Esta semana nos sorprendió la noticia, relacionada con los agujeros negros. Se habría logrado establecer cuál es su función en el universo. A este suceso histórico se une el anuncio relacionado con un eclipse total de sol, que cruzará la Región de Coquimbo el 2 de julio a partir de las 12:55. Fenómeno que no se volverá a repetir al cabo de 100 años. Como se trata de un hecho que se mueve entre la magia y la ciencia, Sebastián Piñera y algunos de sus ministros, concurrirán al observatorio La Silla. No quieren esperar un siglo, pues ansían contemplar en terreno, aquella sobrecogedora sensación, que algunos identifican con el acabo de mundo. Ellos, muy bien acomodados en otras sillas —no se trata de las sillitas musicales— mientras se sirven algún picoteo y beben licor chino baijiu, observarán el fenómeno celeste, que desde hace miles de años, intriga al hombre. Ya los indios ojebways imaginaron que el eclipse significaba, cómo el sol se estaba extinguiendo, entonces le disparaban flechas incendiarias para revivir su agonizante luz. También los sencis de Perú actuaban de la misma forma, con el propósito de ahuyentar a una fiera salvaje, la cual luchaba contra el sol para extinguirlo.
Ninguna de estas tradiciones y leyendas, dotadas de misteriosa belleza, alentarán a la comitiva presidencial y sus hechiceros, a practicar otra acción encaminada a revivir la luminosidad del sol. El eclipse es una certeza y la huida debe materializarse a la brevedad. De nada servirá realizar la conocida pirotecnia dirigida a los borregos, donde en medio de la oscuridad, el jefe anuncie que, después de la noche, siempre llega la luz. Como su gobierno sufre un eclipse total de luna y el eclipse de sol le pisa los talones, se apresurará a anunciar, afectado por el delirio planetario, el fin de las AFP y de las ISAPRES. Explicará que en medio de la total oscuridad, un rayo de luz iluminó su cerebro y ha sufrido la visita de la Anunciación, la cual le ha manifestado, que urge rectificar su programa de gobierno. Ese mismo día, al regresar a Santiago, fijará un nuevo salario mínimo, equivalente al que ganan en Haití. Que se ha equivocado, después de haber embaucado al pueblo. Eso y más puede anunciar envuelto en la completa oscuridad durante cinco horas, pues nadie sabe quien realiza las promesas. Hay tantos ventrílocuos y voceros dispersos en nuestro país, que cualquiera hace anuncios grandilocuentes del tamaño del sol. En el Congreso de Valparaíso, por ejemplo, se han especializado en esta profesión. Entonces, bien puede suceder que el eclipse se prolongue por más tiempo, emulando el eclipse que se vive en Chile o desaparezca el jefe y la comitiva presidencial, engullidos por un agujero negro. Como la investigación del fenómeno celeste aún se encuentra en pañales, los agujeros negros serían basureros del universo o pirañas celestiales, cuya función es tragar lo inservible.
Debido a que faltan 90 días para que se produzca en Coquimbo el eclipse total de sol, nuestras observaciones parecen antojadizas, elaboradas al tuntún, sin ningún rigor científico. Es causa del entusiasmo de quien nunca ha parado de soñar, haya o no eclipse, pues los sueños, sueños son. Así como algunas personas en la mitología, suponen que pueden encender el sol, otros creen lograr apagarlo. ¿Cuál es el límite de estas creencias vinculadas al eclipse de sol? Al final, todos nos apagamos aunque en vida se ha brillado con luz propia o ajena. Entre los monarcas que han rendido pleitesía al sol, se encuentra Luis XIV Rey de Francia y Navarra, a quien se le conoce por el Rey Sol. Mientras agonizaba dijo: “Me marcho pero el estado siempre permanecerá”. Él no creía en eclipses naturales ni en los políticos. Aseguraba estar por encima de los fenómenos de la naturaleza, mientras se rodeaba de cardenales, banqueros, músicos, filósofos y escritores, encargados de adularlo. Que a nadie se le ocurra comparar a este singular y versallesco personaje, con alguien de estas latitudes. El eclipse total de sol llega para quedarse durante años en Chile, mientras los agujeros negros y las pirañas, concluirán por engullirnos a todos. ¿A dónde huir?