En la conferencia de Prensa, que tuvo lugar el jueves 25 de abril, Macron demostró ser excelente alumno del filósofo Paul Ricoeur, colaborador de Philippe Petain, y de su esposa Brigitte, que fue su profesora de teatro.
En su conferencia de Prensa demostró sus cualidades histriónicas y, a su vez, pasó de ser Júpiter al rey filósofo. En su autocrítica se mostró compasivo y, sobre todo, muy dolido por la triste situación por la cual atraviesa la clase media y los más pobres en Francia. Como actor consumado y un Tartufo perfecto, trató de convencer a su auditorio y a televidentes y radioescuchas de que se habían hecho una falsa imagen de él, pero que era un Presidente que sufría con los más necesitados franceses – como el personaje de Moliere que copiaba las obras de Pierre Corneille que engañaba a la buena familia que lo acogía, presentándose como el ser más bueno y ecuánime de la tierra mientras le robaba el patrimonio -.
Se sabía de antemano que Macron cedería muy poco ante las demandas de los “chalecos amarillos”, a quienes tal vez desprecia y condena, y en su conferencia de prensa lo dijo explícitamente respondiendo a una pregunta de un periodista; respondió que se sentía identificado con las primeras demandas, pero que con el pasar de los meses este movimiento se había convertido en un grupo destructor de las Instituciones, fascista, machista y representante de los dos polos, la ultraderecha y la ultraizquierda.
La mayor parte del pliego de peticiones de los “chalecos amarillos” no han sido acogidas: el RIC, (Referéndum de iniciativa ciudadana), sólo se limitó a ampliar la iniciativa conjunta de referendo – entre gobierno y ciudadanos – sólo concediendo que los miembros de la sociedad civil pudieran convocar a referéndum cuando reunieran firmas, y manteniendo la posibilidad de que las comunidades de las provincias también pudieran llamar a plebiscito.
En lo económico-social mantuvo la derogación de impuestos a las grandes fortunas; por consiguiente, sigue siendo el Presidente de los ultra-ricos, mientras se profundiza la brecha de desigualdad entre ricos y pobres.
En su reciente conferencia de prensa prometió una serie de cambios “gatopardistas”; por ejemplo, una pensión básica mínima de mil euros, y para aquellos jubilados que recibieran hasta 2.000 euros se ajustaría al IPC. En el caso de las provincias y los cantones, se traspasaría una serie de competencias administrativas, políticas y económicas.
En la selección de altos funcionarios de la administración pública, se eliminaría la ENA, Escuela de administración pública muy elitista, reforma que a nadie le importa mayormente.
En cuanto a los cambios políticos, apenas se dieron cambios de barniz: por ejemplo, implementar el sistema proporcional en la elección de diputados y senadores, y sólo limitado al 20% en ambas Cámaras, (muy similar al sistema electoral alemán); es decir, mixto entre los sistemas mayoritario y proporcional.
Macron no ha acogido la petición de implantar el voto obligatorio, y que los votos en blanco sean contabilizados en los escrutinios. También rechaza las propuestas de democracia directa manteniendo su adhesión a la democracia representativa.
En el diagnóstico de Macron sobre el sistema tributario reconoce que los franceses se sientes atribulados por la enorme cantidad de impuestos y de su cuanta, cuando los sueldos ni siquiera alcanzan para llegar al fin de mes.
El ejercicio más difícil es tratar de congeniar los recortes en la admistración pública y la rebaja de impuestos. Francia tiene actualmente un alto déficit que dificulta el recurso al crédito y puede recurrir a la máquina impresora de dinero, pues el euro depende del Banco Central Europeo, por consiguiente, su propuesta tendiente a la eliminación de impuestos y reducción del número de funcionarios tiene que limitarse a una implementación a largo período.
Macron, siguiendo el camino de la demagogia, promete ahora el pleno empleo para el año 2025, sin considerar que su período de gobierno finaliza en 2022 y, como es lógico, en esta conferencia de Prensa un periodista le consultó si pretendía la reelección para el siguiente período. En este momento de la conferencia de prensa Macron, una vez más, demostró su genialidad actoral, diciendo que no estaba interesado en la reelección, pues por ahora le bastaba con dedicar todo su tiempo y esfuerzos a Francia y los franceses, y que si fuera por ambición al poder habría tomado el camino de la demagogia. En este mismo plano, el Presidente prometió no cerrar ninguna escuela, ni hospital durante el resto de su período.
Ya la conferencia de Prensa llevaba más de dos horas y se veía un bosque de manos de periodistas que querían seguir indagando a Macron, pero tomó la decisión de poner a su larga perorata evitando así la lluvia de preguntas que se avecinaban.
Macron sigue siendo el mismo “Júpiter” prepotente, frío y despectivo de siempre. Dice que los franceses, comparados con los demás vecinos europeos, trabajan muy poco, pero no se atreve a reformar el máximo horario de 36 horas en Francia, (en Chile los trabajadores luchan por reducirlo a 40 horas semanales), y sólo accede a la reducción de algunos días feriados.
Macron no se atrevió a aumentar la edad de las jubilaciones, de 62 a 65 años y, como buen neoliberal, se contentó con la propuesta de permitir a los jubilados seguir cotizando más allá de la edad límite, a fin de poder contar con una mejor jubilación.
Macron no alcanza a genialidad comunicacional de estadistas como el general Charles de Gaulle, quien usaba la televisión para lucirse con sus espectadores. El joven Presidente Emmanuel Macron, así quiera imitarlo, no le llega ni a los talones al fundador de la V República.
Macron aprendió de las enseñanzas de los colegios católicos donde estudió a mostrarse como solidario y compasivo es decir, una teología del corporativismo bondadoso que, seguramente, aprendió de Paul Ricoeur. Cuando un periodista le recordó sus frases despectivas respecto a los franceses, Macron puso cara de arrepentido, pero finalmente, no reconoció ningún error. No en vano sabìa que sería perdonado en la confesión.
Los “chalecos amarillos”, seguramente seguirán marchando en todas las ciudades de Francia, y las manifestaciones serían cada vez más violentas. A juzgar por los comentarios post conferencia de Prensa, Macron no logró dejar contento a nadie, pues cada vez engullen menos el bonapartismo del poder.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
26/04/2019