Las próximas elecciones en Argentina, a realizarse el mes octubre del presente año, marcan una polarización entre los dos más probables candidatos a la presidencia de esa Nación, Mauricio Macri y Cristina Fernández.
En un artículo reciente con respecto a las elecciones en España, que tendrán lugar el domingo próximo, realicé un breve análisis sobre los resultados de las encuestas de opinión. Hoy, a varios meses de las elecciones argentinas, hay una oferta considerable de encuestas y, en todas ellas tanto Macri como Fernández obtendrían un tercio de los votos, y sólo un 22% estaría por votar por un nuevo candidato.
El voto en Argentina será más negativo que positivo: o se odia a Cristina Fernández o bien, se rechaza a Mauricio Macri; el 48% de los encuestados no desea que se reelija a Macri; el 60% tiene una imagen negativa del Presidente actual; una cifra similar puede atribuirse a Fernández. Quién rompa la barrera del salario del miedo podrá llegar a la meta propuesta.
Los políticos en general, no sólo toman en cuenta las encuestas, sino que ellos mismos las encargan, (se da el caso, como el de Sebastián Piñera, en Chile, que tiene su propia empresa de encuestas semanales). Al tercio militante que votaría C. Fernández le importa muy poco los escándalos de corrupción por los cuales está siendo juzgada la senadora; los seguidores de Macri también se saltan su catastrófica política económica, por consiguiente, los candidatos tendrían que ganar a los indecisos, y el que tenga menos rechazo del universo electoral es quien triunfará.
El estado de Argentina es lamentable, no sólo en la economía sino también en otros aspectos de la vida del país: el 70% no cree en la democracia tal como está, es decir, 7 de cada diez ciudadanos; el 50% no confía en otro argentino, es decir, cinco de cada diez ciudadanos; la mayoría de los jóvenes votaría C. Fernández, y la mayoría de los adultos mayores, (a pesar de que sufren por las rebajas del poder de compra), apoyaría a Macri.
En política – como en la vida cotidiana – el tiempo es fundamental: hay un pasado y un presente que conocemos, pero un futuro incierto, por lo tanto, lo que hacen los políticos es vender futuro, es decir, utopías y horizontes de esperanza. Que los programas de campaña se cumplan muy poco para el gobierno elegido, y mucho menos para los electores, que sí saben de antemano que van a ser engañados.
En Argentina, los “encantadores de serpientes” han tenido siempre éxito dentro de un panorama en que el peronismo en general es hegemónico. Los gobiernos no peronistas han terminado muy mal – los casos de los radicales Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa -. Si analizamos objetivamente, los grandes partidos históricos, el Radical y el Peronista, no tienen diferencias marcadas.
Sería falso ubicar a Cristina Fernández en el populismo y Macri en la democracia institucional; Macri – al igual que Piñera II – realiza su campaña del terror, al amenazar que si gana Fernández se declararía el país en default, no se pagarían los bonos del gobierno argentino, e instalaría una argentinezuela; C. Fernández contraataca sosteniendo que su gobierno sería muy parecido al de Portugal, es decir proponiendo un aumento en los salarios, que reviviría el mercado interno.
El día anterior, 24 de abril, el cambio del dólar llegó a 44,92 pesos; la banda prometida por el Fondo Monetario Internacional se ubica entre 40 y 51, y cuando se llegue a esta última cifra, el Banco Central de Argentina tendrá derecho a vender dólares en el mercado y, de esta forma, detener el alza del precio del dólar.
Macri no tiene derecho a asustar a los electores con Venezuela, pues tanto el Bolívar, como el Peso argentino ya no son monedas, por consiguiente, connotados economistas aconsejan que vuelva a la paridad de Domingo Cavallo o, como en el caso de Ecuador, el dólar sea la moneda de ese país.
El riesgo país llegó ayer a 940 puntos. El riesgo país es un indicador financiero que sirve a los inversionistas para saber si un Estado es solvente para pagar su deuda; el riesgo se calcula desde los bonos del tesoro norteamericanos, cuyo riesgo es cero; cuando un país – como Argentina actualmente – tiene riesgo país de 940 puntos, en el mercado nadie le presta dinero, salvo el FMI.
Existe un seguro para los bonos, que es más caro cuando riesgo de cesación de pagos. En América Latina el único bono similar al de Argentina ahora es el de Ecuador, que bajó de 500 a 380 puntos en mismo día.
Normalmente, los bonos pagan intereses semestrales; hoy, el argentino está pagando cerca del 18%, lo que sería tan riesgoso como ganancial, arriesgando, incluso, el no pago.
La inflación del mes abril en Argentina llegó al 4,4%, y la anual se calcula en 45%. Los valores argentinos en la Bolsa de Comercio de Wall Street llegaron al 11,5%. Los problemas que Macri tiene que enfrentar con ese riesgo país es que deberá pagar al vencimiento a los bonistas en dólares. ¿Y de dónde los saca? Seguramente tendrá que gastar parte de los 170.000 millones de dólares prestados por el FMI.
Ahora, si el dólar llega a un cambio de 51 pesos antes de octubre, el Banco Central Argentino tendrá que colocar dólares en el mercado, y nuevamente va a tener que obtenerlos, bien de la reserva o del préstamo del FMI, y todos del mismo bolsillo, del Tesoro Norteamericano, (en el fondo, Donald Trump es el único que se ha creído la campaña del terror, implantada por sus “niños” Macri y Piñera).
Cuando se da una catástrofe económica tan grave como la actual en Argentina se producen dos fenómenos: en el gobierno, las profecías auto cumplidas y, en los pobres, la desesperanza aprendida.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
25/04/2019