la tarde, y en otra derrota del gobierno en el Congreso, el ministro Weintraub compareció ante la Cámara de Diputados para hacer aclaraciones. En la prolongada sesión fue masacrado cantidad de veces por la oposición, sin contar con respaldo equivalente de los simpatizantes del gobierno. Hasta los aliados del gobierno admitieron que su paso por la cámara baja ha sido desastroso. Llegaron incluso a pedir que salga del ministerio, ya sea por voluntad propia o por decisión del presidente.
Las de ayer fueron las primeras manifestaciones callejeras multitudinarias contra el gobierno. Coincidieron, además, con muy malas noticias en el campo económico: en el primer trimestre del año de estreno del ultraderechista, la economía retrocedió alrededor de 0.7 por ciento, las proyecciones relacionadas al desempeño del producto interno bruto fueron revisadas 11 veces – todas para menos, insinuando la posibilidad de recesión–, y el mercado financiero da muestras cada vez más palpables de desánimo.
El pasado viernes Bolsonaro declaró que para esta semana preveía un tsunami
en su gobierno. El lunes la justicia anunció el rompimiento del secreto fiscal y bancario de Flavio, hijo del presidente, y del ex policía militar Fabricio Queiroz, amigo íntimo de la familia presidencial e involucrado con grupos de exterminio en Río de Janeiro. Ambos tendrán que hacer aclaraciones sobre movimientos atípicos
en sus cuentas.
Ayer vino el segundo tsunami: más de un millón de brasileños se volcaron a las calles del país para manifestarse contra el gobierno.
El desgaste de Bolsonaro se hace más agudo cada semana.